La idea de pasar una semana con las uñas de Rosalía, Cardi B, Bad Gyal y demás 'celebrities' a todos los lados, y que podrían arañar a cualquiera con una sola mirada (a los hechos de la guerra Cardi vs. Nicki me remito), surgió de la misma manera que surgen todas las cosas importantes de la vida: con un "a qué no hay ******". Nosotras, que estamos muy 'living' con todo lo que tenga que ver con raperas, uñas y las Kardashian, nos pasamos el día pensando y riéndonos de cómo sería el día a día de una de ellas. Una servidora lanzó al aire la propuesta del millón y, lejos de pensar que acabaría con unas uñas de mala mujer una semana más tarde, pregunté inocentemente: "¿Y si hacemos un tema sobre 'Viví con las uñas de una famosa durante una semana y esto fue lo que realmente pasó'?". Pues aquí estoy, contándoos mi experiencia. Porque esto fue lo que realmente pasó cuando me puse unas uñas kilométricas.

Uñas acrílicas: lo que nadie te cuenta

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Me recorrí Instagram, que actualmente es como las Páginas Amarillas, buscando un lugar guay para llevar a cabo esta tarea, y me topé con Be Boo. Es un centro de estética, anteriormente conocido como Nailz Boo, especializado en uñas, peluquería, tratamientos capilares y estéticos. Por sus puertas han pasado 'influencers' como Madame de Rosa y Laura Escanes o cantantes como Rosalía o Becky G. Por no comentar que Blanca Suárez y Dulceida son clientas fijas del salón.

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Día 1. Empieza el show.

13.00h. Me senté en un sillón del salón, situado en la madrileña Plaza de Pedro Zerolo 1, y apareció Tania. Lo siguiente que recuerdo es su pelo mitad azul, mitad negro, y sus uñas con dibujos manga. "¿Cómo me va a hacer las uñas esta chica con las garras que lleva?", pensé. Después, me preguntó cómo las quería: "lo más Cosmo, rosa y brillante que puedas", fue mi respuesta. Casi cinco horas más tarde, salí de Be Boo con unas maravillosas uñas acrílicas de la talla 5 -de las siete disponibles que hay-, de estilo 'stiletto', repletas de brillos, con papel de plata encapsulado y una cadenita colgando de una y la palabra Cosmo escrita en otra.

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Miriam Yeleq

Lo siguiente que recuerdo es que me abrieron la puerta de Be Boo, ya que parecía un canguro y me daba miedo tocar cualquier cosa. Después me topé con el primer inconveniente de la semana: pelearme con mi tarjetero para sacar el abono transporte de la ranura y sentir los ojos de la gente en el Metro sobre mis uñas, mientras mis pulgares chocaban entre sí al escribir a mis amigos que había sobrevivido.

Día 2: Esto no ha hecho más que empezar.

7.30 am. Suena el despertador. Todo lo que había ocurrido en la tarde de ayer parecía un sueño ya que, nada más abrir el ojo, realicé el gesto más primitivo y común de todo ser humano: quitarse las legañas. El resultado fue que me metí una uña en el lacrimal. Empezamos bien la semana, sí.

Pero no creáis que esto me desanimó. Estaba 100% convencida de que podría sobrevivir con estas garras durante una semana y vivir para contarlo (el resultado, más abajo). Por lo que me dispuse a darme una ducha y prepararme para el primer día de mi nueva vida (qué exagerada soy). Aplicarme el champú fue demasiado estimulante para no ser ni las ocho de la mañana. Mis uñas parecían uno de esos aparatitos metálicos con forma de araña que dan cierto gustillo (o grima) cuando los introduces por el cuero cabelludo.

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miriam yeleq

Cuando llegue a la redacción de Cosmo, todos estaban 'living' con mis uñas, pero me encontré con el verdadero problema que podría surgir de toda esta locura: escribir en el teclado. Porque el tema de pasar una semana sintiéndome Rosalía estaba de lujo. Ahora, lo de no poder teclear por la tontería, es otra cosa. Tania, la maravillosa artista de uñas, me aconsejó que escribiera con la punta. Os prometo que lo intenté, pero acabé haciéndolo con las yemas y su correspondiente tendinitis en los dedos.

Día 3. Todo el mundo flipa con mis uñas...

Aunque yo no flipé tanto cuando se me ocurrió ponerme ese día unos pantalones vaqueros pitillos y convertir el suelo de mi cuarto en un ring de 'Kung Fu Panda' con los botes que estaba dando para subirme esos 'jeans' tan ajustados, pero que hacen 'culazo', todo hay que decirlo. Después de mil saltitos, cuatro suspiros de desesperación y quedarme K.O. sobre la cama intentando abrocharme el botón (juro que esa 36 me entraba la semana pasada) y algún grito de mi madre avisándome de que llegábamos tarde, conseguí ponérmelos y salir pitando al trabajo.

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miriam yeleq

¿Recordáis la ilusión de mis compis de curro? Pues no he visto a mis amigos tan emocionados en la vida. Ellos, inocentes, que se creían que no iba a ser capaz de ponerme unas uñas así porque, ya que no os lo he comentado, me las he mordido desde que tengo uso de razón. Después de unas cervezas por allí, unos stories varios para Instagram y otras risas por allá, caí en la cuenta de dos cosas: que mis uñas llamaban la atención de todo el mundo (acumulé como cinco comentarios referidos a ellas esa tarde) y que te hacían 'fashion' hasta un chándal, modelito que justamente me planté ese día. Prometo que en ese momento hasta me planteé dejármelas con esta longitud toda la vida. Hasta que llegó el día 4...

Día 4. Esto se pone serio.

Llevaba dos días y medio con las uñas más largas que he visto en mi vida y una lista de cosas que quería hacer con ellas más extensa que las propias 'nails'. Y hacerlas me sirvió para darme cuenta de que, o las famosas tienen a alguien que se lo hace TODO, o se las quitan y se las ponen cuando lo necesitan.

El primer drama real lo tuve con el pelo. Tengo que reconocer que yo soy muy de trenzas o, en su caso por pereza o prisas, de moños mal hechos. Pues oye, ni la una ni la otra. Meter las uñas entre mi pelo y una goma era un auténtico caos. Cuando no se me enganchaba el colgante que llevaba puesto en el índice, la longitud de las mismas me impedía dar una vuelta más a la goma y apretarla como es debido. ¿Conclusión? Llevé unos pelos toda la semana, que hasta La Vecina Rubia se hubiera cabreado conmigo por no lucir 'pelazo'. Yo que creía que esto sería como tener un peine en las manos, solo pude aprovecharlo para el flequillo.

Además, os lo voy a reconocer, una servidora no es ninguna cocinillas. Es más, podría considerarme la reina de las ensaladas ya hechas y los platos precocinados. Aunque, hemos venido a jugar ¿no? Pues me puse manos a la obra olla, o a la cebolla mejor dicho, porque no os imagináis cómo llore. No por ser incapaz de picar el vegetal, las uñas me servían de tope y me creía Chicote con su "pim, pam, trucu, trucu". Sino porque se quedó impregnado el picor en las uñas y cada vez que me iba a rascar el ojo me picaba como mil demonios. Por cierto, fregar platos fue sumamente fácil (Nótese la ironía).

Día 5. A David Bisbal le gustan mis uñas (y desmontamos algún que otro mito).

No. Ni os estoy engañando, ni tengo la suerte de tener al de los rizos entre mis 'followers'. David Bisbal me dijo, cara a cara, frente a frente, ojo a ojo, que le gustaban mis uñas. También comentó que a dónde iba con esas uñas, frase que he escuchado bastante durante mi convivencia con ellas. Pero, me da igual: ¡'David Bisbal likes my nails'!

El siguiente reto en mi nueva vida con las uñas -digo nueva porque el piropo hacia mis garras de David Bisbal me dejó muerta y enterrada-, era desmontar mitos. El primero de ellos consistía en comerme una hamburguesa grasienta y llena de queso, hacerme una foto 'instagrameable' del momento y vivir para contarlo. Lo de la foto digna de cien 'likes'... vamos a dejarlo. Eso sí, al agarrar esa pedazo de 'bacon cheeseburguer' con las uñas me sentí como Carmen Lomana en su anuncio de hamburgueserías.

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Nerea Panicello

La inspiración de otro de los mitos que quería comprobar surgió de esta imagen hecha en en un concierto de Bad Gyal:

Aquí, en la redacción Cosmo, siempre nos hemos preguntado cómo la cantante Bad Gyal es capaz de hacer lo que aparece en la pancarta. Y aún no tengo la respuesta. Os prometo que estuve veinte minutos, bajo la intensa mirada de mis amigos, intentando liar un cigarro sin ningún resultado. O mis dotes no son nada buenas o aquí hay alguien que realmente tiene la profesión de 'liador' para la cantante.

Día 6. Juro decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad.

Cuando me dijeron que tenía que narrar todo lo que ocurriera en esta semana imitando a Cardi B, se referían a T-O-D-O lo que hiciera, literalmente, en esos siete días. Pues bien, empecemos con la parte más íntima de la historia.

Una de las cuestiones más preguntadas por la gente de mi alrededor era: ¿cómo te limpias cuando vas al baño? Debo confesar que el tema de la higiene lo dominaba a la perfección. Ahora, con el momento de tirar de la cadena, tenía algunos problemas más. No me preguntéis por qué, pero cada botoncito del wc se convertía en un acto digno de un máster. Qué digo máster. ¡Un doctorado! Tal fue el problema que acabé usando un cepillo de dientes como palo introductor y mi nudillo desarrolló un sexto sentido. ¡Y tengo testigos que lo pueden corroborar!

También debo confesar que -madre mía, ¡qué de confesiones!- al escuchar la palabra TODO por parte de mis compañeras, mi mente aún hormonada pensó en el tema del sexo. Y yo, que soy una chica Cosmo comprometida con la verdad, os la voy a contar de pe a pa. Realmente, no hubo grandes problemas de cama. El tema del auto placer fue raro. Básicamente porque una servidora no se atrevió a introducir esas largas uñas dentro ella. Lo siento, es lo que hay, llamadme cobarde. Pero en pareja fue bastante divertido... para mi, porque a la otra persona le dejé alguna que otra marca de guerra en la espalda. Eso sí, si tenéis miedo de hacer daño al practicar alguna técnica manual, ¡tranquilas! Las uñas no os van a impedir absolutamente nada. (¡¡¡Bieeeeeeen!!!)

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Y hablando de hacer el amor y las consecuencias que pueden venir después (tranquila mamá, no estoy embarazada), me dispuse a cambiar los pañales de mi pequeño sobrino. Cardi B acaba de ser madre y necesitaba comprobar si era real que ella podía hacerlo con las semejantes garras que suele llevar. Tras mucho convencer a su madre, mi prima, y con previo aviso del tortazo que me podría calzar si arañaba las posaderas del pequeño bebé (redoble de tambores) ¡fue pan comido cambiarle el pañal!

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Nerea Panicello

Día 7. Es mi 'fuc**** birthday' y llevo estas uñas de mala mujer.

No pude tener una mejor despedida para mis uñas. Solo me faltó dedicarles un ritual. Y es que, por capricho del destino (y que había cuadrado mi agenda la mar de bien) aún tenía mi manicura para el día de mi cumpleaños y quería hacer con ELLAS (a estas alturas ya tienen nombre propio) algo que me encanta: comer sushi. No es por tirarme flores, pero soy una auténtica crack con los palillos... hasta que las uñas se adueñaron de mis dedos y acabé dejando la mesa del restaurante cual campo de batalla, entre los granos de arroz esparcidos y las gotas de salsa de soja derramadas. Sin embargo, era mi cumple y nada que no pudiera quitarse de la blusa que llevaba esa noche con un antimanchas lo podía estropear. Tampoco lo estropearon los tres chicos que intentaron entrarme con la excusa de lo guays que eran mis uñas.

Al día siguiente, volví a Be Boo para quitarme, con mucha pena, aunque con muchas ganas a la vez, mis preciadas uñas. Tania, la chica que me las puso, se sorprendió de lo bien que había llevado convivir con ELLAS. Pero, sin más dilación, les dije adiós. Adjunto prueba sustancial de la tristeza que invadía mi cuerpo.

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Nerea Panicello

Informe de daños.

Porque daño sí que me hice en más de una ocasión. Principalmente, cuando una noche, en uno de mis típicos espasmos nocturnos (sí, doy un poquito miedo cuando sueño), lancé mi brazo estampando mi pulgar hacia la pared, despertando a mis gatos y a todo el vecindario. Y hablando de felinos, los míos estaban encantados con mi manicura y el placer que les producía en la barriga. A ellos y, entre nosotros, a mi misma cuando me rascaba la espalda.

En definitiva, una servidora 1 - uñas 0. Porque cero son las uñas que me rompí. Eso sí, la experiencia fue increíble. Y pude proponerme un nuevo reto personal: dejar de mordérmelas, volver a reencontrarme algún día con ELLAS -cuando los astros se alineen o llueva refresco de cola (ojalá)-, y jamás volver a menospreciar lo complicado que es sobrevivir una semana a una manicura de casi cuatro centímetros. Que parece poco, pero es 'too much'.

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Nerea Panicello

Nerea Panicello es experta en música, series y redes sociales. No hay canción pop que no haya pasado por los auriculares que siempre lleva puestos, entrega de premios Grammy o MTV VMA’s que no haya cubierto en directo o festival al que se haya quedado con ganas de ir. Tampoco ficción (serie o película) de Netflix o HBO Max de la que no se obsesione con el reparto y busque todas las teorías de los fans. Ni reel de Instagram o vídeo de TikTok viral que no haya recibido su ‘iike’. Su carpeta de guardados en IG está repleta de ideas para crear contenido.

Su momento favorito de la jornada laboral es cuando se sienta frente al artista o intérprete de turno para someterle a sus preguntas o a unos de los retos en vídeo de COSMOPOLITAN. Ha entrevistado a cantantes como Lola Índigo, Rauw Alejandro, Camilo o la banda Morat. También a actrices como Claudia Jessie (‘Bridgerton’), Kristen Stewart o Maisie Williams. Aunque siempre recordará sus cinco minutos de gloria con los Jonas Brothers.

Nerea se graduó en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos en 2018. Antes de colocarse el birrete, realizó prácticas durante 2017 en la Revista de Ana Rosa Quintana. Lleva formando parte de Cosmopolitan desde 2018. Actualmente está terminando un Máster de Periodismo Digital y Nuevos Perfiles en la Universidad Rey Juan Carlos. En sus ratos libre, recibe clases de lengua musical y batería para seguir mostrando lo que no se ve las canciones.

Acumula seis años de experiencia, en los que ha elaborado temas para sus versiones ’print’, diariamente en digital y ejercido de Community Manager en cuantiosas ocasiones.