Aprendió a ir en moto antes que en bici, con cuatro años, gracias a su padre. A los seis, condujo por primera vez un coche y nunca más se bajó. Así empezó la meteórica carrera de Cristina Gutiérrez (Burgos, 1991), que asegura que lleva su pasión por el motor en la sangre: "A la gente le llama la atención porque nunca he tenido un profesor ni he hecho ningún curso, me ha salido todo natural", cuenta.

La piloto acaba de ganar su primer Dakar en la categoría ‘Challenger’ y, en medio de una vida caótica de viajes y competiciones, ha hecho una parada en Madrid para charlar largo y tendido con COSMO sobre resiliencia, la presencia de las mujeres en ‘rally raid’ y las lecciones de vida que le han regalado estos quince años al volante.

¡Enhorabuena! Hace poco más de un mes que ganaste el Dakar en tu categoría. ¿Cómo saboreas este éxito?

¡Muy bien! Está durando bastante la resaca emocional, tengo la suerte de que hemos sido muy bien recibidos, la cobertura que he tenido en España ha sido increíble y estoy disfrutando el momento, algo que me daba un poco de miedo, porque cuando vienen estas cosas a veces cuesta un poco. Tienes que ser consciente de parar para saborearlo porque vienen ya futuras competiciones y el próximo Dakar. En nada estamos en otra temporada, con otras carreras… De nuevo, muy puestos en este nuevo año.

¿Cómo se siente ese momento en el que te confirman que has ganado?

Salí con la mente puesta en darlo todo y no ir aflojando, porque quería entregarme hasta el final —estaba a 25 minutos del piloto que iba primero—. Ese día, cuando terminé, empecé a ver a la gente rara conmigo. Carlos Sainz había ganado unos minutos antes, así que pensé que la cantidad de prensa que había era por él, pero vi las cámaras enfocándome a mí. Entonces, vino mi repre alterada diciéndome que podía ganar, que el otro estaba parado. Todavía no era oficial, porque en el último punto en el que tenía referencias estaba 50 segundos por delante y se había ido la cobertura, aunque todo el mundo estaba ya preguntándome. Y al final pasaron los 25 minutos que llevaba de ventaja —para mí fueron una eternidad— y se comprobó. Fue increíble, de verdad.

"Sobreponerme me sale de dentro. Muchas veces, el dolor es mental".

Esta victoria es solo la parte brillante de muchísimo trabajo. Este es tu octavo Dakar. ¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje de estos años?

He empezado muy joven en este mundo, que a veces tiene muchas pirañas. He aprendido sobre todo a confiar en mí, porque antes no lo hacía tanto y me dejaba llevar, pero siempre me ha encantado tener un grupo de trabajo de referencia que me quiere bien. Un aprendizaje, además, para la vida, a lo largo de estos años, con sus momentos buenos pero también muy malos es el de no rendirse, resiliencia: pase lo que pase, sigue adelante.

El Dakar —y precisamente, el que he ganado— es un ejemplo claro de no darme por vencida aunque llevase esos minutos de diferencia, porque hasta el final no sabes lo que va a pasar. Eso también lo llevo a la vida: pase lo que pase, tengas los baches que tengas, mira siempre hacia adelante, enfócate en el presente, ten un objetivo y ve a por ello.

La resiliencia es fundamental para sobrevivir a una competición como el Dakar. ¿Qué te hace mantenerte con fuerza para sobreponerte a todo?

    Es algo que me sale de dentro. Un momento en el que no me di por vencida fue cuando me rompí la espalda y continué compitiendo, me nació de dentro, al final, el dolor es muchas veces mental. Me acordé de un paciente de una amiga que había pedido una extracción sin anestesia y con la mente había sido capaz de gestionar el daño. En el momento en el que me rompí la espalda, dije: "Vale, al menos voy a controlar la cabeza para que me duela menos". Yo no sabía que tenía las vértebras rotas, tenía un dolor horrible pero no sabía que me podía haber quedado en silla de ruedas.

    Llegué al final y llamé a la ambulancia. Estábamos en Kazajistán, la hospitalización fue un lío, no podíamos salir del país porque estábamos en pandemia… No solo fue romperme la espalda, sino quedarme encerrada y no poder tratarme. Ese momento fue de los más impactantes. Es increíble la capacidad del ser humano, cuando tienes adrenalina y ganas de algo —porque en ese momento iba ganando el campeonato del mundo— lo que eres capaz de soportar. Son lecciones que me ha ido enseñando la competición, a superar momentos difíciles en mi vida que hoy, cuando tengo un bache, recuerdo.

    a person with the arms crossed
    Cortesía Red Bull
    "He vivido situaciones fuertes. Empalmé tres noches sin dormir e incluso llegué a tener visiones".

    Has vivido algunas experiencias complicadas a lo largo de tu carrera, especialmente en el Dakar, desde pasar tres noches sin dormir, con delirios incluidos, hasta vivir un atentado previo a la competición. ¿Cuál ha sido la que más te ha impactado?

    La de las tres noches sin dormir fue brutal. Fue mi segundo Dakar, vas completamente novel, a terminarlo, y ese era mi propósito. El coche se rompía, tenía que parar para arreglarlo durante la etapa, pasaban las horas, se me hacía de noche y ya no había tiempo para dormir. Empalmé como tres noches y empecé a tener visiones —porque el cerebro no descansa—, mi copiloto me hablaba de rotondas en medio de las dunas, veía a gente meterse en la pista y eran árboles…

    Viví situaciones muy fuertes. Hay una que recuerdo especialmente: hubo un momento en el que no podía más con mi vida y dije: "Abandono, me rindo". Estaba en mi límite. Y de repente, escuché: “Sí”. Me di la vuelta y vi que no hay nadie, y me volví a girar y escuché de nuevo: “Sí”. Te prometo que era la voz de mi tío, que había fallecido un año antes y yo lo tenía muy presente. Ni siquiera hubo una conversación, solo ‘sí’. Ahora puede parecer una locura, no sé si fue delirio o realidad, pero me dio fuerzas. Dije: “Mi tío me ha hablado, yo me subo al coche”. Y acabé gracias a ello.

    En ese momento en el que paras y estás en medio del desierto, ¿qué se te pasa por la cabeza?

      Mira, en aquel Dakar también hubo un momento de hartura en el que estaba atascada, llevaba tres horas para sacar el coche, eran las cuatro de la mañana y me estaba durmiendo. Entonces me bajé, miré arriba y me di cuenta de dónde estaba, en la nada más profunda. Solo se veía negro y el cielo lleno de estrellas… Y me di cuenta de lo afortunada que era y eso me ayudó bastante.

      Fue tu padre quien, de pequeña, te inculcó esta pasión por el motor —también, en parte, innata—. Incluso tus amigos te llamaban ‘Tortu’ en el cole. ¿Qué tiene el volante que te llama tanto?

        Ha sido todo muy natural. Desde que nací, vi algo que se movía con gasolina y le dije a mi padre que quería llevarlo. Él es médico, no tengo familia ni nadie cercano que se haya dedicado al mundo del motor, simplemente le encantaba. He nacido con ello en la sangre, mi padre me lo ha transmitido pero no he tenido un guía desde que tuve 6 años. A la gente le llama la atención porque no he tenido nunca un profesor ni he hecho un curso.

        Además del Dakar, corres en varias competiciones ‘off road’. ¿Qué te hizo decantarte más por este mundo que por el asfalto?

          De casualidad. Empecé con los karts de pequeña, pero nada profesional, era por puro ‘hobbie’. Con 18 años me saqué el carné de conducir y vi a unos amigos que competían en ‘off road’ en Rally Raid en España y me explicaron de qué iba ese mundillo. Fue entrar y me enamoró, porque ya no solo es ir a competir en un coche, es la aventura, las circunstancias, pasar por agujeros, por ríos, por piedras, por arena…

          El Dakar es una prueba que todo el mundo quiere hacer una vez en su vida, vengas de donde vengas. Tiene esa esencia y esa energía y esa diferencia que todo piloto desea en algún momento correr, me encanta que las casualidades me hayan llevado a hacerlo porque creo que también me ha hecho mejorar como persona.

          "Al principio, me costaba hacerme valer, la gente no entendía que una mujer iba a hacer un Dakar".

          En el mundo del motor no hay clasificación por género. Has dicho en varias ocasiones que te encanta que sea de esta manera. Aun así, ¿crees que has tenido las mismas oportunidades para competir que un hombre?

          Me encanta mi deporte porque es abierto a todo el mundo. Al final, estás compitiendo con un coche y no es una disciplina como la Fórmula 1, en la que considero que sí que hay mucho físico involucrado. Aquí, además, también hay otros parámetros como la parte mental, la preparación, la suerte… Muy importante esta última, porque son muchos días y te tienen que acompañar la mecánica y la situación, entre otras.

          Hablando de oportunidades: en la parte de búsqueda de patrocinios, entiendo que una mujer llama un poquito más la atención en el mundo y, por esa parte, considero que a las marcas les puede atraer más, lo veo desde un enfoque positivo. Eso sí, al principio, me costaba hacerme valer, la gente no entendía que una mujer iba a hacer el Dakar y lo iba a hacer bien, entonces cuando marcaba buenos tiempos siempre estaba la duda de por qué.

          Pero me veo muy bien, hay mucha representación femenina e incluso a los hombres compañeros les parece bien, están contentos de que haya mujeres compitiendo y que estemos ganando. Cuando hablo de situaciones malas y buenas, no me refiero solo al género masculino, sino a cualquiera, porque al final falta costumbre de vernos en esa situación, pero si acostumbramos al ojo humano y a los niños —yo pongo mucha fe en la educación—, creo que en un tiempo no será noticia que una mujer gane el Dakar.

          También has llegado a recibir comentarios machistas como: "Eres demasiado femenina para correr en esta competición". ¿Qué impacto han tenido en ti?

          Fue muy desagradable en el momento en que lo escuché, te choca. Considero que, como no he hecho caso a esos comentarios y he continuado mi vida obviándolos, ahora soy una persona muy fuerte, pero también creo que tengo una responsabilidad de visibilizarlo, porque a mí no me han afectado pero a otra persona puede que sí y que le hagan cambiar de rumbo. Tanto para mujeres como hombres, hay que ser muy responsables de lo que decimos a cada persona.

          instagramView full post on Instagram
          "A mi padre le agradezco que haya sido tan abierto con nosotros y no haya hecho distinciones".

          Por suerte, tu padre os dio las mismas oportunidades a tus hermanos y a ti...

          ¡Total! Somos dos chicos y dos chicas, y a mi padre le agradezco que haya sido tan abierto con nosotros y no haya hecho distinciones, nos ha dejado elegir. Por suerte, hoy cada vez se lleva más, pero antes sí que era más raro ver a una chica compitiendo y tuve mucha suerte.

          ¿Cómo te preparas mentalmente para un Dakar?

            Para mí ha sido muy importante rodearme de personas que me aportan mucho, no solo profesionalmente, sino también personalmente, con un entorno muy cercano de confianza en el que me he podido apoyar en todo momento. Cada uno aquí tiene su estrategia, quizás hay personas que se centran más en ir a un psicólogo, pero a mí me ha funcionado mucho estar con mi gente. Es fundamental la experiencia, los primeros años quizás tenías más fijación por terminar un Dakar, ahora voy aprendiendo a hacerlo diferente.

            ¿Y físicamente?

            Es muy importante la alimentación. He vivido la parte más novel, no cuidando ese aspecto y la etapa profesional, cuando me he centrado en alimentarme y en dormir bien y, sobre todo en hacer un trabajo en el gimnasio día a día muy focalizado en los músculos que necesito trabajar, siempre guiada. Eso es algo que te da la profesionalización.

            ¿Cómo lleva tu padre que ahora seas la reina del motor?

            (Se ríe). Pues genial, porque también él está como cumpliendo un sueño. Cuando empecé con 18, era mi persona de referencia, entonces hemos aprendido juntos. De hecho, cuando gané el Dakar estuvo un día y medio sin poder hablarme porque a la que me escuchaba se ponía a llorar, ha sido muy bonito vivirlo con mi familia aunque no estuvieran ahí. Cuando llegué a España y vinieron todos a recibirme fue precioso.

            "Hacen falta referentes femeninos. Mi objetivo es que la mujer que quiera hacer un Dakar, pueda".

            ¿Se puede vivir de ser piloto ‘off road’?

            A día de hoy, sí, porque la carrera deportiva ha sido muy positiva para mí, pero es verdad que es muy difícil. Hasta ahora lo he compaginado con mi profesión de dentista, porque no era posible. Sí que es verdad que cuando tienes un palmarés detrás y carreras y resultados que te acompañan y contratos deportivos importantes, te puedes focalizar en una cosa. Pero si llevo 15 años en el motor, 14 han sido compaginando ambas profesiones, porque no podía.

            Eso sí, hacen falta referentes, a mí me faltaron. El hecho de que haya chicas compitiendo en el más alto nivel creo que va a ayudar a que mujeres se atrevan o lo vean más fácil, porque cuando no tienes los un ejemplo no sabes si está bien o mal. Mi objetivo es que la mujer que quiera hacerlo, pueda.

            ¿Quiénes fueron los tuyos?

            Hubo alguien muy importante para mí, que fue María de Villota. Siempre se lo agradecí, fui a un curso que ella hacía de fórmulas en Madrid y verla para mí fue increíble, ver cómo se expresaba… Yo aprendí mucho de aquello, y fue un ejemplo porque tú quizás piensas que estás haciendo algo habitual en tu vida, pero en realidad puedes estar inspirando a una persona. Luego, Rafa Nadal también ha sido una persona importante a nivel de valores, me ha encantado como deportista.

            a person holding a flag
            Cortesía Red Bull

            Después de esta última victoria, has sito tú quien se ha convertido en una inspiración para muchas niñas. ¿Cómo te hace sentir esto?

            En las charlas, coloquios, mesas redondas… estoy con personas a las que no pienso que les estoy llenando tanto con lo que estoy diciendo. Por ejemplo, una madre se me acercó y me dijo que le abrí los ojos, porque a su hijo, que quería ser piloto de F1, le estaba diciendo que tenía que ser mecánico e ingeniero, pero no piloto, porque era imposible. Y me confesó que estaba equivocada abriendo los ojos a su hijo tan pequeño, que cada uno sueñe con lo que quiera y que vaya adelante con ello. Hay una cosa que se llama ‘efecto pigmalión’: cuando los padres apoyan los sueños de sus hijos, le impactas de manera muy positiva. Si lo apoyas, es capaz de hacerlo.

            "Lo soñaba, pero no veía posible dedicarme al mundo del motor. Estaba muy equivocada".

            ¿Fueron esas pocas posibilidades de llegar a ser piloto profesional las que te llevaron a estudiar odontología?

            Sí, con 18 empecé a estudiar la carrera y a competir a nivel oficial. Nunca pensé que llegaría a vivir esto. Lo soñaba, pero no veía para nada poder dedicarme al mundo del motor. Estaba muy equivocada. Al final me organizaba y lo pude compaginar —reconozco que algún que otro Red Bull sí me tomaba para llegar a todo—, pero sí que hacía una dedicación pura con muchas ganas de hacer mi sueño realidad sin saber a dónde me iba a llevar mi destino. Hice la carrera, luego un máster, me puse a trabajar…

            Como he tenido la suerte de haber tenido un par de contratos muy buenos —y también muy intensos— quiero ser sensata conmigo misma y con los pacientes, tengo que centrarme en una cosa y ahora que he tenido la oportunidad de hacerlo, por unos años voy a parar la práctica de la odontología para centrarme en el mundo del motor. Es un punto y aparte porque al final nunca vas a dejar de ser dentista, en mi caso.

                Además, también tienes un lado muy solidario: has ido a Uganda a ejercer tu profesión de dentista en orfanatos y colaboras con ONGs…

                Siempre ha sido importante para mí. Todo el mundo puede ayudar, no hace falta irse a África o a países en vías de desarrollo. Yo he podido ejercer mi trabajo porque puedo ayudar de una manera solidaria, pero al final todo el mundo puede hacerlo. Aparte de que te aporta a ti, egoístamente hablando, tenemos una misión de poder cambiar la vida a otra persona. Tengo amigas del mundo de la sanidad que trabajan o tienen ONGs propias y han contado conmigo, me ha gustado enseñarlo para que sirva de ejemplo de que todo es posible.

                ¿Cuál ha sido tu experiencia más bonita compitiendo?

                Fue en una carrera muy ‘random’ en la Extreme. Yo había hecho en junio un proyecto con los niños del hospital de Burgos. Ellos diseñaron mi casco, hubo varios que fallecieron en el proceso… Fue experiencia muy fuerte en la que se involucraron enfermeras, médicos y familiares. Justo conseguí ganar la carrera que tenía en Cerdeña después de esta actividad. En el momento en que acabé me vinieron a la cabeza todos los niños, todos los dibujos y todas las palabras y para mí ha sido uno de los momentos más bonitos que he vivdo nunca.

                  El Dakar es una competición tan dura que has contado que incluso puedes llegar a perder dos kilos en una etapa. ¿Te puede dejar también secuelas psicológicas?

                    En mi caso, estoy bastante mal desde el principio (se ríe). Por suerte no he tenido este tipo de experiencias, habrá casos y casos, pero para mí ha sido siempre muy positivo: incluso de lo malo he sacado siempre algo positivo.

                    Viajas muchísimo en tu día a día. ¿Cómo es un día normal en la vida de Cris Gutiérrez? ¿Qué rutina cumples siempre allá donde estés?

                    Intento sacar un día para el gym porque cuando sales lo más complicado es estar en un hotel entrenando sin tu gente, pero suele consistir en viajar todo el año y competir unas quince carreras, una semana y pico cada una más su correspondiente test, un día a día intenso. No tengo una rutina clara.

                    ¿Un hábito concreto?

                    ¡Desayunar! Me encanta desayunar bien, con mi aguacate y mi café. “Sí, una maleta de aguacates nos hemos llevado al Dakar”, añade Lara, su repre. Me llevé como 15, porque es mi momento, cuando estoy compitiendo solo desayuno y ceno.

                    La dieta durante la competición la has ido perfeccionando con el paso de los años…

                      Mira, antes mi padre venía a las gasolineras y me metía por la ventanilla del coche dos o tres latas de Red Bull para el copiloto y para mí y dos o tres bolsas de patatas. Y ahora sí lo llevo más medido. Para concentrarme sigo llevando siempre mi latita de Red Bull, también mi barrita de energía para tomarla a mitad de camino —porque tenemos una parada en medio de la nada, el ‘refuelling’, con unos quince minutos para repostar— y luego en la cena, lo que haya en el campamento.

                      ¿Cómo es el ambiente en el vivac?

                      Muy guay. Es como una miniciudad de 3.000 personas y todos son vecinos muy conocidos. Todos nos saludamos. En el día a día no coincides con mucha gente, todo el mundo tiene su hora y su rutina, te organizas el día… El ambiente es muy distendido, muy de ayudarse. En carrera ya las cosas cambian, porque antiguamente cuando luchabas por terminar ibas al final de la cola y siempre había gente que te ayudaba, pero ahora sí que cuesta un poco más, tienes que esperar una hora y hora y media para que alguien te asista.

                      a couple of men on a skateboard
                      Cortesía Red Bull

                      En cada gran paso que has dado te ha acompañado la frase: "Si me hubieran dicho esto hace un tiempo, no me lo hubiera creído". ¿Qué sueño incalzanzable que ahora no podrías imaginar te queda por cumplir?

                      ¡Cuando me pase, lo sabré! De momento, te cuento que lo más impactante que me ha pasado ha sido estar en una videollamada con Louis Hamilton y Sébastien Loeb. Me vi en la pantalla con los dos hablando y yo abajo y no me lo podía creer. Claro, eran mis ídolos.

                      Es clave contar un copiloto que sea tu 50%, al final pasáis 24 horas juntos y lo compartís todo. ¿Cómo es la relación con el tuyo, Pablo Moreno?

                      Una de las partes más importantes para tener un Dakar exitoso es el copiloto y, para mí, es fundamental tener una buena comunicación, porque depende de cómo sea, tus sentimientos pueden ir hacia un lado negativo o positivo. Es como una pareja, al final hay que tener confianza para decir lo bueno y lo malo. Que lo puedas hablar todo es superbueno, porque al día siguiente haces ‘reset’ y es como si nada. Él antes que compañero ha sido mi amigo, empezó siendo mi jefe mecánico con 19 años y cuando surgió la oportunidad, el equipo de Red Bull me dejó elegirlo como copiloto.

                      ¿Recibes ‘hate’?

                      Poco, pero a veces sí que lo he recibido. Por ejemplo, cuando me fui a Uganda de voluntaria, hubo gente a la que no le encajó bien. Me mosquea, aunque quizá hay un comentario malo de doscientos buenos.