Las redes sociales se han convertido en un espacio de exposición donde millones de personas cuentan su vida… y millones de personas están pendientes de ello (vigilan o espían a través de las redes sociales). Quienes realizan este seguimiento se denominan ‘stalkers’, un término inglés que significa 'acosador'. Son observadores silenciosos, como Pen Badgley en ‘Gossip Girl’ o en ‘You’, serie en la que interpreta a un librero obsesionado con una chica que descubre todo lo que hace a través de sus redes sociales.

Seguro que alguna vez has ejercido de ‘stalker’ y has acabado investigando perfiles de Instagram como toda una profesional del espionaje, ya sea buscando el último cotilleo de la ruptura de algún famoso, viendo las publicaciones de antiguos conocidos con los que ya no tienes relación o tratando de averiguar si el ‘crush’ de tu amiga está disponible. ‘Stalkear’ tiene sus ventajas, ya que puedes encontrar las informaciones más jugosas de todo internet a un solo ‘clic’, aunque es cierto que también puedes encontrar datos a los que ni en sueños querías llegar: el ‘crush’ tiene novia y debes olvidarle. Amiga, a veces es mejor dejar todo como está y que las cosas sigan su curso antes de enterarte de cosas que es mejor no saber.

De todos modos, si te agobia no poder evitar esta curiosidad adictiva has de saber que, según la terapeuta Minaa B., "tu comportamiento es normal. Fisgar esos perfiles es como tomarte un ‘snack’ cuando necesitas descansar la mente o un vaso de vino cuando estás estresada. Tu cerebro reclama estimulantes o un momento de placer y lo consigue a través de la vida de los demás. Además, el algoritmo de las redes sociales está diseñado para retenernos, así que no estás sola en este círculo vicioso".

Ver lo que hacen los demás en sus cuentas genera placer de forma rápida en el cerebro

Esta experta señala que resulta difícil dejarlo, porque nuestro cerebro busca una recompensa en los periodos de descanso. Y dársela puede, a su vez, alimentar más su deseo. "En el libro ‘El poder de los hábitos’ (ed. Vergara), el autor Charles Duhigg describe los tres elementos que forjan un hábito: una señal, una rutina y una recompensa. La señal es algo que hace que pases a la acción. Para ti podría ser el aburrimiento, que te incita a recurrir a algo que te hace sentir mejor. Tu rutina es coger el móvil y tu recompensa es la dopamina que obtienes. Por otra parte, Minaa B. afirma que seguir a personas aleatorias puede crear una falsa sensación de intimidad. "Conoces muchos detalles sobre sus vidas, y cuanto más descubres, más cercana a ellos te sientes. Tu conexión emocional puede ser una ilusión, pero es adictiva".

jóvenes con móviles
Xavier Lorenzo//Getty Images

Además, husmear en redes sociales puede ser una vía de escape, según la terapeuta. "Dejas tu realidad de lado e investigas cómo les va a los demás. Esto no es necesariamente malo, a menos que, a largo plazo, derive en enfado o tristeza al compararte con ellos. Pero, si quieres dejarlo, debes reemplazarlo por algo que sea más estimulante –comenta–. ¿Qué actividades te hacen sentir bien? ¿Qué puede enseñarte algo en lugar de distraerte? Prueba primero con entretenimientos que no precisen el móvil, como dar un paseo o quedar con amigos. Y si no puedes prescindir del teléfono, úsalo para divertimentos como escuchar un 'podcast'; jugar a cosas estimulantes como el ‘Scrabble’, etc. ¿Obtendrás el mismo subidón que husmeando en el perfil de tu ex? Probablemente no tan rápido, pero es hora de cambiar el chip si quieres liberarte de esa costumbre que no te aporta nada".