Madrid se pinta de colores diversos e inclusivos cada mes de junio desde mediados de la década de los ochentas, aunque no fue hasta el principio de los 2000 cuando la fama e impacto del Orgullo LGBT+ patrio se convirtieron en un referente mundial. A día de hoy, por suerte, vivimos en uno de los países que más respalda los derechos de la comunidad LGBTTTQIA+ (a partir de ahora, abreviado como LGBT+), pero por desgracia no siempre fue así. Y a pesar de que el evento masivo actual se centra principalmente en el festejo público, el arraigo de este movimiento se remonta al año 1969 cuando un grupo de hombres y mujeres tenían más bien poco que celebrar. En su lugar, se tiraron a la calle jugándose el pellejo para obtener derechos que con el paso de las décadas se han dado erróneamente asentados —hemos de tener en cuenta que en la actualidad el colectivo LGBT+ sufre represión en más de 70 países, de entre los cuales 11 castigan con pena de muerte—.

El brote de dicho movimiento fue un levantamiento policial acaecido en el barrio neoyorquino de Greenwich Village hace ahora 53 años. Hoy consolidado como una de las zonas más cosmopolitas y exclusivas de Manhattan, pero que entonces estaba reservado para un nicho social que concentraba en sus calles a homosexuales, ‘drags’, prostitutas y gente sin hogar. Eran en su conjunto, ya mucho antes de la pandemia que supuso el VIH y SIDA para el colectivo, el último estrato social que vivía en la sumisión y represión policial. Unas circunstancias que cambiaron para siempre un rutinario 28 de junio del año 1969.

el bar stonewall en 1969
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El bar Stonewall aquel 28 de junio de 1969.

Stonewall, el germen de la rebelión

Esa madrugada, como otras tantas, el colectivo se refugiaba en bares y garitos de la zona donde podían expresarse de forma libre y sin temor. Libertad que era sesgada de forma regular cuando la policía organizaba redadas agresivas y sin miramientos. Algo que sucedió en el bar Stonewall, donde un grupo de clientes se sublevaron en contra de las fuerzas de seguridad sin tener muy claro cómo o dónde podían acabar tras alzar la voz. De forma inesperada, lo que parecía una simple rebelión por unos pocos se convirtió en un alzamiento que unió a gais, lesbianas, transexuales —colectivo especialmente vulnerable que siempre ha sido pionero en lo que a pedir derechos respecta—, y demás integrantes de las siglas hoy conocidas y celebradas. Como era de esperar, la unión hizo la fuerza entre aquellos primigenios manifestantes que marcaron un hito social sin precedentes aquella noche a golpe de gritos y sirenas. El miedo había desaparecido y en su lugar se había instaurado el orgullo social.

el stonewall, a día de hoy
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El Stonewall Inn, convertido en un rincón de culto en la actualidad.

Lejos de disiparse, las polémicas revueltas duraron varios días en el barrio, y desembocaron en una tensión que enfrentó al vecindario con la policía. Con el paso de las semanas y después de que volara algún que otro ladrillo, que por suerte no se saldó con ninguna vida —aunque sí con bastantes heridos—, el colectivo había encontrado su pequeño rincón en la ciudad donde no eran arrestados por su orientación sexual. Las pancartas intentaban aplacar la idea de que la homosexualidad era una enfermedad o inmoral. Aunque no sería hasta años después cuando aquellos disturbios se celebrarían de forma anual. Sucedería a mediados de la década de los setenta, cuando el 28 de junio de cada año se convertía en el día señalado para recordar a la sociedad que la toma de derechos sociales nunca fue un camino de rosas.

En España, una de las ciudades pioneras que alojó este tipo de manifestaciones y posteriores desfiles fue Barcelona, que en 1977 ya hizo hueco entre sus calles a transexuales que aprendieron de lo visto en Estados Unidos. Era en el país americano cuando durante aquellas revueltas cuando Marsha P. Johnson, la primera activista transexual y afroamericana, se convertía en un verdadero icono para quienes creían que los estratos sociales de las personas LGBT+ podían convertirse en una realidad más democrática. Por desgracia para esta figura histórica, su muerte, que sucedía en extrañas circunstancias, sigue siendo un caso archivado y tratado como suicidio, aunque su entorno siempre lo negó.

La aceptación y la igualdad social son beneficios que nunca se han de dar por sentados, sin importar el tiempo que pase desde que Stonewall puso su primera piedra. Este año en Madrid, después de varias ediciones sin la tradicional manifestación con infinidad de carrozas, la gente y la alegría volverá a tomar las calles.

¿Te unes para celebrar y seguir reivindicando? Ficha todas las actividades que habrá en Madrid del 1 al 10 de julio en MADO, así como en otras comunidades: Barcelona, Valencia y Andalucía. ¡Feliz mes del Orgullo LGBT+!