La imagen de la fábula del burro y la zanahoria se parece bastante a la frustración que genera el ansia de perfección, o esa sensación de que las cosas siempre podrían estar mucho mejor. Ese informe podría haber abarcado más fechas y datos, tú podrías estar más 'fit' o tu alimentación ser más sana. Nunca es suficiente, y el bucle nunca para. ¿Te suena?

Los especialistas en salud mental llevan tiempo alertando sobre el aumento de la incidencia de casos de ansiedad, estrés y depresión con la autoexigencia y el perfeccionismo de telón de fondo. Muchos famosos ya han hablado públicamente de ello, como el cantante Pablo Alborán, que declaró hace poco haber necesitado ayuda profesional cuando se dio cuenta de que la autoexigencia le estaba empezando a quitar el sueño.

Entre las causas de este aumento está el consumo de redes sociales y la comparación inconsciente a la que nos exponemos con otras personas y perfiles. "Pero tampoco podemos desligarnos del momento histórico: ni de la incertidumbre económica, ni del despertar de la Inteligencia Artificial y sus derivados, de la pandemia, de la guerra Rusia-Ucrania...", dice Claudia Miraglia, creadora del método COR, un sistema terapéutico propio que involucra cuerpo, mente y espíritu.

Además, proliferan perfiles que nos dan 'tips' y recomendaciones para ser más eficientes, rápidos y perfectos, "para hacer más cosas en menos tiempo o levantarnos cada mañana dos horas antes a la vez que nos procuran una vida 'healthy' física y mental", dice Gabriela Paoli, psicóloga clínica experta en adicciones tecnológicas y redes sociales.

Estos mensajes, que tienen a la vez que ver con esa necesidad imperiosa por utilizar cada segundo del tiempo al máximo, van calando y creando unas creencias que no son viables ni reales para llevar a cabo en la vida cotidiana, ni en el ámbito del trabajo ni en el de lo familiar ni social.

"Nos vamos acostumbrando a llenar la agenda a tope y sentirnos culpables por no encontrar tiempo para nosotros. Se trata de una cronopatía (enfermedad del tiempo), y hace referencia a esa obsesión por encadenar una tarea a otra, lo que nos lleva a agotarnos con ese síndrome de la vida ocupada", apostilla Gabriela. "Se vende y se proyecta la idea del vive a tope y utiliza hasta el último momento, lo que ha creado un gran malestar. Se han normalizado las prisas, y nos hemos acostumbrado a llevar un ritmo acelerado que nos hace vivir en un estado de ansiedad y estrés crónico", termina la experta.

La consecuencia de esto es que "nos estamos convirtiendo en unos perfeccionistas disfuncionales con unos estándares de desempeño tan grandes que activan una autocrítica inmensa, evaluándonos constantemente y juzgándonos de una manera atormentada", según palabras de Claudia Miraglia.

autoexigencia y perfeccionismo
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Abre los ojos y obsérvate: síntomas de la autoexigencia

Son claros. Mírate un poco y detecta si son los tuyos:

  • Percibes sólo los detalles, actitudes y situaciones inadecuadas.
  • No das valor a tus logros, lo atribuyes al azar o que era "tu obligación".
  • Te entra inseguridad al afrontar ciertas situaciones.
  • Tienes temor a equivocarte.
  • Estás dejando de involucrarte en actividades que valoras.
  • Notas sentimientos de inferioridad, culpa y fracaso.
  • Estás permanentemente en conflicto contigo misma.
  • Te encuentras agotada, o sientes cansancio crónico.
Vivir con la sensación permanente de que hay algo que no ha quedado bien del todo es agotador.

Los TCA, también

El aumento de los perfiles más restrictivos de TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria) como la anorexia nerviosa es un hecho. Y en ella, perfeccionismo y autoexigencia ocupan un lugar central. Como también ha subido la tasa de TDC (Trastornos Dismórficos Corporales).

"El perfeccionismo se asocia al mantenimiento de un absoluto control sobre todos los aspectos de la vida, está presente tanto en la anorexia nerviosa como en la bulimia nerviosa, y persiste incluso después de la recuperación. Es un rasgo estable y no una consecuencia del trastorno. Altos niveles de perfeccionismo se relacionan con una peor respuesta al tratamiento, tanto farmacológico como psicoterapéutico, y es un factor de recaídas", declara Montse Sánchez Povedano, psicóloga clínica, experta en TCA, y fundadora y directora de Eatica.

Como añade el experto, tras la autoexigencia se esconde el deseo constante de agradar y complacer al otro, muy por encima de la propia satisfacción personal, "lo que lleva a un sentimiento de fracaso constante por no conseguir una meta que es objetivamente inalcanzable: sencillamente, no podemos gustar a todo el mundo".

¿Qué consecuencias tiene?

El perfeccionismo y la autoexigencia tienen nefastas consecuencias sobre la salud y el bienestar. Hay que tener en cuenta que no siempre estamos en el mismo momento de nuestra vida como para exigirnos, a veces tiene que entrar en juego nuestra propia sensibilidad, percepción y compasión, y permitirnos, valga la redundancia, ser más permisivas con nosotras mismas.

  • El daño a la autoestima. "Ser perfeccionista puede dañar seriamente nuestro autoconcepto, porque si te planteas tus mejores metas y no estás en las mejores circunstancias, no es momento de marcarte estándares de perfección, cuando estás apagando fuegos y tienes que tomar decisiones importantes.
  • La comparación que desencadena del uso (y abuso) de las redes sociales. "Cuando te comparas, siempre vas a salir mal parada, porque lo que se muestra en las rrss son es real. Las cuentas y perfiles de 'celebs', 'influencers' e 'instagramers' se dedican a distribuir un producto que da idea de espontaneidad pero que, al contrario, está súper preparado. Las redes sociales disparan esa comparación con vidas que no son reales. No hay que perder la noción de la realidad: esa persona vive de ello, es su trabajo. Pero no el tuyo", sentencia Gabriela Paoli.
  • La procrastinación. Es una potentísima consecuencia de la necesidad de control y perfección. Consiste en evitar o aplazar las tareas por el temor a no saberlas hacer, a que no salgan bien. Ese miedo impide incluso la activación de cualquier plan de acción debido a la gran presión de hacerlo perfecto y no decepcionar a nadie", dice la psicóloga.
  • La exigencia con los demás. "Las personas autoexigentes no les pasan una. Ni cuando son impuntuales, ni cuando dudan o no hacen las cosas como ellas las harían", termina Paoli.

Cuándo pedir ayuda

Cada una sabe dónde están ciertos límites. Pero a veces, precisamente uno de los síntomas de que hay un problema es que una misma no es capaz de verlo. Las banderas rojas para entender que el afán de control o perfección están gobernando tu vida son "la fijación con las dietas, el bucle de postergar una tarea, la obsesión por la propia imagen, la adicción a las pantallas y las redes sociales, ver alterado tu ritmo de sueño, sentir que ya no te apetece estar con tu gente por no estar 'lo suficientemente presentable', tener cansancio crónico, ese ir con la lengua afuera todo el rato...", advierte Claudia Miraglia.

'Tips' para soltarte

Los expertos a los que hemos consultado han coincidido en varios consejos que te pueden ayudar a ser más flexible y dejar huecos en blanco en la agenda. ¡Y que no cunda el pánico!

  • Minuta las tareas. Sobre todo las importantes, o aquellas que te dan más quebraderos de cabeza o las que te cuesta más abordar, porque esas son las que te importan y con las que puedes entrar en bucle. Haz una lista con ellas y calcula el tiempo que te va a llevar hacerla cada una. Pon un cronómetro para no pasarte de lo calculado. Sé flexible contigo misma, pero no te extiendas más allá de una cuarta parte de más de lo que te ha llevado hacerla. Ese será tu "cuarto de gracia".
  • Concéntrate en una sola tarea como si no existieran las demás por hacer.
  • Deja dos porciones de día (dos tardes, o una mañana y una tarde, o un día entero) en blanco en tu agenda. Y no aproveches esas "calvas" para adelantar trabajo o terminar el atrasado (eso es trampa). Y apaga el móvil. Anota cada vez cómo te sientes.
  • Escribe todos los días antes de irte a la cama 3 cosas por las que dar gracias. No des nada por hecho.
  • Conecta con tus deseos. Lleva un registro de los momentos del día en que se sientes que se ensancha el corazón. Así sabrás cuáles procurar que se repiten. Haz lo contrario con aquellos en los que se te encoge.
  • Intercambia los "yo tengo" por los "yo quiero", y los "debería" por "me gustaría".
  • Cambia de tercio cada vez que notes que te estás comparando. Ponte a hacer otra cosa diferente a esa que te ha llevado ahí.
  • Si te comparas, que sea contigo misma cuando mejoras y avanzas.
  • Sustituye la crítica destructiva por la autocompasión en tu repertorio.

O hazte esta pregunta que nunca falla. Piensa en alguien a quien adores: ¿le exigirías lo que te exiges a ti misma? Ahí tienes la respuesta.

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Amelia Larrañaga

Periodista especializada en belleza, bienestar y estilo de vida desde hace más de 25 años. Desde que se licenció en Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, ha escrito para medios como Elle, Vogue, Woman, Yo Dona, Mujer Hoy, Elle Gourmet o Harper’s Bazaar.  Dentro del mundo de la belleza, es experta en peinados, cortes de pelo y cabello en general (en una alfombra roja, no se le escapa el más discreto de los postizos ni el más escondido de los trucos) y lo sabe todo acerca de color y las últimas tendencias capilares, gracias a que se tituló en Peluquería en la Academia Guallar de San Sebastián mucho antes de estudiar periodismo.  Si no hubiera sido reportera, le hubiera gustado ser antropóloga o socióloga, por eso disfruta como una niña con ensayos que le ayuden a entender mejor al ser humano y su conducta, individual y en masa, o entrevistando a los expertos para sus artículos sobre psicología y tendencias sociales. Probadora profesional de experiencias, es capaz de sumarse a cualquiera de sus valientes retos “30 días sin…” para luego contar cómo es transitar durante un mes fuera de su zona de confort.