Qué difícil es contentarse. Porque siempre, siempre, se tiende a querer lo que no se tiene. Cuántas darían lo que fuera por tener una talla más de sujetador, y miran siempre con envidia y recelo el escotazo de sus amigas. Pero tal vez no sepan que quizás las otras tampoco están contentas y querrían, precisamente, tener unos pechos un poco más pequeños. Porque tanto unas como otras se enfrentan en su día a día a decenas de dramas marcados por la copa de su sujetador. Esta es una recopilación de algunas de esas tragedias que padecen las chicas con un buen par y que harán que te mires orgullosa al espejo mientras piensas que, oye, cada una tiene lo que tiene, y que no existe la perfección absoluta.

Para dormir, ni boca abajo ni boca arriba

Porque te ahogas. Más bien, te ahogan. Si estás boca abajo, la presión que ejercen sobre tus pulmones hará que te falte el aire y, si decides cambiar de postura y ponerte boca arriba, no sabrás muy bien qué hacer con ellas. Conclusión: a dormir de lado.

Tienen complejo de deportista

Porque cada vez que corres, saltas o haces alguna postura de yoga, ellas se revelan como otras dos atletas dispuestas a llevar su propio ritmo. Eso por no hablar de la ropa deportiva. ¿Sujetador incorporado? ¡Já! Necesitas al menos dos o tres para contenerlas y neutralizarlas.

Comprar ropa interior, toda una odisea

Encontrar en cualquier tienda un sujetador que las mantenga firmes y que no te roce/pinche/te quede pequeño será una tarea titánica que, al final, dará como resultado que tan sólo tengas dos o tres sujetadores cómodos y confortables.

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Ese dolor de espalda…

Cargar con ellas todos los días es, obviamente, inevitable, y mantener erguida la espalda con dos masas pesadas tirando de ti hará que tarde o temprano te resientas. Y no es broma: las contracturas y jaquecas pueden tener también su origen en el hecho de tener dos mochilas colgadas por delante.

Sin manos al bajar las escaleras

Olvídate de sujetarte al pasamanos si bajas del piso de arriba rápidamente. Tus dos manos tendrán que actuar como sostén extra para ellas, que experimentarán lo mismo que tú sientes cuando montas en el Dragon Khan.

En el coche, ojo con el cinturón de seguridad

Porque querrá matarte. No podrás colocarlo sobre ellas y tendrás que subirlo un poco, justo debajo del cuello, con la incomodidad que trae consigo.

La tortura premenstrual

Si ya de por sí es una auténtica fiesta, ellas dos están ahí, con su latido y su sensibilidad extrema, dispuestas a hacerte ver las estrellas con el mínimo roce o el más leve de los golpes.

Generas envidia entre tus amigas

Que te miran y te dicen: “Lo que daría yo por tener un par como las tuyas”. Ingenuas. Seguro que tú también darías lo que fuera por tener unas un poco más discretas. Porque, por supuesto, el problema más cansado es el de…

Ser blanco de miradas furtivas

O no tan furtivas. La mayoría se cortan un poco, pero no pueden evitar que sus ojos masculinos se posen en ellas, aunque sea por una fracción de segundo. Y hay otros que no se cortan y confunden tu canalillo con tus ojos, como si fuera tarea de ellas contestarles y mantener la conversación. Maravilloso.

Así que menos envidias y más empatía. Cada una tiene lo que la naturaleza le ha regalado y está obligada a lucirlo con orgullo sin pensar que lo que tiene la de al lado es mejor. Porque de eso, nada. Todas a apechugar con lo suyo.