Atención, pregunta: ¿cuál es el lugar de la casa que concentra mayor cantidad de agentes patógenos? Respuesta aparentemente sencilla. La mayoría afirmarán, sin temor a equivocarse, que el váter. Otros, que el cubo de basura. Y otros muchos proclamarán ufanos que se trata del escritorio, alegando aquello de ‘lo he leído en un dominical’, o similar. Pues error. En realidad, el foco más importante de bacterias es el estropajo. Su apariencia inofensiva, sus colores verde y amarillo y su pacífica esponjosidad esconden lo que en realidad se revela como un espacio apto para albergar la vida de más de 50.000 millones de microorganismos dispuestos a desencadenar enfermedades. Y esta no es una intuición, sino la categórica conclusión de un estudio científico.

Expertos de la universidad alemana de Furtwangen han constatado que el estropajo de cocina tiene una concentración más bacterias superior a la de las heces. ¿Cómo es posible, si está en permanente enjuagado y siempre jabonoso? Quizá precisamente por eso: el estropajo es un utensilio que presenta unas condiciones de humedad y calidez constantes, además de ser alimentado todo el tiempo con nutrientes de todo tipo. Un parque de atracciones para los microbios.

Los científicos tomaron como muestra 14 esponjas de distintos tamaños y densidades, y lograron hallar hasta 362 tipos de agentes patógenos. Desde salmonella hasta escherichia coli; desde kebsiella hasta campylobacter. Nombres científicos que se traducen en problemas gastrointestinales, infecciones o, incluso, neumonía u otitis. Una fiesta.

Aunque la solución parece sencilla. Además de popular. En teoría, bastará con sumergir el estropajo en lejía puntualmente, con el fin de desinfectarlo. Otros trucos caseros apuntan a su hervido o, incluso, a meterlo en el microondas durante un segundos. Nuevo error. Los autores del estudio, publicado en la revista Scientific Reports, afirman que, con ello, lo único que se consigue es reforzar la ‘salud’ de estas bacterias y aumentar su proporción. Descubrieron que las esponjas que habían sido pretendidamente desinfectadas presentaban después un porcentaje mayor de estos microorganismos que los hallados en los estropajos que no habían sido sometidos a ningún proceso de limpieza.

Por eso, revelan la que es la única solución: tirarlos a la basura y sustituirlos, al menos, una vez por semana. Aunque no quieren generar alarma, y afirman que la mayoría de esas 50 mil millones de bacterias –más o menos siete veces la población mundial– son inofensivas, y que tan sólo las esponjas muy, muy usadas pueden llegar a representar un problema serio para la salud de aquel que las utiliza para limpiar sus vasos, platos y cubiertos.

Tristemente, parece que los remedios de la abuela no son válidos en este caso. Aunque la lógica, una vez más, se impone: si el estropajo está sucio, muy gastado o huele mal, tíralo. ¿Qué pretendes estirando su vida útil? ¿Ahorrar unos céntimos? Siempre será mejor destinar una exigua partida presupuestaria a sustituirlos con más asiduidad que exponerte a compartir mesa y mantel con varios miles de millones de comensales microscópicos.