¿Que queremos perros graciosos y recetas de postres insultantemente calóricos? Facebook. ¿Saber cómo arreglaría el mundo ese compañero olvidado de la facultad? Twitter. ¿Descubrir de qué humor se ha despertado Kylie Jenner? Snapchat. Las redes sociales se han convertido en una extensión de nuestro cuerpo y por ende, en objeto de estudio. Y es que más allá de evidentes adicciones y vidas que cobran artificialidad con cada like, también tienen mucho que decir sobre nuestros líos amorosos.

Así lo revelaba este estudio publicado en una revista de psicología que, tras tener en consideración el estado anímico y la presencia online de sus participantes, determinó que aquellos que viven su relación de pareja rodeados de ansiedad e inseguridad tienden a hacerla más visible en Facebook ya que esto les permite crear una ilusión de relación ideal y estable. En la misma línea, la Universidad de Brunel publicaba este otro estudio donde concluía que aquellos participantes con la autoestima baja eran más propensos a compartir contenido sobre su relación de pareja para expresarse y reclamar como suya la unión cuando veían que ésta podía estar amenazada. Un ‘dime lo que presumes y te diré de lo que careces’ sentimental y en versión 2.0.

Sin embargo, no todo el mundo se refiere a su vida amorosa de la misma manera ante el gran público así que una vez llegada a la conclusión de que hay tantos tipos de pareja como filtros tiene Instagram, quién mejor que las celebrities para ilustrar algunas de estas tipologías de amor virtual:

Las que venden pasión y marketing a partes iguales. Hay veces en las que los protagonistas se acercan más al rol de agente que al de amante… y las Kardashian saben mucho de eso. Aquí, la familia al completo apoyando a Kanye West en la presentación de Yeezy Season 3.

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Las que son insoportablemente perfectas hasta sin querer. No, Sofía Vergara, no puedes ponerte un pollo en la cabeza y seguir estando así de estupenda.

Y ya de lo de Ryan Reynolds y Blake Lively mejor ni hablamos…

 

También están las que nos lo cuentan TO-DO. Desde el look recién levantados pre Gala MET hasta la evolución de su preciosa hija Luna (vacaciones, disfraces y mascotas incluidas).

Las que prefieren hacer borrón y cuenta nueva. ¿Eliminar toda huella de tus ex en las redes? Tal vez te lances a ello y nadie se de cuenta. Ahora, si eres la pareja más mediática del año no cuela. ¿Moraleja? Cuidado con marcarte un Swift-Harris. ¿Buscabas esta foto? A partir de ahora tendrás que tirar de Google.

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Las que quieren demostrarnos que son la familia ideal… porque lo son. En serio, ¿qué hacemos con las fotos de Halloween de Neil Patrick Harris y compañía? Puro amor.

 

En definitiva, mostrar amor en las redes sociales es una práctica de lo más común. Sin embargo, ¿cómo nos impacta y qué consecuencias puede acarrear? Hablamos con Irene Gómez, psicóloga y sexóloga en Prado Psicólogos (Calle Espalter 3, Madrid) donde cuentan con un área especializada en problemas de pareja, para saber qué supone realmente este exhibicionismo comedido online.

Lo primero que debemos tener en cuenta es cómo las redes sociales han cambiado la forma en la que construimos nuestra imagen de puertas para afuera. Una imagen que tiende estar idealizada, tal y como explica Irene Gómez: “Muchas personas obtienen refuerzo social mientras otras deciden abstenerse para proteger su intimidad o simplemente por cuestión de tiempo. El uso de las redes nos mantiene conectados, pero también puede reducir el contacto social presencial y favorecer las obsesiones, especialmente en situaciones de ruptura o conflicto en pareja”.

Una cuestión que revela la fragilidad y la polarización de nuestra identidad en la red: ¿Qué nos mueve realmente a la hora de compartir un ‘selfie’ o actualizar nuestro estado civil en Facebook? “Hay personas que se sienten felices al poder mostrar a los demás que tienen pareja y obtienen reconocimiento social, otras, se sienten más seguras proyectando una imagen ideal. En definitiva, cada persona es un mundo”, añade Irene.

Sin embargo, no podemos pasar por alto la cantidad de tiempo y esfuerzo que invertimos en moldear nuestro alter ego digital. La agencia de marketing Mediakix decidió echar cuentas a finales del año pasado (aquí el estudio) y determinó que una persona pasa una media de cinco años y cuatro meses conectada a las redes sociales a lo largo de su vida. ¿Sabes que podrías viajar a la luna y volver 32 veces en ese tiempo? Ahí queda eso.

Sin embargo, la psicóloga matiza que no se trataría tanto de la frecuencia al publicar sino del nivel de malestar o de interferencia que esto tendría en nuestra vida cotidiana y nos invita a buscar el ansiado equilibrio para poder disfrutar del presente en compañía de las personas que queremos pero sin dejar de lado a esas otras personas con las que mantenemos el contacto a través de estas herramientas.

Atenta a las señales de crisis

Seguro que tú también cuentas con una pareja de enamorados en tu feed de Facebook que no escatima en muestras públicas de amor. Sin embargo, aquí también se pueden detectar indicios de que algo no va bien. Concretamente, cuando se peca de exagerado: “El cambiar el estado en Facebook, bloquear a la pareja o empezar a colgar fotos en las que se está disfrutando con los amigos u otras personas cuando hay discusiones también podría ser un indicio de crisis”, defiende Irene.

Además, llegado el caso de ruptura, querer continuar con este estilo de vida de compartir cada momento puede ser doloroso, sobre todo cuando no se tiene qué publicar. Es aquí cuando se nos ve el plumero (otra vez): “En estos casos, publicar demasiado puede venir motivado por un deseo de que la ex pareja vea o se entere por medio de terceros de que está rehaciendo su vida. Ante una ruptura, es importante que una persona dedique tiempo y esfuerzo al autocuidado y la publicación constante puede ser una fuga de energía. Además, cuando se sufre una ruptura, las personas están más vulnerables y sensibles por lo cual publicar de forma continuada puede llevar a que se reciban comentarios que sean malinterpretados o dar pie a que personas opinen sin información suficiente”, sentencia la psicóloga.

Si ya no hay vuelta atrás, queda terminantemente prohibido cotillear: “En caso de ruptura, especialmente si esta ha sido difícil y unilateral, se aconseja abstinencia en cuanto a utilizar las redes sociales para contactar o saber de la vida de la expareja ya que es fácil que las personas se obsesionen y comprueben una y otra vez su estado y esto no facilita el proceso de duelo”, explica Irene.

Pero como lo que queremos es evitar llegar a esta situación o por lo menos, que no sea por culpa de las nuevas tecnologías, aquí un ejemplo de lo que no hay que hacer y con el que seguro te sentirás identificada: "Una escena habitual de muchas parejas es estar cenando pendientes del móvil, respondiendo whatsapps y mirando correos. La crisis en la pareja muchas veces viene por la falta de comunicación y de tiempo de calidad. Además, las nuevas tecnologías suponen una fuente importante de malas interpretaciones en la pareja. En consulta, cuando es necesario, pautamos espacios para poder conectar y hablar con la pareja sin interferencias”, explica. ¿Por qué no fijáis unas horas de desconexión absoluta al día? Podríais optar por dejar los móviles junto a las llaves nada más llegar a casa del trabajo, por ejemplo.

Así que ya sabes, si realmente quieres ser feliz, deja de lado los likes, los “¿por qué todavía no has subido una foto nuestra?”, los celos virtuales y las falsas expectativas. Si es el amor de tu vida, lo sabrás antes que Facebook.

Vía: Harper's BAZAAR ES