Hace dos años, probé todas las escenas de sexo de 'Cincuenta Sombras de Grey' en un fin de semana y ahora vuelvo a la carga con la segunda entrega porque, al parecer, me odio a mi misma y a mi marido lo suficiente como para hacerlo. Esos libros te enseñan un montón de cosas sobre ti misma, ¿sabes? Para empezar, debo aclarar que no probamos todas las escenas de la película por un sencillo motivo: nadie me dejaba un barco para tener sexo en él. De hecho, nadie me dejaba un barco y punto, porque no tengo ningún amigo que posea uno.

El helado. Sábado, 9 de la mañana.

En palabras de la saga:

"Él coge otra cucharada y deposita el helado en mis pechos. Después, con el dorso de la cuchara, lo extiende hacia los pezones.

Oh, está frío. Cada pezón se endurece con el frescor de la vainilla.

'¿Frío?', pregunta Christian suavemente, mientras se inclina para lamer el helado."

Cómo lo hicimos: Me encanta el helado (y a mi marido también), así que nuestra maratón de 'Cincuenta Sombras' empezaba bien. Yo estaba en plan: "¡átame con una de esas corbatas que te regalo pero nunca llevas y extiéndeme el helado por encima!". Y eso es exactamente lo que hicimos. La sensación del helado y la cuchara fría fue demasiado al principio, pero después comprendí por qué la gente se empeña en ponerse cubitos de hielo en los pezones: ¡es una sensación agradable! Después, mi marido aprovechó para comer algo de helado (vale, en realidad se comió toda la tarrina pero insistió en que eso es lo que Christian Grey haría)

Después de la comilona de helado, me practicó sexo oral. Al principio la sensación era fría, pero duró pocos segundos y se convirtió en sexo oral convencional (que tampoco está mal). ¿Sabes lo que sí está mal? Tener que limpiar todo el estropicio del helado. La asistenta de Christian Grey debe de odiarle. ¿Te imaginas lo que tiene que ser limpiar la Habitación Roja? Por otro lado, la experiencia estuvo bien y empezamos el día desayunando helado. ¡E. L. James sí que sabe!

Las bolas. Sábado a las 11 de la mañana.

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En el libro:

"Él sonríe y ladea la cabeza, como dirigiéndome, así que me dejo llevar. Él asiente, de modo que me encojo y agarro los lados de la silla. Él me aparta las braguitas hacia un lado y desliza un dedo dentro de mi, moviéndolo en círculos. No puedo evitar soltar un gemido.

Entonces, retira el dedo y, con suma delicadeza, inserta las bolas una a una. Una vez colocadas, me vuelve a colocar la ropa interior y me da un beso".

Cómo lo hicimos: Tengo unas de esas bolas Ben Wa desde que recreamos 'Cincuenta Sombras de Grey' hace dos años y he de decir que no habíamos vuelto a usarlas. Están en mi joyero junto con las perlas de mi abuela porque soy una persona bastante irrespetuosa. De modo que las recuperé, las lavé para quitarles el polvo y dejé que mi marido me las introdujera. Fue la misma sensación de la última vez: básicamente, unas bolas de metal en mi vagina. Ya que no somos en realidad personajes de novela y nadie nos había invitado a ningún baile de máscaras, fuimos a la fiesta de cumpleaños de un amigo en el parque. 

Fue... extraño. Había un montón de niños allí, y lo único que yo podía pensar era "tengo unas bolas en la vagina, ¿habrá alguien más aparte de mi que las lleve?". Pensaba que mantenerlas en su sitio me costaría mucho trabajo, pero lo cierto es que no me costó nada. De vez en cuando, mi marido me miraba y meneaba la cabeza en señal de desaprobación. Ciertamente, no lo disfruté mucho: constantemente pensaba que alguna de las bolas se resbalaría y caería al césped como si estuviéramos jugando a un partido de cricket.

Los azotes en la habitación. Sábado a las 4 de la tarde.

En el libro:

"Pon las manos detrás de la espalda", murmura él. Se quita la pajarita y la usa para sujetarme las muñecas a la espalda. "¿Esto es lo que quieres, Anastasia?" Cierro mis ojos. Es la primera vez desde que le conocí que quiero hacer esto. Lo necesito. "Sí", susurro. "¿Por qué? Me pregunta mientras me acaricia la espalda. Me estremezco en cuanto su mano me toca".

Cómo lo hicimos: Teniendo en cuenta que la habitación de la infancia de mi marido ha sido transformada en la exposición de peluches de mi suegra, y que él no tiene ninguna pajarita, sólo hicimos la parte de los azotes. Sinceramente: he de reconocer que es algo que me gusta. No creía que fuera a hacerlo, porque la idea de estar sometida a un hombre me parece poco atractiva, pero creo que es algo que incorporaré a mi rutina. ¡De momento no va nada mal! Tengo la sensación de que podría tener mucho más sexo hoy. ¡Y eso está bien, porque no tengo más remedio que hacerlo!

Los azotes en la mesa de billar. Sábado a las 7 de la tarde.

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En el libro:

"Piernas", ordena él. La regla vuelve a la carga. Duele, pero suena peor de lo que parece. "Quiero hacerlo contigo ahora", dice. "Sí", murmuro yo. Se desabrocha la bragueta y sé que va a ser duro... 

Cómo lo hicimos: No tenemos mesa de billar (está claro que he hecho muy malas decisiones financieras en mi vida), pero sí que tengo una regla exactamente igual que la que usa Grey. Como queríamos ser lo más fieles posible al libro, decidimos jugar una partida de Scrabble. Christian y Anastasia juegan al billar para decidir si ella vuelve o no a la Habitación Roja, pero nosotros decidimos jugarnos quién saca al perro hoy (lo sé, no es sexy, pero hay que hacer algunas concesiones en favor de la vida cotidiana). Le gano con la palabra 'patata', lo que significa que soy yo la que se gana el derecho de azotarle con la regla. 

Le ordeno que se doble hacia adelante. Interiormente, estoy pensando: "Esto es por lo de las bolas. ¡Y esto por olvidarte de pedirle a tu hermana mi 'tupper' favorito!". Estaba desatada, tanto que casi se me pasa que mi marido estaba diciéndome que parara ya y nos fuéramos a dormir. "¡No podemos, todavía tenemos que hacerlo sobre el tablero de Scrabble!", le digo. Lo hicimos... y mientras lo hacíamos me di cuenta de que podría haber conseguido más puntos si en vez de 'patata' hubiera jugado la palabra 'alfarería'. ¡Mierda!

La masturbación en el ascensor. Domingo a las 11 de la mañana.

En el libro:

"Rodeando su brazo libre sobre mi cintura, Christian tira de mi hacia él, mientras explora con su dedo. Mierda... ¿aquí? El ascensor para en la planta 53 para que entren más personas, pero yo no estoy prestando mucha atención. Estoy centrada en cada uno de sus movimientos. Círculos... moviéndose hacia adelante y hacia atrás... Explorando mientras nos desplazamos".

Cómo lo hicimos: Desperté a mi marido para otro día de sexo y, la verdad: ¡me encontraba muy bien! El día anterior no había estado mal aunque teníamos un montón de colada pendiente y a mi se me había quedado una ficha de Scrabble pegada al pecho izquierdo. Al menos, no sentía que mi vagina se fuera a caer por tanto sexo como la última vez.

Mi marido también lo estaba llevando bien, aunque tenía sus dudas acerca de la tarea que teníamos que hacer a continuación. No quería que lo detuvieran, y yo no quería que a él lo detuvieran mientras tenía la mano en mi entrepierna. Perdón por ser explícita, pero así son las cosas. Mi jefa decidió que cualquier tocamiento por encima de la ropa podría valer, y eso es lo que hicimos. Nos dirigimos a un hotel cercano y entramos en el ascensor rodeados de niños y madres que volvían de la piscina. Mi marido me tocó un poco el culo pero se negó a hacer algo más porque había menores presentes. Finalmente, conseguimos un ascensor en el que sólo había adultos y volvimos a ello. Me volvió a tocar el culo y fingió que tocaba la bocina: fue tan gracioso que nos reímos mucho. Nadie más miró, así que esta es mi teoría: nadie quiere mirar a nadie en un ascensor porque todo el mundo está demasiado asustado de quedarse encerrado ahí dentro. Además, fue una estupidez: Christian y Ana deberían sentirse afortunados por no estar en la cárcel. 

La barra de extensión. Domingo a la 1 de la tarde.

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En el libro:

"Comienza con un asalto sensual, su lengua avanzando mientras sus dedos se mueven dentro de mi. Como no puedo cerrar las piernas, ni moverme, es intenso, muy intenso. Mi espalda se arquea mientras trato de digerir las sensaciones. "Oh, Christian", grito. "Lo sé, cariño", me dice, a la vez que sopla en la parte más sensible de mi cuerpo".

Cómo lo hicimos: Vaya, hemos pasado del ascensor a una barra de extensión... ¡'Cincuenta Sombras' siempre guarda alguna sorpresa! Básicamente, una barra de extensión es una cosa usada para mantener las piernas de una persona abiertas y las rodillas inmóviles. La que compré en Amazon, mi tienda de referencia para cosas sexuales, tenía unas tobilleras peludas muy monas, aunque he de admitir que no estaba muy convencida con esta escena (básicamente porque no me gusta no tener el control sobre mis extremidades). Este artilugio fue casi como un instrumento de tortura para mi, y no disfruté demasiado con los movimientos tan restringidos. Tampoco mi marido, ya que en realidad no podíamos ni tocarnos y ambos somos bastante románticos. ¿Alguien se anima a escribir 'Cincuenta Sombras de Abrazos y Besos Románticos"? A mi me gustaría.

La escena de la ducha. Domingo a las 3 de la tarde.

En el libro:

"Quiero darme una ducha contigo", le susurro. Él sonríe y extiende los brazos en un gesto que dice 'soy todo tuyo'. Le desabrocho los pantalones y pronto sus calzoncillos se unen al resto de nuestra ropa. Agarro el gel de baño y la esponja. "Parece que te alegras de verme", murmuro".

Cómo lo hicimos: bueno, esto fue complicado. En general, el sexo en la ducha es más complicado que placentero, pero si encima le añades la necesidad de desprenderse de ropa mojada es básicamente inaceptable. Nos metimos en la ducha poco convencidos con toda nuestra ropa puesta y, una vez que estuvimos mojados, intentamos quitarnos la ropa el uno al otro. Lo que resultó ser difícil y molesto porque las prendas se nos habían pegado al cuerpo, como puedes imaginar. Y después, me entró frío, así que tuvimos que cambiar de lado. Luego él tuvo frío y volvimos a cambiar. Sólo podía pensar: "por Dios, que termine ya". Y ese buen hombre que es mi marido hizo todo lo posible por ponerse en situación. El sexo terminó pronto y, tan pronto como salimos de la ducha, nos deshicimos de la ropa, la metimos a la lavadora y nos quedamos quince minutos delante del radiador al tiempo que maldecíamos a Cosmopolitan y yo me comía una chocolatina.

La sala de juegos. Domingo a las 5 de la tarde.

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En el libro:

"Siéntelo, Ana. No tengas miedo". Su manos están en mi cintura pero no puedo concentrarme a la vez en sus manos, lo que hay dentro de mi y las pinzas. Parece que mi cuerpo va a explotar con las vibraciones y la dulce tortura en mis pezones. Va a ser muy intenso".

Cómo lo hicimos: Vaya, parece increíble que este sea el final del experimento. En el experimento anterior, en este punto ya estábamos al borde de la muerte. Sea como sea, parece que 'Cincuenta Sombras Más Oscuras' ha guardado lo más loco para el final, porque esta escena es muy larga. Tuvimos que tener el libro abierto por este capítulo todo el tiempo para ir cogiendo referencias.

De modo que, para empezar, mi marido me puso unas pinzas en los pezones. Me empezaron a llorar los ojos al instante pero, cuando él me preguntó si estaba bien, solo pude decirle: "sólo continúa, ¡acabemos con esto de una vez!". Me miró como si fuera la criatura más triste del planeta y ató mis piernas y brazos a la cama. Después puso un vibrador pequeño en mi boca, para después moverlo hacia mi vagina. Mi marido decía que se sentía como el Doctor Frankenstein con su creación monstruosa, pero lo cierto es que yo nunca me había sentido más 'sexy'. Se suponía que debíamos tener sexo, pero ninguno de los dos estábamos muy por la labor. Así que él apago el vibrador, se deshizo de las pinzas y me desató. Creo que, si sólo hubiéramos hecho alguna de estas cosas habría sido divertido, pero todas a la vez eran demasiado. Y mentiría si dijera que tengo alguna intención de ponerme esas pinzas otra vez.

Finalmente, acabamos los dos tan cansados que estábamos deseando sentarnos en el sofá para ver 'Santa Clarita Diet'. Teniendo en cuenta que es una comedia sobre canibalismo, ya sabes a lo que te lleva un fin de semana de sexo al estilo 'Cincuenta Sombras'. El experimento concluyó con nosotros dos en el sofá mientras nos comíamos el resto del helado de vainilla y veíamos un programa sobre una zombie que no puede parar de comer carne humana. Todo muy apropiado. ¡Hasta la próxima entrega!

Vía: Cosmopolitan US