Desde insultos gordófobos dirigidos contra aquellos niños y niñas con cuerpos que no encajan en la norma, hasta la ‘sextorsión’, pasando por las agresiones físicas contra compañeros LGBTIQ+, el término ‘bullying’ es un concepto que muchas veces se utiliza a modo de cajón de sastre para designar tantos tipos de violencias como podamos imaginar. Cada vez está más interiorizado y asumido que no se trata de 'cosas de niños', pero la vuelta de tuerca que, quizá, toca dar ahora, es dimensionar hasta qué punto de lo que sí se trata es de una 'cosa de adultos'.

En España, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, entre 2021 y 2022 se detectaron 11.229 casos graves de bullying, y en el Estudio Estatal sobre la convivencia escolar en centros de educación primaria presentado en 2023 por el Ministerio de Educación, uno de cada diez alumnos y alumnas afirmaba haber sufrido acoso. Además, el 4,58% reconocía haberlo ejercido alguna contra otro compañero o compañera.

"Uno de cada diez alumnos y alumnas afirmó haber sufrido acoso en 2023”

En el caso del 'ciberbullying', que desde hace ya un tiempo despierta una considerable preocupación, los datos que este estudio arrojaba eran bastante parecidos: el 9,2% declaraba haber sido víctima de ciberacoso y el 4,62%, confesaba haberlo cometido. “Hay una gran diferencia entre el 'bullying' actual y el que se daba hace años, a causa de la aparición de las nuevas tecnologías”, analiza el Guardia Civil Pedro Múñoz (quien prefiere ser citado bajo pseudónimo), que lleva años trabajando activamente en la impartición de talleres de prevención del acoso en centros escolares. “Antes, si sufrías acoso escolar, al salir del centro de estudios te marchabas a tu casa y, al menos, tenías algo de descanso hasta el día siguiente; ahora esa violencia puede estar dándose durante 24 horas al día los 7 días de la semana, pueden seguir haciéndote daño incluso dentro de tu propia habitación”, denuncia.

Muñoz advierte de que otra de las consecuencias de la violencia en el ámbito digital es que suscita una deshumanización absoluta de la víctima, conllevando el riesgo de que el acoso se pueda recrudecer. “Sobre todo los niños y niñas más pequeños, a veces no son conscientes de que un comentario o conducta que tengan pueda ser violencia, pero cuando tienen al compañero y ven que le están haciendo llorar o sentirse mal, es más fácil que se den cuenta", expone. "El problema del 'ciberbullying' es que ni siquiera le están viendo la cara”, añade. Eso sí, Muñoz tiene claro que muchos de los “delitos telemáticos” que se dan en el entorno online son en realidad expresiones de otras violencias que llevan existiendo “toda la vida”, solo que a través de nuevos canales.

El caldo de cultivo perfecto: machismo, gordofobia, LGTBIfobia y otras violencias

Y probablemente ahí radique el ‘quid’ de la cuestión: las nuevas tecnologías no son las responsables de que el 'bullying' o el acoso escolar existan. De hecho, la mayoría de las expresiones de aquello que a 'grosso modo' denominamos "bullying" son extrapolaciones a la infancia y la adolescencia de todas aquellas violencias que de toda la vida se han reproducido en el universo de las personas adultas. Por eso es imposible hablar de ‘bullying’ sin hablar de machismo, LGTBIQfobia, gordofobia, racismo, capacitismo y otras estructuras de poder que acaban permeando peligrosamente las relaciones entre las y los más pequeños.

Ira-René es una persona no binaria superviviente del acoso que a día de hoy, como docente, ha hecho de la lucha contra el 'bullying' uno de los principales pilares de su enfoque educativo. Hace unos años creó el Proyecto Fénix con el fin de ofrecer orientación a toda aquella persona interesada en dotarse de herramientas de prevención y abordaje, elaborando una guía especialmente dirigida al profesorado. “Aunque yo imparto inglés, en mis clases siempre integro la educación contra el acoso escolar, porque no existen asignaturas específicas que lo hagan y porque creo que se trata de algo que debe ser transversal a todo el currículo educativo”, cuenta.

Para elle, en la raíz del acoso escolar se encuentra “el sistema patriarcal”, que también opera “dentro de los coles” y que “aprendemos desde que nacemos”. “Igual que aprendemos a andar, aprendemos a odiar”, lamenta, y por eso defiende la importancia de empezar a concienciar a este respecto desde los primeros años de la educación infantil.

"A los niños que no cumplen con el estereotipo de masculinidad, les siguen insultando"

La sexóloga Núria Cano, que da charlas sobre educación sexual a un alumnado de edades muy diversas de distintos centros, cuenta cómo cuando habla por ejemplo de "los cuerpos que no cumplen con el ideal de belleza, sea lo que sea eso", suele encontrarse con niñas y niños gordos que le transladan experiencias durísimas porque en muchos casos todavía reciben insultos al respecto de su corporeidad. Y lo mismo sucede si en el aula hay "alguna criatura con discapacidad, suelen aislarla o, en todo caso, reírse de ella", denuncia.

Últimamente, una de las cosas que más le preocupa es cómo se sigue dando "esa construcción de la masculinidad basada en los mismos estereotipos de siempre" entre los niños, que empiezan a "hablar sobre el tamaño de su pene ya en quinto o sexto de primaria", relata. Creen que tienen que cumplir con el estándar de ser "el hombre heterosexual" musculoso y con unos abdominales híper-marcados desde edades extremadamente tempranas, antes, incluso, de lo que significa "tener un complejo". "A los niños que no cumplen con ese estereotipo social de masculinidad, les siguen insultando usando palabras como 'gay, maricón y mariquita'", expone. "Si algún niño lleva el pelo largo, enseguida le dicen que parece una chica, porque tienen muchísima misoginia y LGTBIfobia desde que son pequeños", continúa.

"Las chicas están desactivando la violencia sexual como herramienta de acoso"

En el caso de las niñas, Cano ha observado en muchas ocasiones también dinámicas idénticas a las que ve en su consulta de sexología trabajando con hombres y mujeres. "A las niñas les cuesta muchísimo decir que no a algo que no quieren, por miedo a hacer sentir mal a la otra persona, porque a ellas no les enseñan a poner límites", reflexiona, identificando ahí el origen de las dificultades con que se topa el ejercicio del consentimiento cuando empiezan a hacerse mayores.

Aunque lo que sí ha percibido la experta es que las chicas en el instituto cada vez han ido desactivando más y más "la utilización de la violencia sexual como herramienta de acoso". "Hoy en día pasan más si alguien las llama 'guarras', por ejemplo, van más a lo suyo y están como más empoderadas", celebra.

Desactivar la mirada 'adultocentrista'

En este contexto, para poder atajar el acoso escolar desde la raíz, Ira René considera prioritario replantearse ese 'adultocentrismo' que lleva aparejada una peligrosa falta de conciencia sobre el hecho de que “las criaturas” están siempre ahí, en el mismo mundo que los adultos, aprendiendo de todo lo que tienen a su alrededor. “Desde la mirada de las personas adultas, muchas veces parece que se ignora la existencia de los niños, las niñas y les niñes; pienso, por ejemplo, en esos hoteles en los que está prohibido ir con niños, para que no molesten”, explica. De esta manera, cuenta, muchas de las violencias que observa entre el alumnado tienen que ver con una “reproducción de los estereotipos” que en la infancia se van absorbiendo como una esponja, un fenómeno al que muchas veces no se presta la suficiente atención.

“Yo nunca digo las notas en alto; nos dan la híper-competitividad con el biberón"

En sus años como docente, ha observado cómo casi siempre la excusa que inicia el acoso suele ser cualquier síntoma de disidencia que pueda mostrar la víctima, en línea con lo que Cano relata. “Ese motivo que tienes oscuro para odiar a alguien siempre va a ser capacitista, racista, clasista, gitanófobo…”, apuntala. Y, en los casos que parecen escapar de estas lógicas, como cuando se ataca a una persona por sacar buenas o malas notas, operan otras dinámicas que encierran también un trasfondo político tremendamente adulto, como la híper-competitividad normalizada en un mundo híper-neoliberal que jerarquiza a las personas y las lleva a competir por la aprobación de sus padres y madres, del profesorado, e incluso del resto de compañeros y compañeras, desde los primeros años de vida. “Las notas, por ejemplo, yo nunca las digo en alto; esa híper-competitividad es algo que nos dan con el biberón”, lamenta.

Eso sí, Ira-René remarca que dentro de todo esto es problemático hablar de que exista un perfil específico de agresor en el bullying, porque “igual que todos podemos ser víctimas, todos podemos ser agresores en un momento dado”. Para Pedro Muñoz, esto se explica porque “la mayor parte de los alumnos y alumnas acaban pasando por los diferentes roles que se dan en una escena de bullying”, en la que además de “una víctima” y “un agresor”, hay también “colaboradores” y “testigos ante los que el agresor busca la aprobación o el protagonismo”. Y esos testigos pueden acabar convirtiéndose en las víctimas o en los agresores de una escena distinta, ya que se acaba generando una estructura “que no es estática, sino bastante móvil”. Para Cano, llegados a ese punto, el problema se vuelve muy difícil de gestionar, porque ante este tipo de situaciones surge ese pensamiento de “quiero encajar y formar parte, no quiero que me aíslen y que se metan conmigo, así que, si no sé muy bien dónde posicionarme, lo haré en la parte del poder, porque así no recibo”.

"En el bullying, los roles de víctima, agresor y testigos no son estáticos, pueden ir cambiando"

En esencia, Ira-René insiste en que para la prevención del 'bullying' lo esencial es hablar, hablar y hablar con los niños y las niñas con paciencia, respetando su autonomía y escuchando lo que tienen que decir. Con las víctimas, para que puedan sentirse seguras, creídas y acompañadas; con los niños que puedan estar reproduciendo determinadas violencias que muchas veces ni ellos mismos entienden, para poder ofrecerles una mirada distinta y, en ocasiones, incluso, para localizar algún tipo de violencia que puedan estar sufriendo en otros ámbitos, como el familiar. Y, para todos y todas, para el aprendizaje de la puesta de límites, el desarrollo de la empatía y la cooperación.

En el marco de la lucha contra el bullying, Monster High y la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE) celebraron a finales de abril una serie de talleres dirigidos tanto a niños y niñas como a madres y padres para proporcionarles estrategias de ayuda, superación y prevención. Las claves de esta iniciativa, para las y los más pequeños: enseñarles a construir su confianza, a comunicarse de forma asertiva y a defenderse de la burla. A su vez, se buscó dotar de herramientas a su entorno para que pueda ser un lugar seguro, capaz de brindar el debido de acompañamiento ante situaciones de acoso escolar. Todo ello con el objetivo de promover, desde los primeros años de edad, los valores de inclusión, diversidad y comunidad que son el pilar fundamental de la lucha contra el bullying.