Seguro que alguna vez te ha seducido la idea de estar morena en primavera, supermorena; vamos, ese color que suscita envidia de lo saludable que te hace parecer. Pero, claro, la experiencia, en carne propia o ajena, de los autobronceadores te hace replantearte la idea para desecharla por completo al segundo ante el temor de parecer la hermana oxidada de Naranjito o de haber pasado por un episodio de fiebres tifoideas.

Primera buena noticia: tienes que saber que esos resultados parduzco-amarillentos y caprichosos cual pelaje de un felino entrado en años (mancha más oscura aquí, tostado allá, cerco en el pliegue del antebrazo…) son resultados de una época anterior. La cosmética ha evolucionado tanto desde los primeros autobronceadores que ahora solo tienes que seguir a rajatabla estas instrucciones si quieres presumir de piel dorada sin haber pisado la arena de la playa ni haber siquiera frecuentado las terrazas veraniegas. Ve anotando:

Lo primero que debes saber es que la piel adquiere ese falso bronceado gracias a una reacción química nada dañina para la piel. Te decimos esto para que te mentalices de que si, aun siguiendo nuestras instrucciones, el resultado no es el que querías, que sepas que no es algo irremediable, el color desaparece en cuatro o cinco días. Dicho esto, metámonos en faena.

1. Antes de nada, si te depilas con cuchilla, hazlo dos días antes para evitar cortes y que el producto se acumule en las heridas y aparezcan manchas.

2. Previamente a la aplicación del producto debes exfoliarte la piel muy bien. De esta manera eliminarás todos los residuos y células muertas de la epidermis y pondrás la base para conseguir un bronceado uniforme que, de otra manera, no podemos garantizarte, ya te lo advertimos.

3. Después de haberte duchado para retirar los restos del scrub que hayas utilizado ni se te ocurra aplicarte crema corporal (esto tienes que haberlo hecho el día anterior para que esté elástica), porque solo conseguirás que se desplace el moreno de bote.

4. Tras el peeling, deja pasar unos minutos para asegurarte de que se han cerrados los poros y que no van a “chupar” el autobronceador a su libre albedrío o más de la cuenta.

5. A modo de precaución, si no quieres dejar huellas o tener que dar ciertas explicaciones en el trabajo, mejor utiliza unos guantes (finos para no perder la sensibilidad) o una manopla específica para que no se te tiñan las palmas de las manos ni las uñas.

6. Llegados a este punto, ¿por dónde empezar?, te preguntarás. La doctora María Rosa García Maroto, directora del departamento de Medicina Estética de la Clínica de la Fuente, nos da las claves: “Se debe comenzar por los pies y continuar hacia arriba. Pasadas unas ocho horas se aprecia el resultado final”. Y para gustos las tipologías: spray, espumas, cremas, stick, aceite o toallitas, tú eliges con qué fórmula te sientes más cómoda, aunque para las pieles secas, mejor una fórmula oleosa y al contrario.

7. Para conseguir un color natural la consigna es esta: sé moderada y aplica una pequeña cantidad. Espera unos 40 minutos y si todavía te ves pálida, vuelve a dar una segunda capa. Eso sí, evita las zonas críticas donde se acumula más producto: rodillas, codos y tobillos.

8. Otro aspecto importante a tener en cuenta es el momento de aplicación. Como recomienda la doctora, “conviene hacerlo por la noche para que se fije en la piel y retirar el exceso de producto al ducharnos al día siguiente”.

9. Transcurrido ese plazo, sigue tu rutina habitual de limpieza e hidratación para que el tono se mantenga lustroso y la piel nutrida, pues estas fórmulas tienden a secarla.

Y si, pese a esto, solo con pronunciar el nombre de autobronceador te tiemblan las piernas, tienes tres opciones: pásate a la nutricosmética que estimula la melanina de la piel, elige las fórmulas de autobronceado gradual o, directamente, pide cita en un centro de estética para que te apliquen el autobronceador con un aerógrafo.