• 15 marcas de joyas españolas que arrasan en Instagram.
  • 25 trucos para ser más sostenible.

Lo más probable es que, en estos momentos, te separen pocos metros de una piedra semipreciosa. Podría tratarse de ese colgante de cuarzo rosa que te has puesto hoy, la amatista que tienes en tu mesa de trabajo para concentrarte mejor o tu querido rodillo de jade para el rostro. Este tipo de piedras vieron duplicada su demanda entre 2016 y 2019 y el sector mueve ya miles de millones de euros al año. La razón es que se supone que ayudan a que conectemos con nuestro yo interior y a mantener alejadas las malas vibraciones. Pero la realidad es que el negocio de los piedras semipreciosas esconde en muchas ocasiones unas condiciones laborales estremecedoras.

Image no longer available

Esto no es nada nuevo. En 2014, el New York Times informaba de que el comercio de jade en Myanmar —un negocio en pleno auge como consecuencia de la cada vez mayor demanda de China y controlado por exmiembros de la Junta Militar— "ha ayudado a financiar un sangriento conflicto étnico y ha desatado el consumo desenfrenado de heroína y las infecciones de VIH entre los trabajadores de la minoría kachin que trabaja en las minas". En 2016, un informe de Global Witness sostenía que las minas de lapislázuli de Afganistán proporcionaban a los talibanes unos ingresos de hasta 20 millones de dólares al año. En 2018, la revista The New Republic llevó a cabo una investigación para tratar de localizar los principales yacimientos de piedras semipreciosas, descubriendo que muchos estaban en la República Democrática del Congo, donde niños de tan solo 7 años trabajaban de sol a sol. En agosto de 2019, otra revista, Los Ángeles, sacaba a la luz que algunas piedras que llegaban a la ciudad californiana procedían de Brasil, donde existe "un problema de minería ilegal" que está acabando con la selva amazónica. Menos de un mes después, The Guardian publicaba otro trabajo de investigación sobre el negocio de las gemas en Madagascar, donde son alrededor de 85.000 los niños que trabajan en las minas.

Image no longer available
A pesar de los escalofriantes datos de estos informes, todavía es complicado saber cuál es el origen de esa amatista que tienes en casa.

Pongamos como ejemplo una plataforma como Etsy. Elegí al azar 20 tiendas dedicadas a la venta de gemas que operan en ese portal y que habían vendido entre 4.000 y 50.000 unidades desde que abrieron. De las 20 tiendas, en sólo cuatro se daba información sobre el país de origen de las piedras que vendían, pero ni una palabra sobre la mina de donde se habían extraído. En cierto sentido es normal, porque esos datos podrían hacer que otras tiendas supieran cuáles son sus proveedores, pero también significa que, a menos que conozcas en profundidad la legislación laboral de cada país, no hay manera de saber si esa cirina que acabas de comprar se ha extraído siguiendo unos criterios éticos.

Cuando pregunté a los vendedores de esas tiendas si sus piedras procedían de comercio justo, 14 de ellos me dijeron que sí, pero la mayoría no me supo decir de qué mina en concreto procedían. En este sector no existe un sistema de certificación internacional, como ocurre en el caso de los diamantes, donde se verifica que en la extracción no han participado niños u hombres en condiciones de explotación y que, además, se han utilizado métodos respetuosos con el medio ambiente. Por tanto, los consumidores tenemos que confiar en lo que nos dicen las tiendas donde compramos. Los propietarios de estas tiendas, por su parte, tienen que confiar en la palabra de sus proveedores, que, a su vez, tienen que fiarse de lo que les cuentan los propietarios de las minas. Lo que no siempre se ajusta a la realidad.

Sin embargo, existe un grupo de vendedores que sí se preocupan de que las piedras que venden se extraigan de una manera responsable. Kahtonna Allen abrió su primera tienda en Etsy (House of NteKKah) en 2017 y, a principios de este año, ha abierto otra tienda, esta vez física, en Augusta, Georgia. Solo trata con intermediarios que le proporcionan la mayor cantidad de información posible, pero sabe que muchos no dicen toda la verdad. "Muchos te dicen, 'Ah, y luego tengo esta piedra tan excepcional que encontraron…’ Es entonces cuando te das cuenta de que procede de mina que se ha cerrado, porque las condiciones de trabajo y de seguridad eran lamentables. No compro ese tipo de gemas", explica. Además de preguntar a los vendedores sobre la procedencia de sus piedras, en su catálogo no encontrarás piedras en cuya extracción suele utilizarse mano de obra infantil, como es el caso de la malaquita.

Kelley Knight, propietaria de una tienda en Atlanta, utiliza la misma estrategia que Allen y solo trata con negocios familiares y proveedores que dan información sobre las minas. Algunos incluso mandan fotos y videos de cómo se extraen las piedras. "Conocemos personalmente a esta gente, incluidos los propietarios, y confiamos en lo que nos cuentan", dice. En su caso siempre le hace al proveedor tres preguntas: "¿Tus piedras se extraen de manera ética? ¿Sabes de qué minas provienen o quién es el dueño? ¿Sabes si los mineros y las personas encargadas de pulirlas son tratadas bien, se les paga de manera justa y se les proporciona el equipamiento necesario para realizar su trabajo de forma segura?"

En nuestro caso, hay ciertas precauciones que podemos tomar antes de comprar una de estas piedras. Desconfía de las especialmente baratas. "Una piedra semipreciosa que cuesta un 30 por ciento menos de su precio habitual en las tiendas, aunque se venda por internet, siempre nos ha de hacer sospechar. Las piedras de origen ético suelen costar más al intermediario y eso hace que el precio se incremente", explica Knight. Lo mismo ocurre con esa piedra de palma de selenita que se vende por 3 euros, cuando, por lo general, cuesta alrededor de 10 euros. Demasiado barato. Knight paga un suplemento por trabajar con proveedores de minas éticas. Por eso, para seguir manteniendo su negocio, necesita clientes que sean conscientes de la situación y que estén dispuestos a pagar un precio justo por la calidad que ofrece. Knight compara este negocio con el de la moda rápida, otro sector muy criticado por su dependencia del trabajo infantil, los bajos salarios y la inseguridad de las condiciones de trabajo. "La pregunta que deberíamos hacernos no es: '¿Por qué es tan caro?' sino, '¿Por qué es tan barato?'" apunta.

Knight también trabaja con proveedores que obtienen sus gemas de minas de los Estados Unidos. Aunque allí no hay tanta variedad de piedras, la Ley de Normas Laborales Justas hace que la explotación, infantil o de cualquier otro tipo, sea ilegal. "Si el producto procede de las minas locales, podemos estar seguros de que es de origen ético", me explica.

Por último, en los Estados Unidos también hay minas como Emerald Hollow Mine en Carolina del Norte, en las que cualquier particular puede ir a extraer sus propias gemas. Se trata de la única mina de esmeraldas en el mundo abierta al público. Hay gente que se dedica a vender en las tiendas especializadas lo que encuentra. La dueña de una de estas tiendas me dijo que ella extraía, cortaba y pulía la mayoría de las piedras que vendía. Y, aunque algunos curanderos espirituales dicen que las piedras semipreciosas “artificiales” no sirven para su labor porque no proceden directamente de la tierra, Knight no está de acuerdo: "Esas piezas se elaboran a partir de minerales naturales y, por lo tanto, mantienen intactas sus propiedades".

Image no longer available

Esto es lo que puedes hacer para asegurarte de que estás comprando gemas extraídas de forma ética

    • Compara precios y evita comprar los más baratos, sobre todo, si tienen un precio un 30 por ciento inferior al de sus competidores.
    • Pregunta a los vendedores, ya sea en una tienda física o por internet, sobre el origen de sus piezas. Si no pueden darte una respuesta clara y concreta, compra en otro lugar.
    • Habla con tus amigas sobre los problemas éticos asociados a la extracción de gemas.

Estas piedras pueden tener una influencia positiva en nuestro estado de ánimo o en nuestro bienestar corporal, pero si los trabajadores, los niños o los bosques van a sufrir para que podamos tener un pedazo de cuarzo rosa en casa, esas buenas vibraciones no valdrán la pena.


Vía: Cosmopolitan US