“¿Se casaría con un futbolista?”, “¿Qué es más fácil, hacer una tortilla de patata o meter un gol?”. Estas eran algunas de las preguntas que, en 1972, un comentarista televisivo dirigía a las integrantes de la Selección Española de Fútbol en los vestuarios, tras haber perdido 5-1 contra las italianas en Córdoba. El vídeo, que recuperó hace unos años RTVE, se hizo viral en las redes sociales, por lo machista y rancio de aquellas palabras, pero también de muchas de las imágenes que las acompañaban: la pieza, por ejemplo, comenzaba con un plano de todos y cada uno de los traseros de las jugadoras. Más de medio siglo después, en agosto del pasado año, un grupo de mujeres fuertes, valientes y absolutamente profesionales, se alzaban en Australia con la Copa Mundial de la FIFA en un partido que congregó frente a la pantalla a la friolera de 5.599.000 espectadores y espectadoras de toda España. Durante unos minutos, la euforia desmedida por el triunfo, por la victoria, ese 65,5% de ‘share’ que hizo de este el partido de fútbol femenino más visto de la historia del país, parecían constatar que, por fin, los tiempos habían cambiado. Poco tardó, sin embargo, en ensombrecerse aquel deslumbre laureado de progreso: apenas unos momentos más tarde el ahora ex presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, le plantaba a la veterana goleadora Jenni Hermoso el famoso beso no consentido que lo cambiaría todo.

celebracion campeonas de la copa del mundo 2023
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Celebración campeonas de la Copa del Mundo 2023.

“Somos las primeras que queremos ser sólo futbolistas, pero nos hemos tenido que meter en la cabeza que eso no es posible”, declaraba en rueda de prensa un mes más tarde la centrocampista Alexia Putellas, compañera de Hermoso e iniciadora espontánea del hashtag #SeAcabó. “Veníamos reclamando que nos escucharan durante bastante tiempo, porque estábamos detectando que durante muchas décadas, demasiadas, estaba habiendo una discriminación sistemática con el fútbol femenino”, lamentaba la catalana, tratando de explicar por qué entre todas las jugadoras habían cerrado filas. Y es que aquel beso había abierto la veda. Como la propia Selección femenina demostraría los meses siguientes, “el piquito” resultó ser sólo la gota que colmó el vaso entre tantas otras cuestiones denigrantes que ponían de manifiesto la desigualdad y el machismo a los que las futbolistas habían de enfrentarse en un mundo tradicionalmente de hombres que, respaldados por otros hombres, se sentían totalmente intocables, impunes. “En el fútbol masculino, quitando anecdóticas excepciones como Borja Iglesias o Héctor Bellerín, la mayoría prefiere mantenerse al margen a la hora de exponer sus valores, mientras que ellas parece que son unas pesadas que siempre están reclamando cosas. Pero claro, ¿quién si no iba a reclamarlas por ellas, cuando ni los medios, ni sus jefes, ni las aficiones lo hacían?”, defiende la divulgadora digital y autora de la novela ‘Nadie las enseñó a ser grandes’ (Planeta, 2021) Andrea Menéndez Faya.

Fratría masculina y discursos excluyentes

Y es que, reflexiona Irene Zugasti, periodista y autora de ‘#SeAcabó, la doble victoria de las campeonas del mundo de fútbol’ (Contexto, 2023), “la forma más sencilla de asegurarte que tu hijo varón va a estar integrado en su entorno es que juegue y sea integrado en el sistema-fútbol de su barrio, de su cole, de su comunidad. El fútbol articula el orden de género de una forma que lo hace parecer casi natural: en los patios del recreo, dejando a las niñas en los márgenes del espacio público y colectivo, con la amenaza de llevarse, además, un balonazo; en clase de gimnasia, cuando tienes que elegir equipo, lo que muchas veces se convierte en una dinámica cruel de exclusión; en los barrios, cuando te organizas en torno a la tangana de los chavales en el parque; o en los clubes pequeños donde, acaban marchándose las chavalas porque no hay espacio para ellas”. “El fútbol masculino ha sido, como dice Olatz González, el Männerbund -término que se utilizaba para referirse a las agrupaciones masculinas en los antiguos pueblos germánicos-, la fratría más perfecta, porque para encajar en él opera el “no ser”: no ser mujer, no ser LGTB+, no ser flojo, no ser cobarde, no ser no-violento…”, continúa Zugasti.

Además, a esto se suman los discursos difundidos para mantener a las mujeres al margen, empezando por el “miedo a la masculinización del cuerpo, el miedo a ver cuerpos de mujeres fuertes, ágiles y habilidosos ocupando el campo de juego”, apunta Ana Pastor, de Munda Deportiva. “Jugar al fútbol era peligroso porque te alejaba de tu rol asignado como mujer: madre, esposa, cuidadora, que ocupa un espacio escueto, que no molesta, que solo trabaja su flexibilidad y solo realiza movimientos delicados y considerados femeninos”, continúa. Así, nos han constreñido “el disfrute a través del propio cuerpo, haciéndonos creer que no podemos o que no valemos para ciertos movimientos, con esos discursos que nos han limitado motrizmente y nos hemos creído”, denuncia. Por eso, apuntala, “tenemos que estar atentas: cuando nos intentan apartar de algo, no es una cosa inocente, detrás hay algún motivo estructural y jerárquico”, en este caso, la búsqueda de “un claro aislamiento para que las mujeres no hicieran grupo y no pudieran pasar tiempo con sus iguales fuera del espacio privado, a la vez que el acceso al deporte también se les ha restringido a las mujeres para que no ocuparan los espacios que podían ser utilizados como medio de socialización”.

En consecuencia, las pésimas condiciones en las que las mujeres se han visto obligadas a jugar al fútbol durante décadas, afectaban a todos los aspectos de su juego y de su vida: desde el ser señaladas como marimachos en sentido despectivo en el patio del colegio, a salarios y condiciones laborales tan deficientes que era imposible no tener que compatibilizarlo con otro trabajo para poder salir adelante, incluso en el caso de las más profesionales, algo tan duro que acababa forzando a muchas a tener que colgar las botas. “Ellas no piden cobrar como Messi ni que se invierta lo mismo que invierten en el fútbol masculino para generar una burbuja económica ficticia, sino que se las vea, que haya igualdad de oportunidades, dignidad laboral. Los hombres que juegan a ese nivel sí pueden dedicarse exclusivamente a ser futbolistas”, subraya Menéndez Faya.

partido de futbol femenino en 1929
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Partido de fútbol femenino, 1929.



Fútbol, libertad sexual y feminismo

Y, quizá, el tipo de violencia más sonada haya sido la violencia sexual. Casos como el de los dos jugadores de la Arandina que actualmente se encuentran en prisión por haber agredido a una chica de 15 años en 2017; el del todavía entrenador del Rayo Vallecano -femenino, sí- Carlos Santino, del que se hizo público un audio de WhatsApp en el que jaleaba la actuación de los anteriores (”tío, nos falta ir y que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris, y cargárnosla ahí todos juntos. Eso es lo que une realmente a un 'staff' y a un equipo”); o el de la afición del Sevilla desplegando una pancarta en apoyo al Prenda, uno de los agresores de La Manada, muchas veces no trasladan la sensación de que el fútbol, tanto en lo referido a lo deportivo como a la cultura que lo envuelve, vaya a ser un lugar seguro para las mujeres.

Señala Lucía Jiménez Tizón, una de las fundadoras de Era Fútbol Femenino, que cuando el fútbol femenino pasó de la absoluta invisibilidad mediática a empezar a tener algo más de difusión, “sólo se hablaba de él cuando había algún escándalo de abuso, y la imagen que se transmite cuando tú no hablas de algo casi nunca y únicamente lo traes a la palestra, al panorama informativo, cuando sucede algo malo, es pésima, te hace pensar ‘madre mía, todos los días pasa algo’, aunque no siempre sea así”. Esto es algo que podía generar desmotivación o miedo en las chicas que se planteaban hacer una incursión en el mundo del fútbol. Un poco lo mismo que denunciaba Nerea Barjola al definir los discursos del terror sexual, que mantenían a las mujeres alejadas de la calle y la noche a base de infundirles miedo repitiéndoles lo que podía sucederles si iban solas o salían de fiesta.

Por eso, que haya sido precisamente el fútbol el espacio donde ha culminado la reivindicación de la libertad sexual es, para Zugasti, “una paradoja muy hermosa, de justicia poética en forma de justicia deportiva". Ella remarca que, frente a lo de Rubiales, “el coraje de las protagonistas, para las que hubiera sido muy fácil callarse y evitar meterse en líos”, ha supuesto “una revuelta en el corazón de la bestia, allí donde muchas feministas no estábamos mirando, precisamente porque pensábamos que el fútbol no era un espacio en disputa”. “Es importantísimo reivindicar los nombres de todas esas mujeres que pusieron el cuerpo durante años, denunciando la violencia, los abusos y la discriminación laboral”, incluidas muchas mujeres, desde jugadoras a periodistas, que se vieron abocadas a pagar altos precios por ello y “cuyos nombres nunca sabremos”. Todo ello ha puesto sobre la mesa que “romper el sistema-fútbol y quebrar sus normas de género tiene la capacidad de desmantelar todo un sistema de poder mucho más allá del fútbol”. De hecho, el efecto, aquí, es de doble dirección. Muchas mujeres a las que el fútbol no les interesaba se acercaron a él por primera vez a raíz de este caso, porque, como manifiesta Fernández Faya, “todas han tenido algún jefe, por ejemplo, que ha ejercido abusos de poder, y desde ahí han podido empatizar con las jugadoras”.

jenni hermoso durante la final de la copa del mundo 2023
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Jenni Hermoso durante la final de la Copa del Mundo 2023.

El fútbol siempre ha sido de las mujeres

Pero, ¿por qué ha sido el fútbol -y su cultura extradeportiva- un espacio tradicionalmente tan masculinizado? ¿Acaso ha sido así siempre? Nada más lejos de la realidad. “Creo que el fútbol en sí siempre ha sido para las mujeres a pesar de los intentos para apartarnos de su práctica y disfrute”, afirma Pastor. De hecho, todas insisten en señalar la importancia de la dimensión histórica en este aspecto, recordando cómo en la Inglaterra de los años 20 se llegó a prohibir a las mujeres jugar al fútbol porque, tras la Primera Guerra Mundial, habían conseguido aglutinar mayor atención y fama que sus análogos hombres, algo que no se podía consentir. En España, durante el franquismo, el sistema se encargó de apartar asimismo a las mujeres del campo, y la Selección tuvo que sobrevivir en la clandestinidad hasta su reconocimiento por parte de la RFEF en 1980. “Ahora en estos momentos y gracias al trabajo de muchos años y de muchas generaciones y de haber soportado muchas vejaciones, insultos, silencios cómplices y violencia por parte de entrenadores, cuerpos técnicos y federaciones, las jugadoras comienzan a tener la presencia y valor que merecen por realizar su trabajo y creo que los cambios suscitados por la Selección también tienen que empapar los demás estamentos, llegar a todas las categorías”, asevera Pastor. Fernández Faya hace hincapié en otro aspecto crucial para asentar el progreso: que los partidos de femenino se emitan en abierto, fuera de los sistemas de pago, para que, igual que sucede con el masculino, “si tú entras a un bar y ese día hay fútbol femenino, también puedas encontrarte con que lo tienen puesto y es lo que todo el mundo está viendo, aunque sea de fondo, en la pantalla”.

equipo de futbol femenino ingles en los anos 30
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Equipo de fútbol femenino inglés en los años 30.

En cuanto a los medios de comunicación, “el cambio principal ha sido dejar de tratar el fútbol femenino desde lo anecdótico. Antes, si una jugadora por las tardes era panadera, los medios iban y te contaban su vida como panadera; ahora cada vez más, se habla de su juego, de su partido”, reivindica Sandra Riquelme, periodista del medio deportivo ‘Relevo’, que junto con su compañera Mayca Jiménez hizo una importantísima labor de cobertura del Mundial femenino de 2023. “Yo tengo muchísimas amigas con las que puedo discutir, por ejemplo, si veo mejor a Putellas de falso 9 o de interior, pero lo que más me flipa es que también lo puedo discutir con mi padre”, celebra. “Cuando Aitana Bonmatí ganó el Balón de Oro, sacamos tantas piezas a portada, hicimos tantos reportajes, como lo habríamos hecho si el galardonado hubiese sido un hombre español”, cuenta. Y, para ella, ahí radica el síntoma definitivo de que se está dando un avance sin precedentes: que cada vez el fútbol femenino va siendo menos “residual”. “Los clubes han dejado de verlo como una cuestión de Responsabilidad Social Corporativa y han pasado a considerarlo una apuesta real, lo que hace que estén, por fin, invirtiendo en mejores infraestructuras para las jugadoras y claro, así llegan los éxitos deportivos”, continúa. Eso sí: la verdadera diferencia “habrá llegado cuando no haya sólo mujeres hablando de fútbol femenino; cuando al llegar a una redacción, por ser mujer, no se dé por sentado que eres la que tiene que cubrir el femenino; cuando todos y todas las periodistas que hay allí, como es nuestro caso, sepan de femenino y hablen de ello como algo normal, no algo totalmente especializado del que solo sabemos unas pocas”, declara Riquelme.

“Cuanto más hablemos de fútbol femenino, más se va a normalizar el hecho de que es un deporte más, diferente del masculino, además, muy vistoso, y que porque una mujer sea la que lo realiza, no significa que se tenga que despreciar”, reivindica Jiménez Tizón. En este sentido, el papel de las periodistas y activistas que han encontrado en las redes sociales una herramienta para difundir lo que permanecía invisibilizado en los espacios ‘mainstream’ de comunicación, ha resultado crucial. “Yo he recibido mensajes de personas que, como no tenían dónde enterarse de las cosas, se metieron en nuestra cuenta de Twitter y ahí es donde han podido aprender y conocer futbolistas que les gustaban, donde se han hecho de un equipo y que gracias a estos canales de información han podido aficionarse a este deporte”, celebra.

Así que por lo que parece, además de que Rubiales sí tuviera que dimitir, cada vez más niñas y niños visten con orgullo la camiseta de Alexia Putellas o la de Jenni Hermoso y llegará el día, más pronto que tarde, en que las ganadoras de la Supercopa no vuelvan a tener que recoger sus medallas de encima de una mesa y ponérselas a sí mismas porque no han contado con que nadie fuese a hacerles entrega de sus merecidos galardones.