Hablamos con tres mujeres jóvenes sobre cómo sus problemas financieros terminaron afectando a su salud mental.

Andrea

"A la semana de que me ingresaran la nómina, ya me la había pulido casi entera. Aunque me engañaba diciéndome que todo se debía al alto coste del alquiler y a la subida de precios, lo cierto es que tenía que ver con cómo me sentía. Con poco más de 20 años experimenté una especie de vacío que sólo conocemos los que hemos sufrido una depresión. Y tendía a llenar ese hueco comprando sin freno. Cuando acumulé 4.000 euros en la tarjeta de crédito, comenzaron a llegarme notificaciones del banco. Me daba miedo descolgar el teléfono y borraba los mensajes del buzón de voz. Cada vez me encontraba peor". Es la historia de Andrea. Y su situación es más frecuente de lo que parece, tal como explica la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen: "El dinero y el bienestar están relacionados. Y los problemas de salud mental pueden ser tanto una causa como una consecuencia de la deuda. En los momentos en los que los síntomas clínicos están activos se corre el riesgo de tomar malas decisiones financieras. Y, por otra parte, es posible que sufrir dificultades económicas derive en trastornos emocionales". Pero también físicos, como puntualiza: "Tener problemas con la cuenta corriente se considera un factor de estrés que puede llevar a un bajo estado de ánimo y a episodios de ansiedad, lo que suele incidir en la pérdida o ganancia de peso y en la aparición de insomnio". Andrea, ante los primeros síntomas, le contó a su novio la situación que vivía: "Al principio se asustó, pero decidió ayudarme, aunque también me hizo ver que íbamos a tener mucho más difícil comprar un piso".

"Temía los 7 días después de cobrar"

Sofía

Sofía pasó por algo parecido. Antes de su descalabro económico era una joven normal, de 29 años, que trabajaba en una consultora en Madrid y nunca había tenido problemas de salud mental… hasta que su cuenta se quedó en números rojos. "Todo empezó con un crédito que había pedido para un máster –cuenta–. Como curraba, no me privaba de nada. Pero al comienzo de la pandemia me quedé sin empleo y sin ahorros para imprevistos. Dejé de comer y dormir. No quería ver a nadie». Su deuda la abrumaba, pero le daba vergüenza contárselo a su familia y amigos. "Había días en los que quería quitarme la vida", recuerda ya recuperada.

"Había días en los que quería suicidarme"

Según la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, 2020 ha sido el año con más suicidios en la historia de España. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también alerta sobre los efectos nocivos que puede acarrear la falta de dinero: "Muchas conductas suicidas impulsivas se dan en personas que se encuentran en una situación de crisis, en la que su capacidad para afrontar las tensiones de la vida, como los problemas económicos, está mermada". Un peligro que ha aumentado con la pandemia, ya que esta ha impactado directamente en nuestra salud mental. De acuerdo con la última Encuesta europea de salud en España, realizada por el INE, se ha registrado un incremento de 3,3 puntos en la falta de interés o alegría por hacer las cosas desde que apareció el coronavirus. Y la sensación de estar deprimido ha subido 2,2 puntos.

Marina

Marina, de 25 años, forma parte de esta estadística: "Durante el confinamiento lo pasé muy mal. Compraba compulsivamente en internet para sentirme mejor y me endeudé. Aunque me costó, empecé a ir a terapia y allí aprendí que la relación que tenía con el dinero era malsana y que la necesidad de adquirir cosas encubría una forma de llenar los vacíos de mi autoestima. Crear un registro me ayudó a saber gestionar los gastos. Fue el punto de partida", dice. Ánimo, se puede salir del bache, y estos testimonios son la prueba de ello.