Con la proliferación de las aplicaciones móviles para ligar, nuestra forma de concebir el inicio de una relación ha cambiado, entre otras cosas. Si bien es cierto que los treintañeros –que rozan los cuarenta– más modernos recuerdan con añoranza esos chats donde hablaban con gente al azar mientras escuchaban de fondo Atrapados en la red, de Tam Tam Go!, a día de hoy hemos tomado como hábito aceptar citas con desconocidos por el mero hecho de que parecen interesantes en su foto de perfil. Y, ¿qué pasa si, aparte de resultar mono en la "ficha" de esa app, es compatible contigo en la vida real? Que probablemente comiences una relación con alguien con quien tropezaste en una aplicación en la cual tienes una cuenta precisamente para eso, para ligar.

La pregunta: «Y, ¿cómo os conocisteis?»

Entonces, como tienes novio nuevo, llega esa cuestión, que te hace –tras haber omitido la verdad a tus padres– una antigua amiga de la universidad que te encuentras en la calle y que ha visto una foto en tu Instagram, tus compañeras del colegio en una cena de reencuentro, tu vecina en el ascensor y hasta el panadero.

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Y en todos esos momentos, ya digas la verdad o la esquives, sientes un reparo que te lleva a cuestionarte a ti misma: si estoy dada de alta en esa aplicación, ¿por qué me da corte contar que nos conocimos ahí? Según Leslie Becker-Phleps, psicóloga y autora del libro Amor, la psicología de la atracción, esa vergüenza –tristemente aún a día de hoy– «puede estar provocada por el hecho de parecer desesperada por haber acudido a una app para encontrar el amor». 

Pero la realidad habla por sí sola. Los expertos de Tinder nos cuentan que se dan más de un millón de citas en todo el mundo a través de esta aplicación (algunas de estas historias las podemos leer en el hashtag #swipedright).

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Por otra parte, Meetic, una de las apps más relevantes en este ámbito, consiguió llegar durante el año pasado a 1.000 descargas diarias. Si estos datos presentan un panorama en el que hemos asentado que esta forma de conocer gente es efectiva, ¿por qué en ocasiones sigue generando cierta vergüenza admitir que fue en el entorno online donde conocimos a nuestra pareja? 

La fuerza del destino

Habiendo crecido en una sociedad que piensa que los finales felices suponen comer perdices tras haber vivido una historia mágica (¿en serio, película de Cenicienta?), no es de extrañar que estemos obsesionadas con las historias del "cuándo-empezó-todo-dónde-y-cómo". Por ejemplo, en Instagram observamos cómo ha aumentado la popularidad de la cuenta @thewaywemet (la traducción es "cómo nos conocimos"), en la cual se publican posts de parejas reales que envían en un e-mail, una foto y cuentan su anécdota.

Los que gestionan la cuenta eligen las mejores y las publican. El perfil tiene más de 390K seguidores y los comentarios de cada publicación son del tipo "ojalá me pase esto a mí" o "eso no ocurre todos los días". ¡Por descontado que no pasa a diario! Cada pareja es un universo y cada aventura, única. Y seguro que, dentro de 50 años, contar que comenzamos una relación gracias a un match de Tinder resultará superromántico.

Con esto queremos llevarte a concluir que, a los que tarareaban a finales de los 90: «Te di todo mi amor@love.com, y tú me has roba-roba-robado la razón, mándame un e-mail que te abriré mi buzón y te hago un rinconcito en el archivo de mi corazón» no les importaba alardear de que habían conocido a alguien en un foro (¡era hasta cool!). Así que, ¡haz como ellos! Porque seamos objetivas: la vida nunca te dejará de sorprender y, si todo sale bien con ese alguien en quien te fijaste por su foto de perfil, ¿qué más da la vía por la que os conocisteis? ¡Lo que importa es que lo hicisteis! Y que ahora estáis juntos. Así que pasa del «qué dirán», vive el presente y corre a Spotify a hacerte una lista con todos los temazos de Tam, Tam, Go!, porque te hemos pegado la canción y lo sabes.