Antes pensaba que era libre, pero la sociedad, la educación y lo que se espera de una niña buena eran cosas que me ataban sin saberlo. Un día me desaté. Marcos, mi amor, me ayudó a ello. Me presento: me llamo Zoe y algunas me conoceréis por mi cuenta de Twitter, @zoeswinger, y porque he escrito una novela, Zoe en Horizontal, donde cuento mi experiencia swinger. Esta palabra suele designar a una persona que practica el intercambio de parejas. Pero yo lo definiría como alguien que vive el sexo con libertad, que se  ha desecho de los sentimientos de posesividad y miedo.   

Y LLEGÓ MARCOS

Hasta los 34 años mi forma de pensar era convencional. Llevaba mucho tiempo con mi novio de toda la vida, era feliz y en la cama no nos iba mal, pero siempre tenía la sensación de que nos faltaba algo. Entonces pasé por una crisis personal y apareció Marcos. Con él nací a un mundo nuevo, en el que las mentiras no existían porque no eran necesarias. Un rincón secreto donde su placer era mío, y el mío, suyo. Recuerdo la primera vez que pisé un local liberal. Estaba asustadísima. Pensaba que una vez dentro me vería obligada a tener relaciones con desconocidos. Que iba a encontrarme con obsesos, maníacos... Algo así como una película de David Lynch.

Y no. Hay personas normales. Matrimonios que deciden jugar con más gente, parejas de amigos, chicos y chicas solos. Porque se puede ir de todas esas maneras. Y lo mismo a tomar una copa y mirar que a tirarte toda la noche teniendo sexo como una loca. El límite lo pones tú. El respeto y la privacidad son totales: está prohibido hacer fotos y el personal vela por que todo se desarrolle correctamente.

¿CÓMO SE LIGA?

El secreto está en dos conceptos: naturalidad y sentido común. Los bares se dividen entre zona de barra, que es como un pub, y el interior, con laberintos surcados de zonas acolchadas donde se practica sexo sin complejos. Si estás en la primera y te atrae una persona o pareja, el método es el normal. Pero lo haces con tu chico y el objetivo son otras dos personas. ¡La emoción se multiplica! Es habitual acercarte y soltar el clásico «Hola, ¿venís mucho por aquí?». Detrás va una charla donde se ve si hay feeling. No es muy distinto de la vida vertical.

MUNDO ‘HORIZONTAL’

Perdonad, no os he explicado la diferencia entre vertical y horizontal. En este ambiente se denomina vertical a todo lo que queda fuera de ese mundillo. Una quedada vertical sería como otra cualquiera, para tomar algo, charlar... Y una horizontal sería, en cambio, una fiesta que muy probablemente acabe en orgía.

Mi trabajo, mi familia, casi todos mis amigos, ir a la compra, al taller... son mi universo vertical. Acudir a un local liberal o a una fiesta privada para celebrar el cumpleaños de una pareja swinger es lo que tengo de horizontal. Conviene no mezclar ambos, porque puedes tener disgustos.

¿JUGAMOS?

Volviendo a lo que os contaba sobre ligar. Cuando ya estás en la zona de juego, hay un código no escrito: si te gusta una persona, te acercas, le acaricias suavemente y, si no te retira la mano y se deja hacer, continúas... y continúas hasta donde los dos o tres o cuatro o veinticinco queráis. Si te retira la mano, eso significará un «no», y nunca, jamás, deberás insistir.

¿Pero, si estás enamorada de tu chico, cómo puedes compartirlo?, os preguntaréis. Tengo amigas que me dicen que lo harían, pero solamente con un amigo. Yo les contesto que es mucho mejor con tu pareja. Los locales liberales son como parques de atracciones para adultos. Si te quitas el miedo, entras en un universo de sensaciones. Y esas emociones vividas juntos os unirán más. Porque aquí no hay cuernos, sólo momentos compartidos o contados. Digo eso porque entre los que he conocido, he visto varias formas de vivirlo. Cada cual tiene sus códigos y sus límites.

LIBERTAD TOTAL

Hay determinadas parejas que mantienen relaciones con otras únicamente con su compañero presente. Otras, en cambio, permiten al otro volar solo. En mi caso, no entiendo otra cosa que la libertad total. No se le pueden poner puertas al campo del deseo. También tengo amigos que viven siete días a la semana en horizontal. A mí me gusta tenerlo como una posibilidad, pero la mi vida tampoco gira en torno al sexo.Puede que pasen semanas sin que pise un local. Eso sí, hay ciertos días en que la diablilla que llevo dentro me pincha, y entonces...

Conviene aclarar que este mundo no tiene nada que ver con el poliamor. Aquí no se comparten sentimientos, sino cuerpos, lenguas, gemidos, risas... Y cuando todo eso termina, cada cual se va a su casa. No os creáis que yo pienso así de repente. Fue una evolución, siempre de la mano de Marcos y con mi antigua conciencia como un Pepito Grillo sermoneándome a cada rato. Hasta que la envié a vivir con la señora Grillo y me dejó en paz. ¡Creo que ahora ellos también se han reconvertido en swingers! 

Este artículo apareció originalmente en la revista Cosmopolitan de febrero de 2017