La meditación dinámica es la solución para poder practicar 'mindfulness' incluso en los días en los que estás más a tope. Por no hablar de que también es la forma perfecta para meditar si eres de esas personas que no puede quedarse quietas durante mucho tiempo. Por suerte, es posible alcanzar un estado meditativo cuando estás en movimiento. El gurú espiritual indio Bhagwan Shree Rajneesh, conocido como Osho, fue el inventor de la meditación dinámica, como forma de adaptación al mundo moderno, donde la falta de tiempo es una realidad. Por eso este tipo de meditación activa o dinámica es la más eficaz si en tu día sobre estrés y falta tiempo par llegar a todo lo que te gustaría. Rosana Plaza, mediadora, coach ejecutivo e instructora profesional de 'mindfulness' en Psicopartner, te explica qué es, para qué sirve y cuáles son los principales beneficios de la meditación dinámica.

Diferencias entre la meditación dinámica y la tradicional

Aunque sus objetivos coinciden en grandes líneas –ambas buscan alcanzar la salud física y mental– difieren bastante. La meditación dinámica es una práctica más intuitiva y con menos esfuerzo, que no requiere de estar en una postura estática, por lo que es perfecta para la gente más joven o los meditadores noveles. Se aleja así de la formalidad y rigidez que caracterizan a la meditación tradicional, ya que no requiere de tanto esfuerzo para concentrarse. Se podría decir que la meditación tradicional te trae a tu mente y la meditación dinámica te lleva a tu cuerpo, prestando atención en los movimientos que realiza y sensaciones que experimenta. De hecho, la clave está en prestar atención a cómo está tu cuerpo; por ejemplo, si corres, cómo pisan tus pies el asfalto, te da el aire en la cara o cómo comienzan a calentarse tus músculos; si es en la ducha debes fijarte en cómo corre el agua por tu cuerpo y qué sientes en tu piel con respecto a la temperatura.

Beneficios de la meditación activa

Ayuda a gestionar el estrés y la ansiedad de quien la practica. Las investigaciones apuntan a que estaría funcionando el mismo mecanismo que subyace en las formas tradicionales de meditación. La liberación de las emociones reprimidas que surge a lo largo de esta meditación (puede ser a través de la risa, lloro, gritos, golpes…) es lo que da lugar a la disminución del estrés y de su hormona asociada: el cortisol.

Con qué frecuencia se debe practicar

Para empezar a ser consciente de los cambios que produce esta práctica meditativa, tanto en el cuerpo como en la mente, es necesario que la lleves a cabo a diario. Puedes empezar con 10 minutos e ir subiendo el tiempo hasta los 20-30 minutos. Como estos cambios tienen un origen neuronal, y la plasticidad del cerebro requiere de un tiempo, para ir generando nuevas redes neuronales, deberás llevar unos 21 días de práctica –este es el periodo necesario para establecer nuevo hábitos– para notar sus beneficios. En cualquier caso, cuanto más practiques y más regular sea tu práctica, los efectos serán más duraderos y de mayor calado. Y esto se aplica a cualquier tipo de meditación.

Lo mejor es que puedes probar este ejercicio mientras sales a correr, te lavas la cabeza, paseas a tu perro, montas en bicicleta, vas en el metro de vuelta a casa… De hecho, es posible convertir muchas actividades diarias en meditativas. Tan solo tendrás que empezar poco a poco, prestando atención plena a tu cuerpo y disfrutando de lo que estás haciendo en cada momento, sin pensar en otras cosas externas, del pasado, presente o futuro.