En 2019 me diagnosticaron cáncer de mama. Hacía dos años que Gema, mi hermana menor, había pasado por lo mismo. Gracias a que ella y Fas, mi novio, insistieron en que pidiera que me hicieran las pruebas, y a lo pesada que me puse en consulta, el escenario fue el ‘mejor’ posible –y entrecomillo lo de mejor, porque con el cáncer todo es chungo–. Mi carcinoma era pequeño y no me tuvieron que extirpar el pecho, ni darme quimioterapia. Dicho esto, en aquella consulta de atención primaria ratifiqué algo que ya había pensado al acompañar a mi hermana en su proceso oncológico: los sesgos de género que hay en la medicina, pueden afectar, y mucho, a las pacientes. Luego, en radioterapia –que sí que me tocó–, donde nos juntábamos personas con tipos diversos de cáncer, pude comprobar que nos pasaba a todas, no sólo a las de mama. Os cuento cómo es vivirlo en primera persona.

"En aquella consulta de atención primaria ratifiqué algo que ya había pensado al acompañar a mi hermana en su proceso oncológico: los sesgos de género que hay en la medicina, pueden afectar, y mucho, a las pacientes".

Diagnóstico de cáncer y género

Para conseguir hacerme las pruebas de cribado de cáncer (el diagnóstico precoz tiene gran importancia) tuve que insistir mucho. La médica de atención primaria consideraba que, por mi buena cara o porque ella así lo decidió, yo no tenía probabilidades de tener cáncer, ni siquiera por tener una hermana que lo había pasado. Ni aquella doctora ni yo lo sabíamos, pero ya estaba en mí el tumor cuando fui a pedir –suplicar– las pruebas. Al final, le dije que me pusiera su negativa por escrito para que quedara constancia. Sólo entonces me la pidió. Gracias a eso no tuve que pasar por el 'onco-kit' completo, con mastectomía y quimio. Yo sabía lo duro que es, por mi hermana. Lo cuento siempre, por si le sirve a alguien que esté en mi caso.

No hay estudios sobre qué hace que un médico decida si te manda las pruebas médicas o no. Quizá se debería investigar, porque es probable que esta sociedad androcéntrica, que otorga más autoridad a una voz masculina que a una femenina, influya. Según una investigación realizada en Dinamarca con datos de 1994 a 2015, las mujeres son diagnosticadas más tarde que los hombres en 770 enfermedades. En concreto, en el caso del cáncer, las diagnostican 2,5 años más tarde que a los hombres, excepto en el de mama.

cáncer con perspectiva de género
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A las mujeres se nos pide prevención, pero muchas veces en consulta cuesta conseguir que nos hagan pruebas. Los sesgos de género influyen en ello.

Fuera sesgos de género

Lo cierto es que los sesgos de género afectan a las pacientes. Si, por ejemplo, piensas en alguien con cáncer de pulmón, seguramente imaginarás a un señor mayor –a partir de 65 años–, fumador empedernido. No eres la única que piensa así. En las consultas, también ocurre. Esa es una de las razones por las que a las mujeres se les diagnostica con frecuencia en estadios avanzados, pese a que las muertes por cáncer de pulmón entre el sexo femenino están aumentando a un ritmo aproximado de un 5% anual y se calcula que este tumor podría ser la primera causa de muerte por cáncer en mujeres españolas en 2025, según la Sociedad Europea de Oncología.

Tan relevante es la cosa, que hasta se ha creado la Asociación para la Investigación del Cáncer de Pulmón en Mujeres (ICAPEM), presidida por la oncóloga Dolores Isla, para saber cómo afectan los factores biológicos y el sesgo de género en la investigación. Eso nos da una idea de la importancia de evitar los estereotipos y sesgos machistas, también en la medicina.

Toxicidad: el sexo importa en el cáncer

Percibes que la quimio o la medicación te afecta más a ti, por ser mujer, lo comentas con otras y no andas desencaminada. Por la observación clínica, se sabe que la toxicidad de la quimioterapia contra el cáncer incide de forma diferente en hombres y en mujeres. Sin embargo, apenas hay evidencia científica. Eso sí, cuando al fin se investiga, suenan las campanas: un estudio pionero sobre perspectiva de género del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO) en tumores neuroendocrinos refleja que las mujeres tienen con mayor frecuencia efectos secundarios, también con otras terapias.

De ocho toxicidades, siete les ocurrían más a ellas (hepática, cefalea, mareo, fiebre, náuseas, alteraciones en la piel y caída de pelo o alopecia), mientras que la octava era más frecuente en ellos (disfonía o alteración de la voz). Avanzar en este sentido puede suponer una mejora del bienestar frente a los tratamientos para las pacientes oncológicas.

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La quimioterapia y la medicación produce mayor toxicidad en las mujeres, pero aún cuesta que lo reconozcan muchos profesionales sanitarios y hace falta una mayor investigación para ajustar las dosis al organismo femenino.

Fármacos hechos para hombres

Esta diferencia ante los tratamientos oncológicos ocurre, en parte, porque están hechos para los hombres. No es una ida de olla. Incluso la Organización Panamericana de la Salud (OPS), agencia de la OMS, admitió que, durante décadas, en la investigación y los ensayos clínicos de tratamientos y medicamentos para ambos sexos participaron solo hombres. Lo habitual es probar los nuevos fármacos en varones e, incluso, se suelen elegir animales machos si hay que experimentar. Las razones principales: el dinero y la complejidad.

Por nuestro sistema hormonal, nosotras somos más complicadas, requerimos más estudios y, por tanto, una mayor inversión. Según un informe del Observatorio de Salud de la Mujer, las mujeres suponen menos del 30% de participantes en los ensayos clínicos, aunque tenemos evidentes diferencias de peso, materia grasa o metabolismo.

Como consecuencia de ello, a hombres y mujeres se les receta la misma dosis de un fármaco, cuando nosotras lo metabolizamos de forma distinta y podemos sufrir efectos adversos mayores. Imaginad en el caso de los potentes fármacos para tratar el cáncer... Pero eso tiene solución. En Canadá, por ejemplo, no se da dinero público si no se incluye a mujeres en los trabajos de investigación clínicos.

Medicación personalizada en el cáncer

El clamor, entre los mismos profesionales sanitarios y científicos, cada vez es mayor al exigir una medicina más igualitaria, sin sesgos. En parte ha sido gracias al COVID-19, que ha mostrado que, en cuanto a la salud y la enfermedad, el sexo y el género importan. Hombres y mujeres reacciona a la infección por coronavirus de forma diversa (incluso la pandemia ha afectado de forma diferente a su salud mental).

Dejar de tratar a los pacientes con homogeneidad, permitiría ajustar los tratamientos y las dosis de medicamentos, lo que podría suponer un beneficio tanto para las personas como para el sistema sanitario. Ajustar las dosis de los tratamientos oncológicos, en función de las diferencias de género, ayudaría a minimizar los efectos secundarios, que son bastantes, os lo aseguro.

"Cuando eres una paciente informada, te sientes mil veces más segura y con menos incertidumbre. Pero muchas veces, y lo sé por experiencia, te cuesta que el oncólogo te explique en plan para 'dummies' qué te está pasando, por qué notas indeseados efectos secundarios que tú, mujer, sí que notas y que te pueden amargar la vida."

Informar a las mujeres sobre cáncer

También sería fundamental que los oncólogos personalizaran la información sobre los tratamientos, ya que en las mujeres presentan características propias y toxicidades más frecuentes. Cuando eres una paciente informada, te sientes mil veces más segura y con menos incertidumbre. Muchas veces, y lo sé por experiencia, te cuesta que el oncólogo te explique en plan para 'dummies' qué te está pasando, por qué notas indeseados efectos secundarios que tú, mujer, sí que percibes y que te pueden amargar la vida.

Tanta fue la conciencia que tomé de que la perspectiva de género aún es una asignatura pendiente que escribí ‘Te invito a un mojito’ con la directora de cine Mabel Lozano para contar nuestra experiencia con el cáncer y promover el empoderamiento de las pacientes. En el libro nos dedicamos a investigar y a compartir la información, con recomendaciones y consejos. En realidad es el libro que a nosotras nos hubiera gustado tener cuando nos diagnosticaron, nos habría hecho la vida más fácil. Contamos, como si lo hiciéramos con una amiga, todo eso que a veces cuesta tanto que te expliquen en las consultas. Sabemos que es útil porque muchas pacientes oncológicas nos han escrito para contarnos sus casos. Bastantes se quejan de la falta de información personalizada y de empatía.

Te invito a un mojito, de Mabel Lozano y Paka Díaz

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Crédito: D.R.

La soledad de la paciente oncológica

Entre los factores de riesgo que el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos destaca para tener grados altos de sufrimiento en los pacientes con cáncer está ser joven, ser mujer o no ser de raza blanca. La soledad, la falta de cuidados cuando a ti se te considera la cuidadora por tu sexo, la sensación de ser juzgada, incluso la culpa, y la preocupación por la imagen del propio cuerpo suelen aumentar en el caso de las mujeres e inciden en su salud mental.

Por eso, no es de extrañar que la prevalencia de depresión con respecto a la población total en mujeres con cáncer sea de un 27%, mientras que en los varones es de un 9%. Además, la feminización de los cuidados es un hecho. En las salas de quimio y radio ves a muchas mujeres solas, sin embargo la gran mayoría de hombres está acompañado, siempre por una mujer. Ahí lo dejo.

Medicina con perspectiva de género

La médica endocrina Carme Valls Llobet fue una pionera en plantear las diferencias de sesgo en la investigación científica. Si quieres flipar, píllate su libro ‘Mujeres invisibles para la medicina’ (ed. Capitán Swing), donde te cuenta todo lo relacionado con la salud femenina. A mí me ayudó porque te enseña a conocer tu cuerpo y aprendes cosas como que a las mujeres se les recetan cinco veces más de antidepresivos que a los varones y el doble de ansiolíticos.

Para saber por qué ocurre esto, toca retroceder en el tiempo ya que, amiga, nosotras cargamos con el peso de la histeria, esa “enfermedad nerviosa crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre”, según dicen en la RAE. Esta supuesta patología se asienta en la creencia ancestral de que un órgano femenino, el útero, domina nuestras vidas de mujeres. En la Edad Media, pasamos a ser consideradas brujas… por supuesto histéricas. Y, ya en el siglo XIX, médicos y curas –todos hombres, claro– se aliaron para controlar la potente sexualidad femenina que, entonces, se consideraba la causa principal de esa histeria femenina.

Poca broma, los centros de salud mental, entonces oscuros manicomios, se llenaron de mujeres que, probablemente, tan sólo sentían que su sexualidad era reprimida. Ojo, al orgasmo femenino lo llamaban entonces ‘paroxismo histérico’. No fue hasta el auge del feminismo, ya bien entrado el siglo XX, cuando las mujeres plantaron cara a la pseudociencia alrededor de la histeria y la señalaron como lo que era: una herramienta de control patriarcal. Pero el daño estaba hecho, con el popular psiquiatra y reconocido misógino Sigmund Freud a la cabeza.

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Entre los factores de riesgo que el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos destaca para tener grados altos de sufrimiento en los pacientes con cáncer está ser joven, ser mujer o no ser de raza blanca.

La vida tras el cáncer

De esos lodos procede que, a día de hoy, si comunicas diversos males en consulta, con mucha probabilidad, en lugar de estudiar el origen de los mismos, te ofrezcan un ansiolítico o un antidepresivo, aunque no tengas ansiedad. Que el cáncer es un camino que no acaba cuando te dan el alta, lo sabe cualquier paciente oncológico. Luego, muchas personas se tienen que enfrentar a los efectos secundarios de la quimio, de la radio, de la medicación posterior, si esta es necesaria.

Y empiezas a ver cómo los sesgos de género vuelven a aparecer en las consultas. Si le comentas al oncólogo que la medicación para controlar tu tumor hormonodependiente te está provocando alteraciones en el ánimo, dolores de articulaciones o aumento de peso, él te sugiere tomar un ansiolítico para 'calmarte'. 'Yo no estoy histérica, doctor', le dije yo al mío. Porque tú no estás deprimida, ni loca, ni es imaginación tuya que el profesional no esté teniendo en cuenta lo que le dices. Un estudio de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, lo confirma: los médicos subestiman de forma habitual los efectos negativos asociados al tratamiento oncológico que les refieren las pacientes.

Lo bueno de todo esto es que tenemos mucho margen de mejora y que ya hay mucha gente consciente de ello. Las conferencias de Carme Valls Llobet en las Universidades de Medicina se llenan hasta los topes de jóvenes profesionales que quieren aprender para evitar los sesgos de género. Asociaciones de pacientes y también de profesionales de la sanidad y la investigación están pidiendo que se tengan en cuenta las diferencias genéticas, epigenéticas y hormonales de los y las pacientes.

Con ello lograremos el objetivo común de toda la sociedad, una medicina más personalizada, un mayor bienestar para los pacientes oncológicos y una mayor efectividad en los tratamientos y la medicación, con la mínima toxicidad posible. Porque, como recuerda el lema de este año de la Asociación Española Contra el Cáncer, #TodosContraElCáncer, esta lucha es de todos, y de todas, sin distinciones, pero teniendo en cuenta nuestras diferencias. También es cierto que hay que cuidar de nuestro gran tesoro, la sanidad pública y de los y las profesionales sanitarios que nos cuidan en ella. Gracias infinitas.

Os escribo estas últimas líneas tras volver del hospital de Montecelo, en Pontevedra, donde cada seis meses me toca revisión; la onco-ITV. La noche antes nunca puedo dormir. Por muy positiva que seas, da susto. Al entrar en consulta, he visto que el oncólogo –no lo conocía, cada vez me toca alguien diferente–, me ha dicho que todo estaba bien. Me ha preguntado cómo me sentía, ha mostrado empatía. Me ha dicho que teníamos que estar contentos porque según pasa el tiempo, hay menos riesgo de que vuelva el cáncer. Ha sido un chute de alegría. Observo que los médicos más jóvenes comunican mejor, muestran interés, te escuchan. Y siento que hay esperanza. Me voy a celebrarlo, hasta dentro de seis meses.

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Paka Díaz

Periodista, guionista y escritora especializada en feminismo y cualquier tema que tenga que ver con los derechos humanos y la igualdad de género y el colectivo LGTB+. Además de viajar, sus otras pasiones son los libros, el cine, la música. La podéis encontrar de festivales y conciertos, dándolo todo bailando. Coautora con Mabel Lozano del libro ‘Te invito a un mojito', sobre el cáncer de mama. Le encanta entrevistar a mujeres 'power' y se motiva en 3, 2, 1...