Amaral se ha convertido en la protagonista del debate que está en boca de todos al haber mostrado los pechos en plena actuación con la finalidad de que "no nos quiten la libertad" en el Festival Sonorama, un gesto que ha empujado a algunos preguntarse si es oportuno emplear el cuerpo como una herramienta combativa. Esta duda no es, ni mucho menos, nueva, pues la pregunta de si podemos normalizar la desnudez y hacer de ella una aliada capaz de empoderar lleva toda la vida entre nosotros. Incluso el filósofo Foucault, en su estudio ‘Vigilar y Castigar’, aseguró que “el cuerpo humano como tal fue utilizado como campo de pruebas del suplicio por el Estado y la propia Iglesia” y que ha de ser visto “como un instrumento de enseñanza y no como un mero espectáculo para masas”.

"Lo que asusta a la sociedad es que sean los márgenes los que toman el control del cuerpo"

Pero Foucault no ahondaba en el cuerpo femenino, ese que siempre es fruto del juicio y de la presión. Los pechos han de ser escondidos para ser una buena feminista, dicen quienes le echaron en cara a Emma Watson haber mostrado los suyos en una sesión de fotos de ‘Vanity Fair’. Hasta Gloria Steinem tuvo que aclarar que las feministas pueden enseñar cuanto quieran. Rigoberta Bandini se pregunta por qué los pechos aterran a tantos, y lo cierto es que lo que le asusta a la sociedad es que sean quienes se encuentran en los márgenes los que toman el control del cuerpo y lo sitúan en el epicentro del debate, liberándolo así de atisbos que sexualizan.

El cuerpo como arma

Pero como asegura Eugenia Tenenbaum, autora de ‘Las mujeres detrás de Picasso’, es importante diferenciar entre quien muestra el cuerpo dentro de una reivindicación política para naturalizar el desnudo y quien lo hace agarrándose al falso albedrío de quienes sexualizan sus cuerpos entendiendo ese acto como subversivo cuando en realidad, "lo que hace es afianzar la idea de que nuestros cuerpos son bienes de consumo. Cuando hablo de enseñar el cuerpo con la finalidad de naturalizar el desnudo me refiero precisamente a eso: a desproveer de la mirada masculina, a no buscar la pose “más favorecedora” ni a preocuparse por cómo nuestro cuerpo reacciona al movimiento o a la gravedad”, dice la autora.

La industria musical se caracteriza por la hipersexualización constante del cuerpo femenino, por lo que es especialmente llamativa la forma en la que se señala a quien muestra el suyo dentro de una actividad combativa en la que la mirada del otro no es la que importa. Cuando se hace para complacer a la mirada masculina, en cambio, se aplaude. Hablamos sobre esto con Brisa Fenoy, que siempre ha apostado por borrar esa sexualización que parece imperativa en el mundo de la música. “En mi caso he notado dentro de esta industria cierta obligación de lucir más sexy y de hacer un tipo de música más ‘mainstream’. Querían que mandara un mensaje que es el que ahora encaja con la agenda socioeconómica y política. Cuando me intentaron hipersexualizar y me pidieron que hiciera ‘reggaeton’ que tuviera un tipo de letras y me quisieron mandar a Colombia a grabar con artistas a los que no escucho, entendí que lo que querían era sacar el máximo rendimiento de mí, como si fuera un producto. En mi caso, pedí la carta de libertad del sello Universal y elegí mi camino, que no es de hipersexualizarme. Yo no tengo que hacer ‘reggaeton’ sí o sí ni mandar los mensajes que la agenda quiere. Puedo ser libre y crear desde mi libertad de ser y sentir”, dice la cantante, que confiesa el precio que ha tenido que pagar por desligarse de las exigencias de la industria.

"Hoy todos los artistas son marketing"

“Lógicamente, estoy más coartada a nivel de medios de comunicación y de marketing. No tengo dinero tras de mí, empleo mis herramientas, me produzco yo la música y lo hago todo. Hoy todos los artistas son marketing, no están ahí por su talento, sino por el marketing. Van de la mano de esa agenda que las multinacionales tienen para ganar dinero e inocular un mensaje en los jóvenes, algo vinculado a la sexualización”, señala.

“Yo me pregunto qué derecho ha ganado enseñando las tetas"

Una de las voces más críticas al hablar de Amaral ha sido la de la colaboradora de Telecinco Isabel Rábago. “Yo me pregunto qué derecho ha ganado enseñando las tetas, yo no lo pillo. ¿Qué derecho hemos ganado las mujeres con que ella enseñe las tetas? Yo sigo teniendo los mismos derechos, las mismas obligaciones que un hombre y nada más. Si lo ha hecho por vender discos, yo la aplaudo, porque como estrategia de marketing, es maravillosa”, ha dicho. "Si es una cuestión de reivindicar, yo hubiera echado en falta que mujeres con una imagen pública como ella se hubieran sacado los pechos ante tantas cosas que hemos vivido en los últimos años. Por ejemplo, cuando le molestaba que las azafatas llevaran minifalda, cuando les molestaba que las chicas no pudieran salir excesivamente sexys en las campañas de publicidad o cuando se han sacado a más de 100 violadores a la calle. ¿Dónde estaba las tetas? ¿Dónde estaba su reivindicación? Me parecen chorradas”, ha comentado, despertando la ira de muchos.

"¿En qué se diferencia mi pecho de mi mano o de mi ojo? No hay nada malo en ello"

“Celebro que Amaral enseñe lo que quiera al igual que aplaudo que cada uno haga lo propio, pero desde su sentir. Hay que respetarlo. Pienso que nuestro cuerpo es bellísimo y no hay que tener tabúes. ¿En qué se diferencia mi pecho de mi mano o de mi ojo? No hay nada malo en ello. Me parece maravilloso”, dice Brisa Fenoy.

A lo largo de la historia el cuerpo ha sido empleado como arma política en diversas ocasiones, una de las primeras dentro de la literatura siendo 'Lisístrata', de Aristófanes, en la que un grupo de mujeres hace huelga de sexo para detener la guerra y lograr así que sus maridos regresen. No es casualidad que las feministas de Femen muestren los pechos en sus reivindicaciones. “Queremos devolver el territorio político a las mujeres mediante una cosa que está profundamente politizada como lo es su cuerpo”, dice Lara Álcazar, fundadora de Femen España.

“No puede ser que el peaje que paguen los cuerpos para ser mostrados sea el de volverse indeseables"

Por su parte Roy Galán ha explicado cómo la libertad consiste en poder enseñar u ocultar el cuerpo por cualquier motivo. “No puede ser que el peaje que tengan que pagar los cuerpos para ser mostrados sea el de volverse indeseables, el de prescindir del deseo, el de poder sólo visibilizarse si amamantan o si defienden y no si excitan. Habrá que plantearse qué cuerpos tienen la legitimidad para ser considerados deseables, ampliar ese marco, arañarle a este sistema lo hegemónico de la belleza, pero no a través de la moralización, no a través de hacer sentir culpable a la gente que enseña más de lo debido, que se sexualiza, aquella a la que se le quita credibilidad porque es explícita”, dice el autor.

¿Habrá logrado Amaral dar un paso más hacia una sociedad que pierda el miedo a los pechos? De momento, lo que sí ha conseguido es que medio país haya puesto el tema sobre la mesa, algo tan necesario como positivo.