Todo sería mucho más sencillo si, realmente, el único estímulo fuera el apetito. Más bien, si el apetito estuviera generado por un único estímulo. Real, tangible. La necesidad de comer para acabar con el hambre y para recuperar energía. Pero no es así; se come por hambre, sí, aunque también por estrés, por ansiedad, por miedo, por soledad o por aburrimiento. Por docenas de sentimientos que poco o nada tienen que ver con la necesidad real de alimentarse. Y, así, se come con el cerebro y no con estómago. Y se engorda, y llegan las dietas, y las frustraciones por no cumplirlas. Y el picoteo incesante en las tardes aburridas de domingo o el atracón de chocolate para aliviar el dolor del alma. ‘Soluciones’ que no son tal. ‘Soluciones’ contra las que pelea la Alimentación Consciente.

“El Mindful Eating se basa en comer con conciencia, prestando atención a las sensaciones físicas y emocionales y, en definitiva, a comer para vivir y no a vivir para comer”. Así define esta práctica la experta y formadora Pilar Casanova, que aprovecha para desterrar otro mito: “La Alimentación Consciente no es una dieta, sino una forma alternativa de relacionarse con la comida que pone el foco sobre la persona, no sobre los alimentos”. No se trata de lo que se come sino de cómo se come. El Mindful Eating supone concentrarse en que los cinco sentidos se fijen en lo que estamos haciendo, en que se centren en la experiencia de comer.


Entonces, ¿cómo se practica?

Aplicando este proceso: parar, observar, sentir y decidir. “Con este acercamiento, puedes caer en el cuenta de si realmente necesitas comer, de si realmente tienes hambre física”, afirma Casanova. Es decir, desconectas la pulsión cerebral, la que te empuja a comer por variables ajenas al cuerpo, y reconectas las sensaciones físicas, las que te llevan a determinar realmente cuando has comido suficiente. La coach explica: “Si estás triste, el cerebro te va a pedir que consumas platos ricos en grasas, sal o azúcar porque, biológicamente, son los que aportan mayor bienestar”, y añade que deberás ser tú, con sosiego, quien determine la raíz última de esa necesidad. Parando y observando primero. Sintiendo después. Y decidiendo, finalmente. “Educando al cerebro y entiendo que cuando la comida se toma como solución a los problemas, no estamos haciendo un flaco favor”, sostiene Pilar Casanova.

room, food,pinterest
Getty Images

Y hay trucos concretos

Aunque el trabajo es arduo, personal y de fondo, la experta repasa varios tips para poder empezar a relacionarse con la comida de forma saludable. Consejos para comenzar la reeducación del cerebro y a trabajar por el control de sus pulsiones. “Por ejemplo, conviene utilizar platos y cubiertos pequeños para que la mente perciba raciones más grandes, beber un vaso de agua antes de las comidas para fomentar la sensación de saciedad o, también, cuidar mucho el color de la vajilla”.

Explica que la ciencia ha demostrado que, por ejemplo, comer pasta sobre un plato blanco lleva a consumir hasta un 25% más de cantidad. Y también anima a soltar los cubiertos entre bocado y bocado “para que la inercia, el automatismo, no nos lleve a pinchar y coger sin pensar si ya tenemos suficiente”, asegura.

Más: utilizar estímulos visuales que nos recuerden, precisamente, esa necesidad de calibrar nuestro apetito, “jugando con el diseño de servilletas, manteles o posavasos” –repasa Casanova– y logrando así afianzar ese paso a paso de ‘parar, observar, sentir y decidir’. Y envolver el acto de la comida del escenario adecuado, sin otros estímulos como la televisión o el ordenador, nos ayudará también a focalizar los cinco sentidos en lo que estamos haciendo.


La alternativa a las dietas restrictivas

Operaciones bikini, regímenes creados en torno a grupos de alimentos o planes tan milagrosos como restrictivos son herramientas para perder peso con rapidez, sí. “Planes que a corto plazo tal vez funcionen, porque hacen adelgazar, pero que no trabajan en el largo plazo, como sí lo hace la Alimentación Consciente”, afirma la experta. Por eso, el Mindful Eating se presenta como la alternativa, firme y duradera, con la que lograr conocerse y cuidarse escuchando lo que nuestro cuerpo lucha por decirnos.