Quien tenga niños (o hermanos) pequeños sabe que el repertorio de platos que consiente en comer un crío es muy limitado. Con la edad (y un poquito de voluntad) el paladar se educa, y comenzamos a comer de manera más variada. La conciencia sobre comer bien y sano también nos influye. Pero ¿y con el sexo? ¿Es la juventud tan intrépida y exploradora en la cama como nos venden?

Las ganas de cambiar de postura, de echarle imaginación al tema va unido a la propia personalidad de cada uno. Así, el que es comodón lo es en todas partes, y con los años esa tendencia “vaga” se acentúa, más aún si se vive en pareja.

Como con la comida, en el sexo hay que buscar más el placer que la satisfacción inmediata. Si tienes mucha hambre y vas con prisa, con una hamburguesa o pizza te das por satisfecho. Pero si realmente te gusta la experiencia de comer, seguramente obtendrás mucho más placer con una comida elaborada.

Tendemos a repetir lo que nos gusta, nos da miedo buscar otras formas de satisfacción, por el miedo al fracaso y porque si algo se nos da bien ¿para qué cambiarlo?. Pero esta actitud lleva a la rutina y a la falta de interés.

Y así nos quedamos con las 3 posiciones clásicas: misionero, ella encima, y penetración vaginal por detrás. Dependiendo de la edad de los participantes (y las lesiones de rodilla -ay, el running; ay, el snowboard), se optará por una u otra. Sota, caballo y rey. La efectividad por encima de la diversión.

Pero hasta el misionero tiene sus inconvenientes: no todos los hombres saben mover bien la cadera, con un movimiento de ola, y algunas mujeres no contribuyen moviendo a su vez las caderas, quedando en posición pasiva. Es poco efectiva si te cuesta llegar al orgasmo.

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Con ella encima, en una posición de control y poder, los chicos disfrutan más, pero hay que tener una mediana buena forma física, y cierta seguridad sobre el propio cuerpo (un consejo: a tu pareja le va a encantar esta postura, aunque no tengas un cuerpo perfecto. Olvida tus complejos).

Un clásico en el imaginario masculino es el doggy style (que es como les llaman los ingleses, megafans de esta posición). Pero esta postura tiene también ciertos inconvenientes para las mujeres: la penetración es tan profunda que no siempre es placentera, y la ausencia casi de estimulación clitoridiana puede devenir en la pérdida de lubricación.

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Lo ideal, para prevenir la falta de interés por la rutina, es combinar los tres clásicos añadiéndole variaciones: alternar quién lleva el control, cambiar de lugar (la cama por la encimera de la cocina, el sofá o, si hay cierta intimidad, la colchoneta en el balcón). Aprovechad el verano y las vacaciones para darle un empujoncillo a vuestra vida sexual.

TIPS PARA INSPIRARSE: Leer el Kamasutra, BIEN; mirar porno en internet, ERROR.

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