Nos hemos acostumbrado a vivir al borde de un ataque de nervios, a tener demasiado trabajos pendientes e incluso a tener la agenda repleta de planes que en realidad, preferiríamos borrar. ¿El motivo? En la mayoría de los casos, no sabemos decir "no". Hacerlo es uno de esos momentos empoderadores que son capaces de quitarnos de encima una pesada carga y que nos ayudan a sentir que llevamos las riendas de nuestra vida. Sin embargo, nos hemos convertido en personas que temen decir que no en todos los ámbitos.

"Decir no forma parte de las habilidades asertivas que necesitamos aprender a lo largo de la vida"

“Decir no forma parte de las habilidades asertivas que necesitamos aprender a lo largo de la vida, y el contexto empresarial es el lugar idóneo no sólo para aprender sino para mostrarnos asertivos. Son comportamientos que se aprenden, pero puede que no hayamos podido hacerlo en el ámbito familiar o escolar. En el contexto profesional se dan unas relaciones de autoridad y unos roles profesionales nuevos que tenemos que aprender a gestionar, y debido a estas y al miedo de generar la impresión de no estar suficientemente capacitados si no abarcamos todo el trabajo, muy a menudo no decimos que no. Si no adquirimos habilidades asertivas seguro que nos costará decir "no", pedir lo que necesitamos y poner en valor lo que hacemos”, explica Isabel Aranda, psicóloga sanitaria y ‘chief content officer’ de TherapyChat.

“En el trabajo nos jugamos mucho: más allá de que tenerlo nos da un medio de vida y perderlo nos lo quita, cuando estamos dentro nos jugamos también nuestra reputación profesional y nuestra progresión (cómo de bien haremos carrera). Eso nos lleva a, de una manera más o menos deliberada, tener una estrategia, tomar decisiones y, más a menudo de lo que nos gustaría, tragar con cosas que que no nos apetecen: un compañero que nos pide ayuda con algo, un jefe que nos hace un encargo imprevisto, un evento extra-laboral que no es tan extra y en el que hay que figurar para no quedar fuera de la foto... En el trabajo, como en el resto de facetas de la vida, nos da miedo perder el favor y el afecto de los demás, o estar dando alguna palada indeseada en nuestra "tumba". Por eso, ya sea por miedo o por interés, o por una mezcla de ambas cosas, a veces decimos que sí a aquello a lo que nos gustaría negarnos”, añade Rafael San Román, psicólogo de Ifeel.

Saber decir "no" en las relaciones de pareja

Liberarnos de la carga de mostrarnos disponibles cuando en realidad no lo estamos es un asunto esencial para nuestra salud mental, y esta carga también se infiltra incluso en nuestras relaciones de pareja, en las que es clave marcar los límites. Rafael San Román, psicólogo de Ifeel, se encarga de introducir un asunto clave en este tema: la asertividad.

“Saber decir que sí a aquello a lo que queremos decir que sí y saber decir que no a aquello a lo que nos gustaría decir que no nos pone ante la famosa cuestión de la asertividad, esa capacidad para poner límites a la presión externa y exponer nuestra postura, siempre sin dañar al otro ni perjudicar a la relación. En las relaciones de pareja, como en el resto de relaciones de nuestra vida, hay veces en que podemos/sabemos ser asertivos y otras veces en las que, por diferentes razones, no nos sale, o no somos capaces o, simplemente, no toca. Cuando esto sucede (simplificando mucho, cuando decimos que sí pero queremos decir que no, o viceversa), solemos hacerlo por miedo a las consecuencias: el otro se enfadará, se sentirá herido, me dejará de querer... Esto nos resulta intolerable y preferimos ceder antes que lidiar con ese conflicto”, señala el psicólogo.

"Cuando la dinámica se vuelve repetitiva, se establece una relación de abuso o manipulación"

“Por lo general, lo logramos, pero el precio suele ser que nos enfadamos con el otro (y/o con nosotros mismos) por sentir que se abusa de nosotros, aunque no lo expresemos y, aparentemente, actuemos "de buena gana". Cuando esta dinámica se vuelve repetitiva, se acaba estableciendo una relación de abuso o manipulación de uno sobre otro, y mucha tensión: uno de los dos miembros siente que pone mucho más en la relación que el otro y, por tanto, que se le debe mucho (y nunca se le da) y al final acabará reclamándolo de manera indirecta dando lugar a un conflicto mayor”, dice.

Las consecuencias de no saber decir "no"

Isabel Aranda explica que a las mujeres nos cuesta más decir "no" a causa del tradicional rol con el que se nos ha educado, más ligado a la obediencia y la sumisión. “Aún hoy en día se critica y se tacha de ambiciosa a una mujer que marca los límites y que dice claramente a lo que aspira, cosa que en un hombre no sólo no se suele decir, sino que se alaba, porque significa que tiene las cosas claras”, dice.

Explica además que las consecuencias de no saber decir la palabra mágica son muchas. “En primer lugar, a nivel personal, la autoestima y el autoconcepto se ven mermados por no ser capaces de marcar límites. En segundo lugar, a nivel de rendimiento laboral, las sobrecargas de trabajo suelen asociarse a un mayor desgaste, un mayor estrés y una menor eficiencia, además de más accidentes laborales, ‘burnout’ y errores en la ejecución del trabajo. En tercer lugar, a nivel de las relaciones interpersonales, no saber decir que no a tiempo nos sitúa en una difícil posición, ya que los demás se habitúan a que digamos siempre que sí y se produce un curioso efecto. Por defecto, se pide más a las personas que se sabe que van a decir que sí, por lo que cuando más decimos que sí, más se nos demanda y más decimos que sí, con la consiguiente sobrecarga”, dice Aranda.

Cómo decir que no

Por ello, resulta vital aprender a decir "no", pero por supuesto, también es importante no herir a nadie al hacerlo. Rafael San Román, psicólogo de Ifeel, destaca algunas claves. “Escuchando mucho al otro, demostrándole que le escuchamos y entendemos (aunque no estemos de acuerdo con él), hablando desde el yo (las propias necesidades, opiniones, puntos de vista) de manera cuidadosa y educada, explicando por qué pensamos/queremos/necesitamos algo en concreto, por qué es importante para nosotros, buscando puntos medios, acuerdos, equilibrios, para no parecer impositivos o intransigentes (y que el otro tampoco nos imponga lo suyo, si es que hay alternativa), pensando de manera realista en qué es verdaderamente lo peor que puede pasar si decimos que no a lo que se nos pide (en lugar de catastrofizar) y tolerando la tensión que supone ponerle a alguien un límite en lugar de evitar el conflicto de agraviarle, pero pagando el precio de agraviarnos innecesariamente a nosotros”, explica.

"Un psicólogo te ayudará a conseguir un comportamiento asertivo y no sólo aprender a decir no"

Por su parte, Isabel Aranda, psicóloga sanitaria y ‘chief content officer’ de TherapyChat, asegura que aprender a tener un comportamiento asertivo es fácil con la tutela de un psicólogo. “Hay talleres de asertividad y también el servicio personalizado de un psicólogo-coach que nos acompañe en el aprendizaje de las técnicas asertivas y en una ejecución segura y eficiente. No es un aprendizaje básico de leer y aplicar una técnica u otra, sino que la asertividad va ligada a la posición existencial que tenemos y al rol que adoptamos en las relaciones, por lo que habrá que revisar estas y cuestionarlas para aprender de forma eficiente. De ahí la conveniencia de recurrir al apoyo de un psicólogo para conseguir un comportamiento asertivo y no sólo aprender cómo decir no”, dice.