Si tu abuela la viera caminar por la calle, probablemente se santiguaría, miraría al cielo y movería la cabeza de una lado a otro preguntando entre murmullos dónde están los padres de esta niña. Grimes es una luz de neón en el desierto. Su pelo, siempre del color de algún tramo del arcoíris, su ropa rasgada y ancha, como sacada de un mercadillo japonés de lujo, y los tatuajes que le salpican la piel son la materialización perfecta de la música que compone. El mes pasado, Stella McCartney eligió a la cantante de 28 años como uno de los rostros de POP, el nuevo perfume de la firma. “Grimes es la verdad”, escribió la diseñadora en su cuenta de Instagram. Alexander Wang también quiso contar con la músico canadiense en una campaña solidaria en la que participaron estrellas de la talla de Kanye West, Cara Delevingne o Kate Moss. El káiser de la moda, Karl Lagerfeld, se rindió a su rebeldía en 2013, cuando la vistió para la Gala del MET. “Es una descarada”, dijo de ella, que es el equivalente a un “qué encanto eres” en los labios de tu suegra.

Grimes, cuyo nombre real es Claire Boucher, dispara con los ojos cerrados y da en el centro de la diana. Su nombre artístico lo encontró en la lista de adjetivos que MySpace sugería (¿Sigue funcionando MySpace? ¿No ha caducado ya el dominio de la web?) cuando el usuario creaba su perfil. No sabía qué significaba, pero le gustó el sonido de la palabra. Le añadió una s al final. La Sasha Fierce de Vancouver acababa de nacer. Comenzó a subir algunas de sus canciones a Internet, las que creaba con el programa que su ordenador traía de fábrica, y, pasados unos meses, ya contaba con una sólida base de fans que le aclamaba en tuits y posts de Tumblr. Grimes es rebeldía capilar, psicodelia apocalíptica, gatitos y dibujos en la piel (antes de mudarse a Estados Unidos, solía llevar una pistola de tatuajes en el bolso que desenfundaba cada vez que le apetecía grabarse algún recuerdo). Grimes es hija de Internet, y eso es precisamente lo que atrae a sus miles de seguidores y a las firmas de moda.

Y a los titulares. El verano pasado la prensa la elogió por su aparición en la gira estadounidense de Lana del Rey y la criticó por pinchar All I Want For Christmas Is You en una fiesta ibicenca. Una fiesta celebrada en agosto. Pero la canadiense no suele leer lo que los periódicos escriben sobre ella, así que ni se planteó eliminar la canción de Mariah Carey de su playlist de DJ. Lo que sí lee son los comentarios que dejan sus seguidores en las redes sociales. Por eso, cuando descubrió que sus piernas y axilas sin depilar se habían convertido en una especie de fetiche cibernético, decidió afeitarse. Periódicos y blogs de música hablaron de la desaparición del vello corporal de Claire Boucher durante semanas.

Sus canciones fluctúan entre el pop y el rock, siempre empapadas de música electrónica. Es impredecible y milimetradamente caótica. Sus vídeos están hechos de medias de rejilla, oro y purpurina en una estación de metro sucia y llena de mujeres guerreras. Para el backstage de sus conciertos, pide un bulldog francés o un conejo al que poder abrazar antes de salir al escenario.

Si Taylor Swift tuviera una némesis, sería ella. Si Miley Cyrus tuviera una hermana mayor, sería ella. Si Grimes fuera un exceso, sería el exceso exacto.