Tiene 39 años, es periodista y nació en Argentina, aunque sus padres son uruguayos. Lleva en España –a la que adora– más de 15 años. Natalia vive en Zaragoza con su novio. Y con un perro y un gato, que son su debilidad. Da clases de canto e invierte gran parte de su tiempo libre en preparar su libro. “Adoro escribir… ¡Para eso soy periodista!”.

Hasta ahora, un currículum más que habitual. Pero el día a día de Natalia también está marcado por otra realidad. Esta, más particular. Atípica. Hace ocho años, a Natalia le fue diagnosticado un trastorno bipolar. “La noticia es muy dura y cae como una losa. El primer ingreso fue debido a un episodio de manía, un estado que te saca del mundo real para meterte de lleno en uno propio, ficticio”, recuerda. Natalia explica que, cuando caes por fin en la realidad, cuando la medicación te hace efecto, te rebelas, pero terminas por asumir que tienes una enfermedad: “Acabas siendo consciente de que esta dolencia es como otra cualquiera, que se puede tratar y controlar, que se puede cronificar. Y que está en tu mano hacer que no pueda contigo”. Y así fue como Natalia comenzó su pelea. Y cómo terminó ganando el pulso.

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“La primera lucha fue conmigo misma”

Primero llegó el estigma personal. “Todos tenemos muy asumida la imagen del loco, vinculada siempre a alguien peligroso”, sostiene Natalia. Por eso, ella, como tantas otras personas, tuvo una fuerte crisis de autoconcepto que le llevó a perder a casi todas sus amistades y encerrarse en sí misma. Ella, efectivamente, se rebeló. Se enfadó con el mundo. Pero, con la ayuda de su familia, fue capaz de entender que ese no era ni mucho menos el final.

Comenzó a tratarse, a controlar aquello que habitaba en su cerebro y la hacía ser diferente. Y lo dominó. Aunque todavía quedaba otra prueba, igual de dura o más que la lucha librada consigo misma: el estigma social. “Al enfermo mental se le sigue viendo como a alguien que más vale tener lejos. Esa es, sin duda, una asignatura pendiente de la sociedad”, se lamenta Natalia. Recuerda su miedo a no ser aceptada, sus recelos a la hora de relacionarse con los demás. Y recuerda también cuando, poco a poco, fue dándose cuenta de cómo muchas personas seguían viendo en ella lo que era de verdad: simplemente, Natalia. Algo diferente, sí, pero exactamente igual en el fondo.

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La persistencia de unas creencias erróneas

“Lo más frecuente es que la sociedad piense que los enfermos mentales son personas violentas o peligrosas”, comienza Lola Sobrino, psicóloga y responsable del Área Social de la asociación en que la se ha apoyado Natalia, y completa: “La realidad, probada con estudios, revela que el índice de delincuencia del colectivo está por debajo del de las personas que no padecen ninguna patología de este tipo”. La Asociación Aragonesa Pro Salud Mental, ASAPME, ayuda a cientos de personas que, como Natalia, entienden que su dolencia es un enemigo poderoso, sí, pero que no tiene por qué imponerse.

“Todos tenemos muy asumida la imagen del loco, vinculada siempre a alguien peligroso”

En ASAPME Natalia recibe terapia psicológica y también disfruta compartiendo su tiempo libre con personas en situaciones similares a la suya. “Es una rutina más, como las clases de canto que también recibo, pero que me reconfortan al poder ver de primera mano que muchas otras personas son igual de guerreras que yo”, afirma.

Y ello está relacionado, precisamente, con otra de las creencias más extendidas: son muchos los que piensan que las personas con ciertas patologías no pueden llevar una vida normal ni aportar nada a la sociedad. “Es falso: también pueden trabajar, amar y ser amados, construir su entorno, con la única diferencia de que deben seguir un tratamiento farmacológico adecuado”, confirma la psicóloga Sobrino.

“Sabemos mucho menos de las enfermedades mentales que de otros cuadros clínicos"

Para Natalia, el problema está en el desconocimiento: “Sabemos mucho menos de las enfermedades mentales que de otros cuadros clínicos y eso nos lleva a sentir miedo y rechazo por algo que, como la diabetes, también se trata con medicamentos”, se lamenta. Pero ella no se rinde. Sigue trabajando cada día para llevar la vida que desea. Sigue amando a su novio y, a la vez, recibiendo su amor. Igual que el de su familia y sus amigas. Y mientras todo eso sucede, sigue escribiendo su libro, en el que contará su experiencia y con el que tratará de ayudar a otros que, como ella, también se enfrentan a sus propios fantasmas y con las duras rocas con las que algunos salpican su camino.


¿Qué es el trastorno bipolar?

Se trata de una enfermedad que afecta a las estructuras cerebrales encargadas de regular el estado de ánimo, lo que genera fluctuaciones en el humor y las emociones con dos fases diferenciadas: manía y depresión. Los que la sufren presentan marcados cambios de comportamiento, dificultando la consecución de actividades cotidianas.

Según datos de la OMS, afecta a alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo.