Pisar Tailandia supone una aventura apasionante que ofrece multitud de oportunidades para conocer la cultura y la riqueza del país. Hay muchas cosas que hacer y que ver, pero también muchas experiencias que probar. He aquí una pequeña lista de instantes imprescindibles para convertirse en una turista tailandesa de pro.

1. Visitar templos
Definen la estampa urbana de las ciudades… Son amables, acogedores y concentran gran parte de la cultura budista del país. En Tailandia los templos se cuentan por cientos y son parada obligatoria para cualquier turista y una oportunidad única para mezclarse con la gente. Los lugareños acuden a cualquier hora del día a pedir salud, dinero, amor o simplemente a dar gracias, así que puede ser divertido hacer lo mismo y atreverse a realizar una ofrenda. Acordaos de que los pies tienen que estar siempre hacia atrás, nunca de cara a Buda… Y dejaos llevar… Por la luz, el silencio, el olor del incienso, la paz… Son sitios muy especiales en los que a veces nos reencontramos con una espiritualidad olvidada en este mundo moderno que nos atropella con su estrés.
Entre los más importantes se encuentran el What Pho, con su impresinante Buda recostado de casi 50 metros, el Wat Phra Kaew, que se ubica dentro del complejo del Palacio Real, y mi favorito, el Wat Arum, el templo del amanecer que se encuentra al aire libre y que ofrece la oportunidad de pasar un rato inolvidable contemplando su fabulosa "Prang", torre de estilo jemer, de 82 metros de altura. Desde lejos casi no se aprecia, pero está construida con multitud de piezas de porcelana china multicolor, una ornamentación que se puso de moda cuando los barcos que llegaban a puerto lo hacían cargados de toneladas de la vieja porcelana oriental hecha añicos. Como ya os expliqué en otro post, contemplar la caída del sol desde la orilla Este del Chao Phraya es absolutamente inolvidable.

2. Disfrutar de las playas
Algunas de las mejores playas del planeta están en Tailandia. Solo por el hecho de tener la oportunidad de poder visitar alguna de ellas, este país merece un viaje. Desde su arena fina hasta sus fabulosos litorales, las playas tailandesas son un gran imán para muchos turistas que llegan buscando sol y descanso.
Tailandia es también un paraíso para practicar el submarinismo y el buceo con tubo. La principal escuela ofrece precios asequibles para quien quiera aprender, y se encuentra en Ko Tao, una isla de aguas tranquilas y condiciones óptimas durante todo el año. En Ko Lanta hay centros de alimentación de rayas y tiburones ballenas. Pero si queréis algo más tranquilo, cualquiera de las excursiones que os ofrecen la posibilidad de ver manglares es recomendable.
En la zona de Ao Thalane tenéis varias opciones, la mayoría pasando por Ko Hong, donde disfrutaréis de una playa increíble que os trasladará al paraíso, aunque sea temporalmente.

3. La comida
Deliciosa, económica y a mano. Así es la comida tailandesa, siempre lista para disfrutar. Tanto en los puestos callejeros, como en los restaurantes más caros. Si llegáis a la costa, tenéis que probar los frutos del mar: gambas, calamares y todo tipo de delicias parecidas. Mi consejo es que os dejéis llevar por lo que os ofrezcan. Si el camarero os habla de mejillones fritos o de curries de cangrejo, no lo rechacéis. Es vuestra oportunidad de probar los sabores típicos de la zona.
En los restaurantes más modernos hay platos con una cocina más occidental y fusionada, aunque de ninguna manera podéis pasar sin degustar el arroz. No hay que olvidar que el verbo comer para los tailandeses significa "kin kao", literalmente "comer arroz", así que entenderéis que es un plato insustituible en las mesas del país . Tailandia es el mayor exportador a nivel mundial por lo que la mayoría de sus platos lo incluyen. Además del cereal, son deliciosos los fideos, los noodles, en sopa o fritos en wok.

4. Las terrazas de los rascacielos
No os haréis una idea de lo que es la capital en todo su esplendor si no subís a alguno de los rascacielos que definen el skyline de Bangkok. Podéis elegir lugares como "Sirocco", que está casi intratable desde que aquí se rodó Resacón en Tailandia, pero sigue estando muy de moda, o bien elegir otros restaurantes más discretos pero con igual glamour y encanto como el "Above Eleven".
Su vista nocturna es fabulosa y Omar, un chef peruano, se encarga de hacer una comida de fusión sorprendente y sabrosa. Y mientras, podréis disfrutar de las increíbles vistas de una ciudad que nunca duerme y tampoco para. Si el calor y la humedad os pueden, tenéis otras opciones como alojaros en algunos de los hoteles modernos que ofrecen habitaciones con altura. Por ejemplo, el Pullman G, antes Sofitel, ha reformado y modernizado sus estancias. Sentarte a contemplar el atardecer frente a su enorme cristalera es un enorme placer que no tiene nada de inalcanzable. Lo mismo digo de levantarse por la mañana, abrir los ojos y ver Bangkok en todo su esplendor.

5. Un paseo en Túk-túk
Da igual la hora del día o de la noche a la que los necesitéis, siempre tendréis uno preparado. Los túk-túk son los dueños del asfalto tailandés. No tienen miedo a sus oponentes y plantan cara con desparpajo a autocares o autobuses varias veces más grandes que ellos. Zumban por las calles de Bangkok cual aguerridos jinetes y me atrevo a decir que si os montáis en uno de ellos, repetiréis seguro. Me gustan estos enormes triciclos a motor que se mueven haciendo un infernal ruido. Son una de las señas de identidad de Tailandia y, por lo tanto, una de esas experiencias inexcusables cuando se visita el país.
Ahora, eso sí, agarraos bien porque, cuando el tráfico se despeja y los enormes atascos diurnos desaparecen, circulan a la velocidad de un rayo, aunque el conductor de éste ponga cara de no haber roto nunca un plato.

6. Darse un masaje tailandés
Se reciben estando vestidos, consisten en una serie de estiramientos y presiones sobre puntos concretos del cuerpo que consiguen que salgas casi flotando de la habitación. El masaje tailandés es una rama de la medicina tradicional que sigue gozando de mucha popularidad. De hecho, casi todos los thais tienen su masajista al que acuden cuando están muy cansados o notan algún músculo agarrotado. Se aplica por todo el cuerpo y yo lo recomiendo fervientemente. Aunque tengo que avisar de que no se trata precisamente de un masaje relajante. Lo normal es que se alterne el placer y el dolor en un equilibrio único que al final sienta muy bien. Es una disciplina que los tailandeses dominan y que siguen enseñando incluso a los más pequeños. Mi primera experiencia de masaje Thai fue con una adolescente en una habitación llena de flores de plástico y personajes que parecían salidos de una serie de dibujos japonesa. La chavala llevaba todavía su uniforme escolar y se veía que acababa de llegar a casa. De repente aparecimos varios occidentales y ella se pudo a echar una mano a su madre. ¡Y tenéis que ver qué manos! ¡Fue fabuloso! Lo repetí todas las veces que pude, y yo que vosotros haría lo mismo.

7. Comprar en los mercados
Visitar Tailandia y no ir a cualquiera de los múltiples mercados diurnos, nocturnos o flotantes que se ubican en casi cada localidad es como visitar Londres y no ver el Big Ben o pasear por París sin acercarse a la Torre Eiffel. Las opciones son múltiples y todas válidas. En cualquiera de ellas se abre todo un mundo de posibilidades para comprar regalos exóticos o modernos artilugios. En Bangkok no os podéis perder el Katuchak, pero también está el Asiatic, enorme mercado nocturno al aire libre que los fines de semana tiene mucha animación local en su complejo de bares y restaurantes. La imponente noria os servirá como punto de referencia, porque creedme que os vendrá bien tener uno.
Reservad un rato para probar la experiencia de meter los pies en un agua repleta de peces que esperan ansiosos el momento de morderos. Dicen que es un placer. Yo no puedo confirmarlo porque en el Asiatic el tiempo vuela y a mi se me echó encima, literalmente. Lo que sí puedo decir es que todos los que encontré estaban encantados con la experiencia.

Otro mercado de referencia dentro de Bangkok es el Patpong. Sus puestos se llenan de actividad en cuanto cae la noche: artículos falsificados, pequeños recuerdos, baratijas… Podréis encontrar de todo y aprovechad para regatear con ganas porque mi experiencia es que en éste los precios se inflan de lo lindo. Además de los puestos, son curiosas de ver las calles aledañas que albergan gran cantidad de clubes y bares de alterne. Veréis a las chicas con poca ropa custodiando la puerta y otras moviéndose dentro de los locales. No se trata de obviar la realidad, pero tampoco de reducir toda Tailandia a lo que ocurre en algunas calles. Después del primer vistazo, la búsqueda de una buena falsificación me resultó más atrayente.