La publicidad nos machaca con frases que se nos quedan grabadas en el hipocampo. Ahora a la archiconocida coletilla “libre de azúcares” con la que se presentan algunos alimentos sobre los que recaen ciertas sospechas se une el “sin parabenos” con el que nos bombardean en los productos cosmética. E, inmediatamente, llegamos a la conclusión (que nos ahorra pensar) a la que querían que llegáramos desde los departamentos de marketing que deciden colgar esta etiqueta en champús, dentífricos, cremas, perfumes…: “Pues, entonces, será bueno, porque si no tiene este ingrediente, que debe de ser perjudicial por la manera en la que lo anuncian, no tengo de qué preocuparme”. Y, quizá, ni siquiera sepas qué son los parabenos. Así que empecemos por el principio.

Estas sustancias son conservantes y su misión es aislar los cosméticos de la proliferación de gérmenes y microorganismos que deterioren el producto, algo que resulta extremadamente sencillo, pues en muchas cremas metemos los dedos en el tarro, la fórmula está en contacto con el aire, tiene altas dosis de agua, que hace de perfecto caldo de cultivo, etc. Vamos, que contaminar una crema es de lo más sencillo. De hecho, si no fuera por los conservantes, caducarían enseguida y las tendríamos que meter en la nevera, así que los fabricantes toman medidas en forma de compuesto químico.

Y ahí empieza todo. Con los químicos hemos topado. Una de las más fervientes detractoras de estas sustancias ha sido la farmacéutica británica Philippa D. Darbre, que realizó una investigación y concluyó que eran disruptores endocrinos; es decir, que provocaban alteraciones hormonales y podían causar cáncer de mama, aunque muchas voces han puesto en tela de juicio la rigurosidad de este estudio. Pero nos puso sobre la pista.

Entonces, son estos conservantes ¿buenos o malos? Para tranquilizarte, te diremos que en cosmética no se puede utilizar cualquier parabeno, solo aquellos que están autorizados –y, por tanto, demostrada su seguridad– por el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores de la Unión Europea (SCCS) y en una proporción determinada (nunca deben sumar unidos más de 0,8%).

Este organismo garantiza la seguridad de las cuatro variedades que se utilizan en los productos de belleza. Veamos cuáles son:

-metilparabeno y etilparabeno. Son los que menos dudas ofrecen respecto a su toxicidad si se emplean correctamente. La dosis autorizada para un cosmético es de un máximo de 0’4%.

-butilparabeno y propilparabeno. Recientemente, la Unión Europea ha recomendado reducir su porcentaje (que era de 0,4%) hasta el 0,14%. Además, estos dos componentes no están autorizados en productos para menores de tres años para la zona del pañal, dado que la piel está irritada y estas sustancias pueden ser absorbidas con mayor facilidad.

Además, la UE prohíbe el isopropilparabeno, isobutilparabeno, fenilparabeno, bencilparabeno y pentilparabeno, al no disponerse de suficiente información sobre sus posibles daños. Y también desautoriza la mezcla de metilcloroisotiazolinona y metilisotiazolinona (MCI/MI) en productos sin aclarado, como las cremas corporales. La medida se dirige a reducir el riesgo y la incidencia de alergias cutáneas, pero esta mezcla todavía puede utilizarse en productos que se eliminan por aclarado, como el champú y el gel de ducha, con una concentración máxima del 0,0015 %.

¿Te queda claro ahora? Si no recuerdas todos estos nombres tan técnicos, te recomendamos que te lleves una chuleta cuando vayas a comprar un cosmético. Y, sobre todo, que te tomes tu tiempo y leas la composición antes de adquirir cualquier producto.