Tos, gripe, constipado, dolores musculares, de articulaciones… Sí, puede que el frío haga su aparición acompañado de muchos efectos secundarios nada buenos para tu salud (e incómodos), pero todos son combatibles. Si te abrigas y te refuerzas como toca, no tienes por qué sufrirlos. En cambio, si que puedes acoger todos sus beneficios. ¡Que los hay!

El metabolismo se acelera y el cuerpo acepta y digiere mejor platos, digamos, contundentes. Y, además, quemas más calorías (no necesariamente grasas…) ya que cuando el termómetro baja, necesita quemar más para mantener su temperatura.

Las bajas temperaturas también traen beneficios a tu piel (si hablamos de nieve, tendrás que cuidarla, utilizar hidratante y protector solar). El frío favorece la microcirculación cutánea. ¿Cómo lo notarás? Mejora su tono, se oxigena y la textura se suaviza, la notarás más tersa. Mejoran también los problemas de varices y venitas.

Te recarga la energía. Mientras que en verano te sientes plof (y off) porque ese calor agobiante no te deja ni moverte, el frío te invita a disfrutar de un sinfín de planes y te anima a moverte (aunque solo sea para entrar en calor). Piénsalo, el calor, amodorra.

Se acabaron los mosquitos, las avispas y esos simpáticos insectos que te traen de cabeza en verano. Por ende, ¡también sus picaduras! El frío los ahuyenta, irán a buscar un lugar mejor.
 
Aunque muchos expertos defienden que en verano tenemos más relaciones sexuales, otros aseguran que el frío es la temporada por excelencia para intimar. Tardes en casa (mantita, peli y sofá) que reforzarán vuestra relación e, incluso, favorece las reuniones familiares. Te ayuda a socializar.