Este 8 de marzo en COSMOPOLITAN hemos decidido cambiar las gafas moradas por unos buenos prismáticos con cuyas lentes dejarnos deslumbrar por todos los matices que inundan de color las vidas múltiples de las mujeres. Porque los feminismos, en plural, ponen de relieve cómo las mujeres somos plurales, diversas, heterogéneas, así como también lo son nuestras vivencias. Y desde la 'interseccionalidad' —término acuñado por la abogada y académica estadounidense Kimberlé Williams Crenshaw en 1989— es posible entablar diálogos que pongan en común todo aquello en lo que convergemos, pero también para aprender de las demás en lo concerniente a nuestras divergencias.

María Naredo (Madrid, 1970), jurista especializada en derechos humanos, feminista y lesbiana; Noelia Cortés (Almería, 1996), escritora y activista gitana, y Cristina de Tena (Madrid, 1990), activista gorda y cocreadora del pódcast ‘Nadie hablará de nosotras’, se dan cita en nuestra redacción con dos únicos interrogantes sobre la mesa por nuestra parte: ¿qué no te han preguntado nunca en una entrevista de lo que te gustaría poder hablar? y ¿qué pregunta querrías hacerle a una mujer que viviese desde el privilegio aquello que a ti te atraviesa en forma de opresión? Entre todas, dieron forma a un arsenal de reflexiones compartidas. Vamos allá.

"Llevamos nuestras identidades en nuestro cuerpo, en nuestra vida. Nos conforma como mujeres"

Sobre el trabajo, la salud y la precariedad

“La 'interseccionalidad' es algo muy complejo”, señala Naredo, y es que no se trata de una mera “suma de discriminaciones”, sino que “llevamos nuestras identidades en nuestro cuerpo, en nuestra vida: desde nuestra familia a nuestro entorno, clase social y, por supuesto, también nuestra etnia, el lugar de donde venimos, el cómo amamos y qué queremos ser”. “Todo esto”, continúa, “nos conforma como mujeres y como personas”. En su caso ha aprendido lo que la 'interseccionalidad' significa “más allá de los libros, en carne propia”, desde dos lugares muy distintos. Primero, desde el abuso, cuando como mujer lesbiana le negaron, por serlo, junto a su pareja y la hija de ambas, el acceso a una vivienda, a pesar de cumplir de sobra con los requisitos económicos que se pedían. “Nos preguntaron dónde estaban los maridos y, en ese momento, supe que éramos las últimas de la lista”, narra.

Así, la precariedad se recrudece e incluso reinventa en el momento en que entran en juego más factores de discriminación, además del género y la clase. “Las personas gordas tenemos menos posibilidades de encontrar empleo, de que nos hagan una entrevista, y hay trabajos a los que directamente no podemos acceder, sobre todo los que tienen que ver con la cara al público”, afirma de Tena. “La discriminación que sufrimos no solamente tiene que ver con que nos insulten por la calle; es que, si yo no tengo trabajo, no puedo alquilar una casa, comer o pagar la calefacción”, recalca.

"Las personas gordas tenemos menos posibilidades de encontrar empleo"

En el caso de las mujeres gitanas, Cortés apunta a cómo los procesos de gentrificación y el abandono de las instituciones terminan expulsándolas de sus barrios hacia las zonas periféricas y apartadas de los pueblos y ciudades. “Si les cortan el suministro eléctrico, no les ponen ni una farola, ni un parque en los acampados de alrededor, ¿cómo puede sentirse segura una chica gitana que sale una noche a cenar y tiene que volver sola de noche por una calle en la que no ve ni por dónde va?”, se cuestiona. “En la Cañada Real llevan cuatro inviernos ya sin calefacción, sin frigorífico… Todo eso afecta a la salud de las mujeres gitanas y mucha gente cree que se lo merecen, precisamente, porque son personas gitanas”, denuncia.

En este sentido, Naredo también ha sabido lo que es experimentar esa 'interseccionalidad' desde el privilegio. Trabajando en el acompañamiento a mujeres migrantes en situación irregular, presenciaba cómo incluso en situaciones de violencia sexual, sobre ellas operaba “el prejuicio machista y racista como un cruce de opresiones, como un prejuicio sobre el prejuicio” que dificultaba aún más que llegasen a ser creídas y, en consecuencia, les cerraba la puerta de acceso a los servicios públicos pertinentes.

"El prejuicio machista y racista es un cruce de opresiones, un prejuicio sobre el prejuicio"

Una realidad que resuena, también, en las palabras de Noelia Cortés al denunciar la revictimización social y mediática que se ejerce sobre las mujeres gitanas -por muy españolas que sean- víctimas de violencias machistas. “Cuando utilizan palabras como ‘reyerta’, en lugar de ‘agresión’, o ‘clan’, en lugar de familia, dan la sensación de que una mujer gitana no es una persona real que ha sufrido una agresión e intenta recuperarse física y emocionalmente, sino que es menos humana, que eso le ha pasado por los códigos de su cultura”, denuncia Cortés.

Sobre los cuerpos y la identidad

En un momento dado, Cortés y Cristina de Tena comienzan a conversar entre ellas y hallan un enclave común: si algo comparten mujeres gitanas y mujeres gordas es el cómo recae sobre ellas el mito del salvajismo. “Si una mujer gitana amamanta a su niño en público, es el salvajismo; si está gorda, es el salvajismo, porque no controla lo que come, no controla sus instintos, es primitiva… a las mujeres gordas y a las mujeres gitanas, a través del mito del salvajismo, se nos deshumaniza, anulando el resto de nuestra identidad”, observa Cortés. Y es que, como explica de Tena, no todos los cuerpos son atravesados por la violencia de la misma forma. “La norma de la sociedad es que los cuerpos deseables son los cuerpos producidos y de las personas gordas dicen que somos todo lo contrario: cuerpos que se dejan, vagos, que no se cuidan”, expone. Algo que deriva en la manifestación de múltiples prejuicios y violencias, desde la mirada social que presupone cómo es la alimentación, el estilo de vida o el estado de salud de una mujer gorda a la que ni siquiera se conoce.

"Si una mujer gitana amamanta a su niño en público, es el salvajismo"

Sin embargo, activistas como de Tena están logrando darle a esto una vuelta de tuerca, depositando una mirada crítica sobre dichas estructuras y hallando así nuevas fórmulas a través de las que poder vivir más libres todavía. De Tena se pregunta qué pasaría si, quizá, aprovechar todos esos prejuicios, pudiese ser, precisamente, una oportunidad de transformación social. “¿Qué pasaría si no soy una máquina que produce una y otra y otra vez? ¿Si soy una persona que para, que respira, que es lenta, que a veces deja cosas para mañana? A lo mejor nuestros cuerpos, tan rechazados, resulta que de repente pueden llegar a ser un arma contra un capitalismo feroz que no para de decirnos que, o producimos más, o vamos a morir en el intento”, explica.

De Tena también denuncia la presión estética que supone la saturación de imágenes que, a día de hoy, desbordan las redes sociales. “Replican un cuerpo muy concreto que, además, es un cuerpo feliz y como ninguna somos lo que aparece en la pantalla, al final acabamos viviendo para perseguirlo. Es lo mismo que se nos dice a las gordas, serás feliz cuando adelgaces, mientras tanto, olvídate. Pero si yo estoy todo el rato obsesionada con que debería ser algo que no soy, es imposible que sea feliz”, sentencia. En su propia experiencia, lo revolucionario fue empezar a dedicar todo ese tiempo que antes invertía en intentar producir su cuerpo a “salir con amigas, ir al teatro, al cine, a comer rico…”. “Ahora dedico mi tiempo y mi manera de estar en el mundo a cosas que me llevan, de verdad, a un bienestar”, celebra.

"El sistema heterosexual, el patriarcado, está muy bien trabado, te mete al juez dentro de ti misma"

A este respecto, Naredo por su parte confiesa que cuando decidió ser ella misma y “romper el mandado heterosexual”, aunque ya era feminista, también era “muy joven”, y que al principio sintió “miedo y vergüenza”. “El sistema heterosexual, el patriarcado, está muy bien trabado y te mete al juez dentro de ti misma”, lamenta. Sin embargo, en un momento dado se preguntó -como aquel título de la biografía de Jeanette Winterson hace más de una década lo hacía-, qué era preferible, si “ser feliz o ser normal”. “Yo elegí ser feliz, como muchas personas LGTBIQ+, pero con todas las cicatrices en nuestro cuerpo que lleva ese proceso”, reconoce.

Esto último pone de manifiesto el por qué la memoria y la justicia histórica adquieren una dimensión crucial para la construcción de una perspectiva interseccional en el seno del feminismo, tal y como ejemplifica Cortés refiriéndose a una cuestión tan mundana y cotidiana como lo es la estética. “Si tienes el recuerdo de que en el cole o en el instituto se rieran de la chica que llevaba los pendientes muy grandes, las uñas larguísimas, que se perfilaba los labios, todo eso que ahora tú vistes porque es trendy, concédele a esa chica el poder explicar que eso viene de ella, que su madres siempre ha vestido así, que tiene fotos súper antiguas de su abuela vistiendo así… lo que para unas personas es seguir una tendencia, para otras tiene un significado cultural increíble”, relata.

"Lo que para algunas es 'trendy', para otras tiene un significado cultural increíble"

Sobre la memoria y los horizontes de futuro

Asimismo, Cortés reivindica la puesta en valor de las mujeres gitanas que antes de ella abrieron camino a todas las que vinieron después, y que la mayoría del tiempo quedan relegadas al olvido por parte de los relatos hegemónicos, blancos y payos. “No me suelen preguntar por mis referentes porque no están acostumbrados a escucharnos mucho y creo que conciben que, cuando hay una mujer gitana expresa los problemas de su pueblo, es la primera. A mí me rotulan siempre como activista, y no es que yo no me identifique con ello, pero yo soy escritora; activistas gitanas hay muchísimas, con muchísimo recorrido, como para pensar que una chica como yo, que venga ahora, es la primera activista gitana que ven en su vida”, señala.

“Yo recomendaría leer a Paqui Perona, gitana referente del barrio de la Mina, y a ‘La Tiarrona’, Pilar Clavería, que murió hace poquito sin ningún reconocimiento y que fue la primera mujer gitana en formar una asociación en España”, invita. En este sentido, Cortés también celebra como referentes a su madre, que trabaja en un almacén con la lechuga y que, cuando ella era pequeña, trabajaba en el campo y fue quien le enseñó a leer antes de que fuera a la escuela, y a su abuela Rosa, que se crio en una cueva y que fue para ella fuente de inspiración para comprender el feminismo del modo en que lo hace.

"Desde el margen puedes empezar a ver otro tipo de relaciones, de vivencias y de experiencias"

Por otro lado, en cuanto a la construcción de horizontes de futuro, muchas activistas gordas están sentando las bases y desarrollando el concepto de Orgullo Gordo, al entender que muchas mujeres gordas ni siquiera encajan en la norma heterosexual porque desde pequeñas les han hecho creer que esa historia de cuento de hadas no sería para ellas. “Cuando curas esa herida, desde el margen puedes empezar a ver otro tipo de relaciones, de vivencias y de experiencias que muchas veces son mucho más satisfactorias que las que se presupone que deben ser, esa pareja de hombre y mujer, familia con hijos y casita en la playa”, observa.

Así, defienden la importancia de darle “más peso del que socialmente tiene a la amistad”, a una red de afectos “más amplia”, a relaciones “más profundas” que no necesariamente tengan que ver con la pareja tal y como se ha entendido hasta ahora. El problema, sin embargo, radica en que por mucho que ella se revise, “la sociedad está sistematizada para que la pareja sea el centro. Si una amiga se pone mala y me llama, ¿me van a dar a mí el día en el trabajo para ir a cuidarla, o para eso tienes que estar casada?”, subraya. “Es la pescadilla que se muerde la cola: yo quiero hacer un cambio en mi vida, poner en el centro otro tipo de afectos y de amores, pero a la vez el propio sistema me vuelve a meter en esa rueda”, lamenta.

La reflexión final de Naredo es clara al respecto de los futuros posibles a construir en común: “desde que me criaron mi abuela y mi madre como feminista, con un amplio sentido de la justicia, me ocupo, me interpelan, me inquietan y me indignan todas las opresiones que sufrimos, no sólo yo, sino también otras mujeres”. Y así es, precisamente desde el privilegio, pero sin negarle la voz a otras compañeras, desde donde ella busca implicarse, para enunciar alto y claro una pregunta que va dirigida a todas: “¿cómo es posible que yo, siendo ciudadana de este país, no tenga que hacer todo lo que esté en mi mano para que esto cambie?”.

Para acabar, nos quedamos con el mensaje de la creadora de contenido y activista trans Vicky (@lunanuevavicky en TikTok e Instagram) que, a pesar de no haber podido acompañarnos por contratiempos sobrevenidos a última hora en esta grabación, nos recuerda que "nuestra lucha es la lucha de todas": de las trans, de las racializadas, gordas, con diversidad funcional, mayores... . "Queremos vivir, no sobrevivir, así que dejemos a cada cual ser quien es libremente. Unamos fuerzas", anima.

gma