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Para escribir este texto pongo de fondo –bajito, no me vaya a lanzar a 'perrear' por casa– canciones de reguetón. También bachatas, cumbias y algo de salsa. Que la música latina no para de aumentar su prestigio y poder en el mundo es un hecho. En 2022, Hans Schafer, el vicepresidente sénior de giras globales de Live Nation, una de las promotoras de conciertos más importantes del mundo, aseguraba que era “el mejor año para la música latina”. Para corroborarlo, señalaba las cifras de entradas vendidas, ingresos brutos y reproducciones en 'streaming'.
Schafer apuntaba: “Y no se trata sólo de Bad Bunny”. El cantante puertorriqueño batió récords y fue número uno del 'ranking' de fin de año de Billboard 200, pero es sólo la punta del iceberg. También triunfan Omar Montes, Ozuna o Maluma. Por no hablar del poderío femenino, con las colombianas Karol G y Shakira a la cabeza y acumulando nominaciones en los próximos Grammy Latinos del 16 de noviembre, al igual que la argentina María Becerra. Y podríamos seguir dando nombres 'ad infinitum'. Desde Spotify y YouTube alertan: el inglés está en declive en el mundo 'streaming'.
Todo este poder latino, e incluso del 'autotune', se traduce en que, seas o no fan del reguetón, el trap o la bachata, seguro que ya te ha tocado bailarlos de fiesta –aunque sea sólo con la punta del pie–. Sin embargo, en la redacción de COSMOPOLITAN nos hemos hecho una pregunta: ¿se traduce este auge en la industria musical en poder real para las comunidades latinas en nuestro país? La respuesta es que no. Por mucho que bailemos ritmos latinos, los prejuicios siguen lastrando la igualdad de oportunidades de este colectivo. Lo analizamos con quienes lo viven en primera persona.
Beatriz Luengo, en el punto de mira
Pese a haber ganado dos Grammys y ser una reconocida cantante, compositora y directora del premiado documental 'Patria y vida: el poder de la música', nominado a los Grammy Latinos 2023, Beatriz Luengo sabe bien lo que es vivir en primera persona los prejuicios por ser latina.
“Es verdad que la industria musical latina ha cogido una fuerza increíble y podemos competir a nivel mundial”, reconoce, pero señala que “ese poder no se traduce en menos prejuicios". Aunque le cuesta hablar de racismo ya que “es una palabra grande, porque imagínate, mi chico (Yotuel, cantante y compositor) es de raza negra. Mis hijos son mulatos y yo he visto episodios de racismo con él en el pasado y no lo puedo comparar”, explica. Pero sí que recuerda una vez en la que sintió el peso de los prejuicios y que muestra que “no somos tan abiertos como pensamos”.
'Haters' y 'crayones' rojos
Ella, que vive en Estados Unidos, entre Los Ángeles y Miami, desde hace doce años, cuenta que “en un afán de mejorar mi comunicación, cambio palabras porque hay muchas que no se entienden. Por eso, dejé de usar la palabra pintalabios y empecé a usar 'crayón', que es la que utilizan entre latinos. Entonces hice una entrevista, dije que que me gustaban los 'crayones' rojos y fui 'trending topic' en España. Recibí una ola de odio que jamás imaginé”.
Luengo señala que todos, o casi todos, usamos expresiones en inglés que asumimos como normales y “nos parecen 'cool'. Sin embargo, en cuanto metes una palabra en plan latino, te saltan encima. Me dio mucha tristeza, pero bueno, yo estoy superorgullosa de mi voz latina y de mi país. De hecho, Yotuel siempre dice que el sitio donde más a gusto ha vivido es España. Dice que sentía que su color de piel se celebraba como algo bonito. Así que supongo que hay de todo”.
La cantante también destaca que en Estados Unidos el acento latino “genera un muro. Si llamas a una oficina de abogados, cuando te ven latina te tratan de una manera un poquitito peor. Les extraña que tengas tratamiento VIP, por ejemplo, y te lo hacen saber. Hay momentos puntuales donde noto que la 'latinidad' nos juega en contra”. Parte de eso está mejorando, precisamente, por el éxito mundial arrollador de artistas latinos. “Yo creo que la música siempre ha sido como un puente. Lo latino está en auge”, señala.
Por eso para los puestos de trabajo buscan gente que sea bilingüe y cada vez hay más sitios en las tiendas de productos latinos, películas latinas, personajes de Disney latinos… “Todo eso está ayudando a romper los techos de cristal”, afirma, aunque reconoce que es un proceso lento.
‘Ghosting’ por ser latina
Katalina Correa, 26 años, estudió Bellas Artes, es artista con numerosos proyectos personales y trabaja como profesora de pintura y dibujo. Nacida en Medellín (Colombia), llegó en 2009 a Bilbao, con 11 años, y no se ha movido de allí. “Entonces yo tenía un acentazo increíble, pero a nadie le interesaba entenderme. Ser latino no era tan guay como ahora –recuerda–. Los españoles se quieren subir al carro de la fiesta latina porque vende. Les encanta nuestra música, pero no les interesa incluirnos en su cuadrilla. Cuando se trata de nuestros derechos, ya no les mola tanto”.
Para sentirse aceptada en su proceso migratorio, Katalina señala que se tuvo que “borrar para fusionarme con este lugar”, algo que le costó mucho. Tanto que perdió una parte de sí misma en ello. “A día de hoy siento que no pertenezco a ningún sitio. Nos pasa a todas las que emigramos. Te quedas en un limbo. Los latinos te 'leen' española y los españoles, latina. Todos te cargan de estereotipos y el resultado es que nunca llegas a encajar del todo”.
Pese a todo lo que cambió para integrarse, afirma que le costó mucho hacer amigos. También quedar con chicos. “Algunos me han dicho: ‘yo quiero producto nacional’. Y en las 'apps' de citas, al decirles que era colombiana, muchos me dejaban de hablar. Me hacían lo que ahora llamamos ghosting”, cuenta.
El tópico de la sexualización
Uno de los estereotipos que más les pesa a las mujeres latinas es la sexualización. “A veces la gente no tiene mucho cuidado con las opiniones sobre nosotras. Ven que eres de otro lugar y te dicen: ‘Seguro que follas y bailas superbién'. Y se supone que tienes que ser así, como ellos creen que eres”, se lamenta Katalina Correa, que matiza que “a lo mejor te encanta bailar, pero no tiene porque ser así. Y esas expectativas te dañan”.
Esa hipersexualización puede afectar incluso a sus relaciones con las mujeres españolas. “Yo sólo tengo una amiga española”, apunta Melisa, de 31 años, venezolana y empleada en hostelería, además de estudiante de FP de Técnico de Emergencias Sanitarias. A ella, su falta de tabúes y el hablar claro de sexo le ha impedido entablar amistad con chicas de nuestro país. “Me han llegado a decir: ‘Vosotras las latinas sois muy zorras’” –cuenta–. Cuando entraba en un grupo, las chicas se sentían amenazadas porque yo no tenía problema en hablar de ningún tipo de temas. No me reprimo porque estén los hombres ahí presentes”.
Sin embargo, Melisa no se calla. “Les digo: 'No es que seamos fáciles, sino que sabemos lo que queremos en la parte sexual. No esperamos a que el hombre nos hable. En nuestra cultura, no necesitamos que él tome la iniciativa. También los chicos se equivocan con nosotras. No es que tú vayas a venir y me vayas a follar, es algo mutuo”.
Menos tabúes, más libertad de expresión
Como subraya Melisa, esa diferencia al comunicarse, en realidad hay que entenderla como libertad de expresión. “Si algo nos gusta vamos a por ello. No tenemos miedo al rechazo. Aquí se cohiben más, son cuestiones culturales”, remarca. Ella tiene novio español, un chico que “ha salido mucho, ha viajado, se interesa y es mucho más abierto”. Pero reconoce que antes ha conocido a otros muy cerrados.
En su caso, le gusta la fiesta y bailar, y entiende que en España no tienen la misma costumbre y por eso ven con malos ojos el 'perreo'. Pero reivindica un cambio en la mirada que evite los prejuicios y, en su lugar, trate de comprender las diferencias culturales. “Nosotros no sexualizamos el baile, como aquí se cree. He tenido alguna pareja que me decía: ‘Los amigos no bailan así’. En realidad es que lo ven todo sexualizado”, se queja. Para ella “el baile es libertad, un arte. Haces deporte y, a la vez, socializas y generas amistades. La gente debería permitirse abrirse a nuevas culturas. Ser libre de mente es fenomenal”.
Por el contrario los estereotipos suponen encorsetar a las mujeres, generarles límites. Prejuicios que, además, no reflejan una realidad diversa. “La misma chica a la que le encanta desmelenarse, maquillarse según las últimas tendencias, subirse en taconazos de vértigo y 'perrear' el sábado puede ser el lunes la defensora de derechos más comprometida de su entorno. Lo sé por experiencia propia”, apunta Adilia de las Mercedes, reputada jurista que trabaja en la Asociación de Mujeres Guatemala AMG, donde denuncian el feminicidio en Guatemala y Latinoamérica, y socia fundadora de DEMOS, Estudio Legal de Derechos Humanos.
Tachadas de incompetentes
Como recuerda Adilia de las Mercedes, “disfrutar de la juventud no está reñido con ser buenas en aquello que nos propongamos, y sin esa humildad a la que nos fuerza el patriarcado”. Lo que sí está reñido con poder desarrollarte como profesional son los prejuicios.
A Melisa, que no ha dejado de hacer cursos y de formarse desde que llegó a España en 2016, el trabajo nunca le ha faltado. “He cotizado desde el minuto uno”, recalca. Aunque tiene pocos pero muy buenos amigos, reconoce que se enfrenta a los prejuicios y al clasismo con frecuencia. “Te recuerdan que tú siempre vas a ser inmigrante, no nos ocurre sólo en el ámbito sexual, también en el laboral”, apunta.
En 2019 se publicó un estudio del Centro de Ciencias Sociales WZB de Berlín y de la Universidad Carlos III de Madrid sobre el impacto laboral de los estereotipos en la comunidad latina en España –donde supone alrededor de un millón y medio de personas– y en EE. UU. Este informe concluía que en nuestro país las mujeres son quienes sufren una mayor discriminación laboral. Ellas ven penalizado su futuro profesional por un falso estereotipo que se repite: el de ser poco competentes.
Un discurso que Adilia de las Mercedes rechaza con cifras. “Si la población llamada latina en Estados Unidos fuese un país, sería la quinta potencia económica del mundo, con un PIB muy por encima del de Francia, por ejemplo”, apunta a la vez que señala otro beneficio: “El uso mismo del español, un idioma que en todo el mundo hablamos casi 400 millones de personas. Sólo en Colombia ya existen más hablantes nativos de español que en España”.
Sin embargo, la jurista advierte de que “en España se niegan a reconocer la enorme riqueza cultural latinoamericana y eso contribuye a una percepción llena de estereotipos y de prejuicios sobre la población, en general, y sobre las mujeres, en particular”.
Charlar con ellas es esclarecedor. Sin pelos en la lengua, te mueven a reflexionar. Al compararlas con tu experiencia surge una pregunta clara: ¿de verdad debemos de creernos los estereotipos? Según eso, ¿todos los andaluces son vagos y graciosos, los catalanes tacaños pero eficientes, mientras que los del norte –así, todos metidos en el mismo saco–, son fríos pero cuando te dan su amistad es para siempre? ¿Toda la gente es así?
Discriminadas en los estudios
Tamia Morales, de 30 años y nacida en Ecuador, trabaja como técnica coordinadora en 'Pikara Magazine'. Estudió Empresariales en la Universidad del País Vasco y allí fue donde comenzó a comprender los largos tentáculos del racismo. “Al estar sometida en todo momento, lo normalizas, pero allí me di cuenta de que a la microminoría latina el profesorado nos exigía más. Además, me hacían comentarios muy cuestionables. Y en la presentación de un trabajo me dijeron que tenía que pronunciar la zeta, como si mi forma de hablar no estuviera bien”, cuenta.
Nos cuenta que en la revista 'Pikara' están preparando un monográfico el mes que viene sobre personas 'racializadas'. Y señala que, “aunque tengo mi carrera y dos másteres, se me atribuye ser limpiadora o cuidar a personas mayores. Dos profesiones que respeto mucho, pero que no son las mías. Te menosprecian y, sólo por el físico, te acaban estereotipando”.
El triple techo de cristal
En cuanto al empleo, ella destaca el triple techo de cristal al que se tienen que enfrentar las mujeres latinas y/o 'racializadas'. “Primero el suelo pegajoso, que te impide pasar de un puesto operativo. El segundo es el ascensor ascendente a cargos medios, a los que tú nunca llegas. Y por último, el techo de cristal para acceder a puestos de decisión. Las mujeres blancas están luchando para romperlo y lo están consiguiendo en muchos casos. Pero nosotras no pasamos del primer nivel”, denuncia Tamia Morales.
Morales reconoce, además, estar cansada de la labor que se presupone que tienen que hacer las personas 'racializadas' para hacer una especie de evangelización contra el racismo. “No es nuestra responsabilidad. Nosotras ya hacemos suficiente, ahora os toca a las personas blancas revisaros”, subraya. En la organización Ecuador Etxea, donde hace voluntariado, utilizan la educación popular como herramienta de transformación social. “Es esencial para ver cambios. Los hay, pero muy lentos”, advierte.
Ignoradas por las instituciones
El 25% de los jóvenes españoles se declara abiertamente xenófobo y/o racista, según un estudio del Centro Reina Sofía y la Fundación FAD sobre adolescencia y juventud. Los delitos de ese tipo aumentaron un 31,7% en 2022. Adilia de las Mercedes resalta que tampoco desde los organismos oficiales hacen bien su trabajo. “Llevo casi 20 años viviendo en España y no hay un solo día en que no me brinden el tratamiento de una recién llegada –cuenta– Quizá lo más triste es que he sido más discriminada por parte de las mismas instituciones, que deberían garantizar un tratamiento libre de estereotipos y prejuicios racistas, que por personas de mi rutina”.
Además, apunta que “existe una creencia generalizada de que las mujeres que venimos de otros países sólo recibimos del Estado español porque nuestros aportes se invisibilizan o infravaloran”. En su caso, por ejemplo, ha aportado incluso textos que hoy son ley y que defienden los derechos de todas las mujeres en España. Considera que ocurre por dos razones: “para borrar que esos textos son puro derecho latinoamericano comparado y también para borrar que es una mujer española, sí, pero de origen latinoamericano quien está detrás”.
Además de señalar las situaciones discriminatorias que vive su comunidad, tanto en el acceso al trabajo como al alquiler, cuenta que le aplican muchos estereotipos que sobrevuelan a las mujeres migrantes. Por ejemplo, “un conocido periódico publicó una entrevista que nos hicieron a otra jurista de origen latinoamericano y a mí, pero sólo publicaron su foto porque yo no daba la imagen de inmigrante. Me ha pasado cantidad de veces… Siempre me pregunto, ¿cómo luce en esas cabezas una mujer inmigrante?”.
La pregunta del millón
Para acabar, Adilia de las Mercedes nos propone hacer un ejercicio que es “sencillo, pero no fácil”, apunta. Se trata de preguntarse: "¿Qué estereotipos y qué prejuicios tengo yo sobre las mujeres latinoamericanas?". "Siempre que lo pregunto en conferencias y charlas me arroja unos resultados muy interesantes. Las chicas –y también a los chicos– muchas veces responden que ninguno. En ese momento, me doy cuenta de que ni siquiera sabemos identificar qué es un estereotipo y en qué se diferencia del prejuicio y cuándo estos pueden terminar en discriminación o cómo la empiezan”, alerta . Algo que da mucho, pero mucho que pensar. Y tú, ¿tienes prejuicios?