Asistir al espectáculo que nos brinda la infidelidad frente a nuestra serie favorita es un plan más que apetecible. Pero cuando traspasa la pantalla y vivimos la deslealtad en primera persona, la cosa cambia. Sentir que tu amor ha estado con otra sacude tus anclajes emocionales. Para el adúltero quizá tampoco sea fácil sobrellevar esa doble vida en la que mentiras y secretos se imponen para evitar la vergüenza o la ruptura. Porque, claro, la infidelidad no está bien vista. Aunque los tiempos cambian, «y nos encontramos ante un nuevo paradigma en el que las relaciones duraderas han dado paso a un modelo mucho más abierto», según afirma el coach Carlos Miguel Fernández.

En ese mundo cambiante, la infidelidad va saliendo de la clandestinidad. Tener una aventura con total discreción es posible gracias a love hotels que reservan habitaciones de lujo por horas, a apps que borran las huellas del engaño o a herramientas tecnológicas que nos ponen en contacto con otros users en busca de amor ajeno. Como Gleeden, que ha revolucionado el mercado de las citas para mujeres: «El 30% de los usuarios de apps de citas dicen estar solteros cuando en realidad no lo están. En nuestra red, hombres y, sobre todo, mujeres, pueden buscar con tranquilidad un amante», dice Silvia Rubies, su directora de Comunicación. «Aquí todos saben a lo que juegan, no hay malos entendidos ni juicios y no se viene a buscar el amor de tu vida... ¡aunque nunca se sabe!».

¿Es sólo cosa de hombres?

¡Claro que no! Es cierto que ellos suelen defenderse con excusas absurdas, como «no quiero ser infiel, es que no lo puedo evitar» y cosas por el estilo. Pero, como afirma David Zinczenko en Hombres, amor y sexo (ed. Planeta), «el motivo por el que ellos engañan a sus parejas es el mismo por el que lo hacen las mujeres: buscan algo que no tienen en casa». A lo que la terapeuta Esther Perel, en El dilema de la pareja (ed. Diana), añade: «Desde tiempo inmemorial, las mujeres han puesto sus necesidades emocionales por encima de las eróticas. Para ellas, el affaire es, con frecuencia, una vía para reclamarse a sí mismas».

¡Otra vez la brecha de género!

La sociedad avanza en cuestión de igualdad; sin embargo, se critica más que la infiel sea ella. Según un estudio realizado por Gleeden (web de encuentros extramatrimoniales pensada por y para mujeres), «las propias encuestadas confirman esta percepción, ya que el 40% opina que es peor la infidelidad femenina que la masculina». «El tabú de la deslealtad de la mujer está aún muy presente entre los ciudadanos», dice Silvia Rubies, responsable de Comunicación de dicho portal en España. «Por suerte, en nuestro país la cifra de mujeres que piensa que es menos tolerable el desliz cometido por ellas desciende a un 30%».

Se critica más que la infiel sea una mujer

Deslealtad 3.0

Seamos sinceros, la tecnología no es la causa de que muchos pongan los cuernos a sus parejas, pero sí el aliado perfecto para que ser infiel resulte más fácil y rápido. Ahora bien, ¿qué consideramos infidelidad en el mundo 3.0? ¿Participar en una orgía virtual con tu propio avatar? ¿Practicar sexting a través de apps para smartphones –como Tigertext, Photo Vault o Telegram– cuyos mensajes e imágenes se esconden o autodestruyen? ¿Ver porno enriquecido con un simulador que te permite tocar a los protagonistas de la peli? ¿Utilizar un sex toy controlado por otro (que no es tu novio) en la distancia? Desde luego, las fronteras entre lo que es desleal y lo que no están bastante pixeladas. Aunque, según un informe publicado por la edición británica de COSMO, el 97% de las mujeres consultadas coincide en que mandar mensajes de contenido sexual equivale a cometer una infidelidad.

¿Infiel yo?¡Para nada!

Un nuevo concepto llega al mundo de los desleales: la microinfidelidad. Según el coach experto en la gestión del divorcio Carlos Miguel Fernández, se define «como un conjunto de acciones en las que un miembro de la pareja muestra interés o atención, ya sea física o emocional, por otra persona. No llega a ser una infidelidad propiamente dicha, sino más bien pequeños actos que no han acabado en la intimidad sexual».

¿Por ejemplo? Cuando envías mensajes a alguien por Whatsapp o por redes sociales, ocultándolo a tu pareja, o cuando anotas en tu agenda del móvil el nombre falso de un compañero de trabajo para despistar a tu partenaire. También es una microinfidelidad que te arregles más para llamar la atención de un tercero o cuando tratas de retomar el contacto con tu expareja. A veces, son actos inconscientes, pero que delatan que algo está cambiando en tu relación. ¡Entonces es hora de hacer saltar las alarmas!

Es imposible que tu pareja se sienta solo atraída por ti durante toda la vida

La llamada de lo prohibido

Dice un refrán mexicano: «Fruta ajena, ¡ay, qué buena!». Y es que no podemos evitarlo, lo prohibido nos atrae. «Basta con que te prohíban algo para tengas ganas de hacerlo», aseguran Fernando Trías de Bes y Tomás Navarro en Yo soy así (y ya no me importa) (ed. Zenith). «Nos sentimos vivos, disfrutamos del riesgo, todo es más intenso cuando cobra el valor de lo clandestino». Incluido, claro está, el sexo con alguien que no es nuestra pareja. El coach Carlos Miguel Fernández indica que tu novio o novia «se sienta solo atraída por ti durante toda la vida es algo imposible. La atracción no se puede controlar y es normal (y sano) tener fantasías con otras personas». Ahora bien, traspasar la frontera de la realidad puede hacer que la cosa se complique… hasta la ruptura.

Confesar o no una infidelidad, esa es la cuestión

La infidelidad es territorio de secretos y mentiras. Por lo general, ni quien la comete ni quien la padece quieren decirlo o enterarse. A veces, el infiel va dejando pistas, pero su pareja no querrá unir las piezas del puzle. Puede ser que quien sospeche del otro busque compulsivamente pruebas hasta que le pueda pillar. O quizá le pregunte abiertamente si tiene una aventura… ¿Es mejor mantener oculto el engaño? La respuesta es simple: «Mantener un secreto es mentir, y eso está mal», dice Esther Perel. «La única acción aceptada es la confesión, la completa transparencia, el arrepentimiento y el castigo. Todos merecemos la verdad y no hay circunstancia en que se pueda justificar su ocultamiento».

Cada pareja debe establecer su nivel de tolerancia, saber cuáles son los límites

A pesar de todo, amo a mi pareja

Para aquel que sufre una infidelidad, el mundo se hunde a sus pies (y con él la felicidad, la confianza en el otro, la autoestima…). Pero para quien protagoniza el affair, puede que la cosa no vaya más allá de lo sexual, sin que se rompa un vínculo emocional con su pareja. «¿Y si el romance no tuvo nada que ver contigo? Esa pregunta, frecuentemente, le parece absurda a la persona que ha sido dejada a un lado por un amante secreto y engañada por la pareja a la que quiere», explica Esther Perel. «La traición íntima se vuelve intensamente personal: un ataque directo a nuestro espacio más vulnerable. Sin embargo, cuando miramos a través de las lentes del daño que causó a la persona agraviada, sólo vemos un lado de la historia. El infiel engañó a su pareja, pero ¿qué estaba haciendo para consigo mismo? ¿Y por qué?». Mantener esa doble perspectiva es básico para desentrañar el motivo de la infidelidad. Muchas veces, no tiene que ver con la falta de amor.

Pero si no es tan malo…

Una buena relación se asienta sobre una comunicación abierta y fluida que, sin duda, es la base para una confianza mutua. Cada pareja debe establecer su nivel de tolerancia, saber cuáles son los límites que ninguno puede traspasar. Porque, en una historia en común, puede llegar a haber un nivel de apego muy elevado en el que acciones sin importancia causen un dolor emocional profundo en la otra persona. Por eso, el coach Carlos Miguel Fernández destaca que, «cuando muestres interés por otra persona fuera de la pareja, pregúntate si a ti te importaría que tu novio actuase de esa manera o si tu comportamiento podría perjudicar vuestra relación. Si es así, quizá sea el momento de replantearse la relación o centrarte más en ella para mejorarla».

¿A quién puedo contárselo?

Como tabú que es, las mujeres desleales no suelen alardear de ello. Según un informe del Observatorio Europeo de la Infidelidad realizado por el Instituto Francés de Opinión Pública, las infieles españolas prefieren guardar su secreto y así evitar ser juzgadas por su entorno. De hecho, un 41% reconoce que jamás le confesaría su desliz ni a su mejor amiga. Aunque las nuevas generaciones se van abriendo y el 79% de las menores de 30 años sí podría llegar a contárselo a su best friend. La familia tampoco es un valor seguro: el 64% no le contaría su secreto a hermanas, primas y, mucho menos, a sus padres.

Y después de la infidelidad, ¿qué?

La tormenta pasó. Tras ella quizás hayáis decidido poner punto final a lo vuestro: demasiado dolor, reproches y falta de confianza para seguir juntos. Tal vez busquéis un terapeuta para saber cómo superar todo lo vivido. Quizá perdonéis la infidelidad y paséis pantalla. Ahora bien, de esta dura experiencia puedes aprender muchas lecciones: a no depositar toda tu felicidad en la persona a la que amas; a quererte más a ti misma; a confiar de nuevo, dejando al lado los celos; a mantener cada uno una parcela de intimidad; a permitir que el otro coquetee sin traspasar los límites… y también a sentiros vivos como amantes, porque muchas veces, es la rutina quien empuja a tu compañero de vida (y cama) a los brazos ajenos. «A los affaires rara vez les falta imaginación, deseo, abundancia de atención, juego, sueños compartidos, afecto, pasión y curiosidad interminable», explica Esther Perel en El dilema de la pareja. «Pero también son los ingredientes de las relaciones prósperas. No es casualidad que muchas de las parejas más eróticas tomen sus estrategias maritales directamente del manual de la infidelidad».