¿Has caído alguna vez en la tentación de comprar uno de esos perfumes que venden los manteros o que puedes encontrar en cualquier mercadillo o en internet a precios sospechosos? Si te has resistido, bien por ti. Si no lo has hecho, al margen de estar promoviendo la venta ilegal, que sepas que no son inofensivos y que lo que te parecía una ganga, lejos de resultarte barata, puede costarte muy cara.

Recientemente, la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa) ha analizado las fragancias falsificadas y las ha comparado con sus versiones originales. Y los resultados hablan por sí solos. Para empezar, un perfume auténtico suele tener más de 80 ingredientes en su composición, mientras que en una falsificación no llegan a los 25. Y, atenta, muchos hasta son diferentes del que tiene el aroma original. ¿Entiendes ahora por qué cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia?

Si lo tuyo ha sido experimentar en carne propia, te habrás dado cuenta también de que el olor dura muy poco (afortunadamente, pensarás ahora). ¿La razón? Para “elaborar” los aromas de imitación se utiliza, por lo general, una gran cantidad de agua como base (hasta un 50%); y lo que es peor, etanol industrial o de baja pureza como disolvente.  

Las muestras del laboratorio confirman, además, que incorporan compuestos prohibidos, como el etilenglicol, que, por si no lo sabes, es lo que utilizamos como anticongelante para los coches. A lo que se suma que las falsificaciones carecen de filtros de protección ultravioleta, con lo que ese gesto tan aparentemente inocente de vaporizarte el cuello, el escote o las muñecas puede modificar el pH de la piel o acabar en dermatitis, urticaria, reacción alérgica, manchas o, incluso, intoxicación, debido a la fotodegradación de su fórmula.

Por si esto fuera poco, al estar fuera de la regulación y no haber pasado los controles de seguridad, desconocemos su forma de fabricación, que puede haberse hecho en condiciones poco higiénicas y acabar contaminando el producto, algo que advertiremos, para nuestra desgracia, cuando lo vaporicemos sobre nuestra piel. En muchos casos, además, los componentes que utilizan ni siquiera están autorizados para su uso cosmético o, directamente, están caducados.

En resumen, que este es un cóctel de riesgo, con el que tenemos todas las papeletas para acabar en la consulta médica. Pero, incluso allí, se lo estarás poniendo difícil a los doctores, porque al ser un “perfume” fuera del control de las autoridades sanitarias, nadie sabe, en realidad, de qué componentes está hecho y cuál es el que está causando el daño y cómo contrarrestarlo. Y, por si esto fuera poco, solo te quedará el derecho al pataleo, no tendrás opción de reclamar al fabricante… que no sabes quién es.

Así que por todo esto –y por sentido común– la próxima vez que se te pase por la cabeza hacerte con esa fragancia que tanto anuncian por la tele en un circuto poco recomendable, recuerda que es un líquido que vas a aplicarte sobre tu cuerpo y que esto puede tener consecuencias (en casos extremos, hasta puede afectar a algunos órganos). ¿De verdad quieres arriesgarte?