“Los continentes no viajan, pero las personas viajan con sus raíces y sus culturas”. Esta es una de las frases de Aminata Soucko, superviviente de mutilación genital femenina (a partir de ahora, MGF), y que mejor define el contraste que vivió al llegar a España. En su cultura es una forma de preservar la pureza de una mujer. Al llegar aquí vio cómo la OMS lo define como una clara violación de los derechos humanos.

Pero, ¿qué es la MGF? Se trata de la extirpación total o parcial de los genitales externos femeninos u otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no médicos y una violación de los derechos humanos, tal y como explica la Organización Mundial de la Salud. Por otro lado, María Estrella Giménez, coordinadora de la Fundación Kirira España, tras 23 años trabajando en las comunidades africanas afectadas, detalla que en la mayoría de ocasiones es el paso previo a un matrimonio forzoso, pues la dote que se paga por una mujer virgen y joven es más elevado.

Es exclusivamente cultural y afecta principalmente a zonas de Oriente Medio y África. Se trata de una forma específica de violencia de género y una forma de someter el cuerpo y el rol de la mujer en la sociedad, tal y como aclara Save a Girl, Save a generation.

Se realiza durante la niñez, pero las consecuencias se prolongan en el tiempo durante la vida de estas mujeres. La historia de cada una de ellas es distinta y, por ende, los efectos también lo son. Lo mejor para conocer las consecuencias es escuchar a las supervivientes. Por ello, hablamos con Stella y con Aminata para que nos cuenten su propia historia.

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La historia de mutilación genital femeninade Stella

“Me llamo Ugwumba Akubuiro Stella”. El hecho de que el apellido sea lo primero que dice cuando le preguntan su nombre completo deja pistas de la mentalidad de su comunidad: “Los padres y los maridos son lo primero”, explica. Nació en Nigeria, tiene 40 años y es cantante, modelo, madre de tres hijos y activista. Vamos, una mujer todoterreno.

Llegó a Europa con 25 años y dice que por alguna razón llama España “su casa”. Es superviviente de MGF y cuenta que una de las experiencias clave fue su embarazo. Explica que fue a su primera revisión en un hospital de Madrid. Aún no manejaba bien el español: “Con el primer doctor que me atendió, cuando abrí las piernas, me miró, llamó a otro médico, que llamó a otro… Yo estaba tumbada en una camilla y muchos doctores vinieron a verme pero ninguno me decía qué pasaba exactamente. Perdí citas porque no quería ir. Y este es el caso de muchas mujeres”. Stella explica que debido a la MGF el orificio de su vulva era muy estrecho para dar a luz. Los médicos le aconsejaron la cesárea, pero ninguno le explicaba el por qué y ella no quería porque en su cultura la mujer está hecha para dar a luz de forma natural (esta es otra historia). El día del parto, tuvieron que abrir sus labios y volver a coserlos, y así en sus tres embarazos.

“Todo esto fue antes de que yo entendiera que el motivo era la Mutilación Genital Femenina”. Esta es una de las principales consecuencias que viven muchas mujeres: “He crecido con la percepción de que así era el cuerpo de una mujer”, explica.

En la historia de Stella, además de ponerse en evidencia las consecuencias físicas, se manifiestan de forma clara algunas consecuencias psicológicas. Al no identificar el problema pierdes gran parte del control de la narrativa de tu propia identidad. Y cuando descubres que lo que has vivido no tendría por qué haber pasado, la frustración es inmensa: “Mi enfado es por el hecho de que he vivido muchos años pensando que el dolor que sentía era normal. Cuando empiezas a entender que siendo mujer puedes disfrutar de la vida sin dolor te preguntas ‘¿cómo he llegado a esto?’. Por eso, te propones que no le pase a ninguna otra niña”.

"Cuando empiezas a entender que siendo mujer puedes disfrutar de la vida sin dolor te preguntas ‘¿cómo he llegado a esto?'"

Stella forma parte de la junta de Save a Girl, Save a Generation (ONG que lucha para prevenir y erradicar cualquier tipo de violencia contra mujeres y niñas) y ha creado su propia fundación, llamada G3pH, en la que trabaja con mujeres en África para empoderarlas e intentar cambiar la mentalidad de toda una generación para romper la rueda. “He entendido que tengo el derecho de decir lo que pienso. Ayudar a las mujeres a sentirse como yo me siento ahora es un alivio, un honor y un privilegio para mí”, nos detalla.

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La historia de mutilación genital femenina de Aminata

Aminata Soucko es de Mali y en su comunidad se practica la MGF con tan solo una semana de vida. “Mi sueño era estudiar medicina pero cuando estaba haciendo segundo de bachiller, con 17 años, me obligaron a casarme con un hombre que no conocía”. Al cabo de un tiempo tuvo que mudarse a España para acompañar a su marido.

De esta forma, Aminata llegó a Valencia y tras mucho esfuerzo y a pesar de la negativa de su marido, consiguió seguir formándose en España. “Me quedé embarazada e iba al instituto y un jueves 20 de enero de 2010, cuando yo tenía 22 años, fui a clase hasta las 7 de la tarde y a las 4 de la madrugada tuve a mi bebé. Cuando salí del hospital fui directa al instituto con mi hijo. Los profesores pensaban que lo había llevado para enseñárselo, pero yo quería entrar a clase para seguir estudiando. Tuve que seguir estudiando en casa”, explica.

“Después de muchos años de injusticias, del matrimonio forzoso y de la violencia de género, fui la primera mujer de mi comunidad en poner una denuncia y divorciarme. He tenido mucho rechazo por parte de mi familia. En mi comunidad hay un dicho: 'Cuanto más sufres en un matrimonio más dichosos serán tus hijos'”, añade.

"Fui la primera mujer de mi comunidad en poner una denuncia y divorciarme"

En 2013 Aminata decidió realizarse una operación reconstructiva. Asegura que la reconstrucción para ella fue como encender la luz tras mucho tiempo en la oscuridad. Eso sí, advierte de que no es una simple cirugía, que es necesario estar psicológicamente preparado y que requiere un acompañamiento. Por ello, tras la operación, fundó Red Aminata, una ONG que acompaña a las mujeres supervivientes de MGF que precisen o no la reconstrucción del clítoris. “Que ninguna mujer pase por lo mismo que yo. Porque si yo hubiera sabido que en España existían unas leyes que protegen a la mujer yo no me hubiese creído todo lo que me decía mi marido”.

Para ella, unas de las principales consecuencias psicológicas fue la baja autoestima y el sentimiento de culpa. “Eres pura en tu país de origen pero eres otra cosa diferente aquí. Y tú misma tienes la sensación de que algo te falta”, añade.

Aminata no ha abandonado su sueño y está decidida a estudiar medicina en un futuro. A día de hoy ayuda a numerosas mujeres en Valencia con su propia fundación, ha dado charlas TED y trabaja como Agente de Salud en el Hospital Doctor Peset y como técnica de Acción Social en Farmamundi. Ante la pregunta de cómo ha cambiado en los últimos años, lo tiene claro: “la Aminata de ahora se ha tragado a la Aminata de antes”.

La sexualidad también es un derecho

Las condiciones en las que se lleva a cabo la MGF dan lugar a numerosas consecuencias físicas y sanitarias posteriores. En primer lugar, es esencial saber que no todas las mujeres sobreviven a esta práctica: “Las mutilaciones se suelen hacer en ambientes no sanitarios, con materiales no esterilizados y muchas mujeres mueren por problemas de infecciones”, explica Manuel Fillol, ginecólogo especialista en operaciones de reconstrucción de clítoris.

Para las supervivientes, uno de los aspectos más perjudicados es la sexualidad. “La MGF es una alteración de la sexualidad de la mujer. Con las mutilaciones más agresivas volver a la normalidad es imposible, es un parcheo”, explica Manuel Fillol. Las supervivientes explican que las relaciones sexuales se convierten en una pesadilla. “El sexo es una agonía. Es una cosa que cuando recuerdas automáticamente tienes un mal día”, explica Stella. “Yo no sabía lo que era un orgasmo”, añade Aminata. Por ello, en los procesos de acompañamiento es muy importante la figura de un psicólogo sexólogo para hacer terapia sexual y ayudar a reeducar. Hayat Traspas, cofundadora de Save a Girl, Save a Generation, nos explica que la terapia es vital no solo para superar cosas pasadas, sino también para afrontar algo futuro, como por ejemplo una operación reconstructiva. “Antes de una reconstrucción deben saber decir 'pase lo que pase, ya soy una mujer plena, ya soy una mujer con todas las capacidades'”, explica.

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La importancia de los espacios para ser y estar

Hay numerosas figuras necesarias en el acompañamiento de una superviviente de MGF. Aminata destaca la necesidad de la mediadora cultural, así como la de los traductores, pues una de las principales barreras es la lingüística. Stella explica que debe haber profesionales sensibilizados en los hospitales que además sepan cómo dirigirse a estas mujeres. María Estrella Giménez explica que cuando la Fundación Kirira llega a una comunidad y empiezan a hablar con las mujeres nadie cuenta nada. “Es un tema tabú y además en muchas comunidades africanas se esconde el dolor”, detalla. Esta fundación, además, ha evitado con sus programas que 2.000 niñas sufran la MGF. Hayat Traspas añade que es de vital importancia crear espacios donde puedan ser y estar para generar esa confianza que una superviviente de ese tipo de violencia necesita. Lugares donde poco a poco puedan ir contando su experiencia y sanando. “Saber que si me caigo voy a levantarme porque no estoy sola es muy importante”, añade.