En un mundo hecho para vivir en sociedad, es casi inevitable compararse con tus iguales: con tu mejor amiga, tu compañera de trabajo, de clases de inglés, con tu madre o hasta con el perro de tu vecina. "La comparación social es un principio que me atrevería a decir que es casi universal: definimos lo que somos, lo que queremos ser y si estamos contentos o no con ello, en función precisamente de con quien nos comparamos", nos cuenta Guillermo Fouce, experto y miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

Hemos bajado al terreno de juego para preguntar directamente a las protagonistas: diferentes chicas como tú reconocen, sin titubear, que "sí, me comparo con otras mujeres". Veamos cuáles son las situaciones más comunes que les incitan a ello. (NOTA: chequea en cuál te sientes identificada, ¡y apunta las *CLAVES que te ayudarán a vivir mejor!).

1. De comprasSi sí, de compras. "Cuando me voy de shopping me entra casi una depresión. No puedo evitar compararme con otras chicas que veo a mi alrededor más delgadas, o monísimas", nos dice Lola (31 años). "Casi todo el mundo se compara y quien dice no es mentira. Yo sobre todo lo hago en el nivel más superficial, en el terreno físico, y muchísimo en la forma de vestir", nos comenta Vanessa (29 años).

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¿Qué consigues con ello? "Nada, lo único que hago es mermar mi autoestima", prosigue Lola. Un consejo muy directo, y práctico: "cómprate la ropa que quieras, sin pensar en lo que los demás llevan o van a pensar de eso que te estás comprando", nos cuenta Pilar Conde, psicóloga y directora técnica de Clínicas Origen. ¿Y si el problema radica en el peso, o en no estar contenta con tu físico? "Si quieres adelgazar usa como comparativa tu peso, no preguntes el del resto de amigas". Y he aquí la *PRIMERA CLAVE: que el punto de semejanza no esté fuera, sino dentro de ti misma. Tú has nacido con una anatomía y con unas posibilidades: si hoy estás físicamente mejor que hace un año, vas por el buen camino. Y solo es ese el objetivo que te tiene que importar. 

2. En el gimnasio. Un escenario que genera un caldo de cultivo ideal para la comparación. Ropa fuera, traseros ajustados y retoques beauty que según avanza la sesión HIT, desaparecen. "No sé si es por ser competitiva, pero cuando he estado yendo al gimnasio, siempre he comparado mi físico, también cómo hacían otros ejercicios las otras personas. En mi equipo de volley también lo hago: me fijo en las que son mejor, en todas sus cosas positivas (y sin embargo, no me veo las mías). Es algo frustante porque de alguna manera, nunca estás satisfecha con lo que tienes", nos cuenta Valeria, de 25 años, guiándonos hasta el siguiente punto.

*SEGUNDA CLAVE: todo es relativo según con quien te compares, siempre habrá gente que estaré mejor, pero otra peor. Además, tendemos a la idealización, tal y como nos explican desde las Clínicas Origen: "'Si yo tuviera esto, o fuese de esa manera, sería más feliz', pensamos sobre lo que no tenemos o no somos. Al actuar de esta manera, no somos conscientes de que el bienestar viene de la aceptación y la comparación con uno mismo. La envidia o celos no suelen ser buenas aliadas, ya que infravaloramos lo que tenemos y sobrevaloramos lo que tienen o son los demás", nos cuentan.

¿Lista para no mirar tanto a los lados, y focalizarte en ti? 

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3. En el trabajo. "Si me comparo con alguien es porque considero que está por encima de mí, o que la vida le sonríe más. Sobre todo en el terreno laboral: me afecta si una persona está teniendo más éxito que yo, si considero que he puesto el mismo esfuerzo o haber dado los mismos pasos que ella, pero no llego al lugar en el que está ella", declara Natalia (27 años). 

Esta claro que la varita de la señora suerte ayuda, pero de nada te sirven las auto-lamentaciones. *TERCERA CLAVE: la comparación puede ser buena siempre que te sirva para mejorar. "Es constructivo si lo hacemos como motivación para valorar lo que ya se tiene o conquistó. El problema no es tanto la comparación sino más bien como ésta se maneje. Hazlo en clave positiva para marcarte metas que te acerquen a tu objetivo, a veces necesitamos esa comparación que nos incentive y tire de nosotros", explica el especialista Guillermo Fouce.

4. Cuando te deja el novio. Y llegamos al terreno más emocional, donde la equiparación, en muchas ocasiones, lo hacemos para calmarnos y sentirnos mejor. "Yo me fijo en cosas que les ha pasado a amigas u otras personas cuando he pasado una mala racha. Saber que no eres la única a la que han dejado, o que a ti tampoco te hace el caso que te gustaría el chico que te gusta, consuela", reconoce Sofía (34 años). Encontrar un hombro sobre el que llorar siempre está bien pero ojo, porque aliviarte utilizando lo que le sucede a los demás, puede tener sus connotaciones negativas. 

"De esta forma, continúo comparándome con mi entorno, por lo que voy a depender de lo que le suceda a los demás, y eso está fuera de mi control. Por ejemplo: se ha roto la relación en la que estaba, y una amiga también está pasando por lo mismo, por lo que las dos pasamos tiempo juntas y nos apoyamos. Esto me alivia porque no soy la única que está pasando por esto, pero si a las semanas esa amiga encuentra a otra persona, vuelve a a aparecer malestar al compararme", nos ejemplifica perfectamente la psicóloga Conde.

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*CUARTA CLAVE: encuentra tu propio alivio, buscando aquello que te motive de verdad, como una afición nueva, o un buen gesto por los demás. "También es muy efectivo esto de lo que ahora todo el mundo habla: vivir el momento, disfrutar tu día a día al máximo". Porque sí, eso sí está en tu mano.

En definitiva, las comparaciones no son odiosas si sabes gestionarlas. Tienes que intentar "establecer las metas sobre ti misma comparándote con lo que tienes o eres, y lo que a ti te gustaría ser o tener", concluye Pilar Conde. Así que ya sabes, no pierdas más el tiempo ni quemes tu energía por los éxitos de los demás, y reúne tus mejores armas para utilizarlas en beneficio ¿de quién...? Sorpresa: ¡de ti!