Una cuestión eterna, controvertida, generadora de discusiones. Qué comer y qué no comer antes de un entrenamiento es siempre muy discutido y, según a quién preguntes, recibirás una contestación u otra. Porque, a pesar de que la línea general invita a no realizar ningún deporte en ayunas y sí a adaptar la dieta al tipo de ejercicio que se vaya a realizar, un equipo de investigadores de la Universidad de Bath, en Reino Unido, afirman que la mejor forma de correr, siempre y cuando se busque perder grasa, es hacerlo en ayunas, sin haber bebido ni un triste zumo. ¿El motivo? Sencillo: nuestro organismo se verá obligado a “tirar” de la grasa para ponerse en marcha, haciéndola desaparecer a mayor velocidad.

Los científicos tomaron como voluntarios a diez personas con sobrepeso. Primero, les pidieron que caminasen a paso decidido durante una hora tras haber ingerido un desayuno completo y rico en carbohidratos; después, hicieron lo mismo pero sin haber comido nada. Tras las dos sesiones, los expertos tomaron muestras de sangre y detectaron cómo, en el segundo caso, el cuerpo recurría a la grasa como fuente de energía, al no encontrar otro nutriente por estar en ayunas.

¿Conclusión? A priori, que correr sin haber comido nada disuelve el michelín a mayor velocidad. Aunque otros estudios y análisis ponen de relieve los peligros de someter al cuerpo a un sobresfuerzo sin haberle provisto de defensas y combustible suficientes. Mareos, bajadas de tensión, desmayos… Al final, someter al cuerpo a un ejercicio de cierta intensidad, y más si el deporte se toma como un hobby o como, en todo caso, una práctica no profesional, puede entrañar muchos riesgos. Por eso, otros expertos hablan, más bien, de una adaptación al tipo de ejercicio que se vaya a realizar, atendiendo también al momento del día en el que se practique.

La nutricionista Rhiannon Lambert, por ejemplo, explica en su libro Re-Nourish: The Definitive Guide to Optimum Nutrition cómo se deben establecer las dietas más adecuadas para prácticas de fuerza o resistencia. Lambert pone el foco sobre el glucógeno y los aminoácidos, y los vincula a las dietas basadas en carbohidratos o en proteínas.

Así, afirma que en ejercicios de fuerza, como las pesas, la proteína deberá ser protagonista pero, en el caso de ejercicios de resistencia, como la bicicleta o la carrera, tendrán que ser los carbohidratos los que destaquen en la dieta. Por eso, para runners, Lambert aconseja las patatas, la avena, los plátanos y las pastas y arroces integrales, y para amantes de las mancuernas, anota los productos lácteos, los pescados azules y el pollo como las mejores alterativas para completar el ejercicio.

Y, sobre todo, un consejo transversal: conviene escuchar al cuerpo. Él será el que dicte cómo se encuentra mejor, qué cantidad de agua necesita para estar hidratado, cuánta comida debe ingerir para tener fuerzas suficientes. Es un ensayo/error pero, al final, él es el mejor indicador de nuestro estado y, por tanto, debe ser atendido. Al final, estamos trabajando para él, ¿no?