En primer lugar, respira. Tranquilidad, paz, sosiego. Piensa en lo poco que queda para agosto, para las vacaciones (si no tienes la suerte de estar ya disfrutándolas). Tan sólo unos días para perderle de vista, para dejar por un tiempo de recibir sus correos, de encontrar su mirada, de verle sentado en su despacho. Sigiloso. Acechando. Vas a poder olvidarte de tu jefe durante unas semanas pero, hasta que eso llegue (o para poder ir pensando en la estrategia para neutralizarlo en septiembre), aquí tienes una categorización de los líderes horribles más usuales y las técnicas para lidiar con ellos de la mejor forma, aquella que no implica multas ni denuncias ante los tribunales.

El jefe “colega”

Peligro. Es simpático, cercano, afable. Promueve las cervezas después del trabajo, algún encuentro esporádico los fines de semana para “estrechar lazos entre los compañeros” y es amigo de las técnicas revolucionarias de los gurús de la felicidad en la oficina. Pero puede esconder un lado oscuro que asoma cuando menos lo esperas. De repente, cae presa del pánico al entender que sus trabajadores no le respetan y adopta una postura radicalmente contraria a la habitual. Por eso, conviene no dejarse llevar por sus habituales ánimos de colegueo y tener siempre presente que no deja de ser tu superior, aunque te invite a unos botellines de vez en cuando. Entra en su juego, sí, pero lo justo, para que nunca pueda recriminarte una actitud demasiado alejada de la seriedad en el trabajo.

El dictador

Está borracho de poder e impone su voluntad en cualquier momento, usando técnicas maquiavélicas para enfrentar a los compañeros y para aplicar sus maneras y sus opiniones denostando las de los demás. Un caramelito. Pero no importa: si así es feliz, dale lo que busca. ¿Que alumbras una gran idea? Píntala como si hubiera sido suya. ¿Que firmas el mejor informe de la historia de la compañía? Preséntalo como si él hubiera sido la cabeza pensante. Cederás terreno, perderás oportunidades para disfrutar de tus méritos, pero lo mantendrás bajo control.

El intermitente

Tan pronto adopta la postura del controlador como que vira radicalmente y desaparece. El jefe intermitente es imprevisible, dispuesto a presentarse como el salvador cuando nadie le ha llamado. Se suma a los proyectos cuando ya están en fase de desarrollo, y se dispone a cambiarlos de arriba abajo para desesperación de todos. Por eso, truco: todos a una, conviene hacerle ver que todo está en orden y que puede seguir dedicándose a “sus labores”; él terminará por entender que todo discurre de forma correcta, se verá liberado y podrá volver a sus tareas habituales, aunque sean una incógnita.

El controlador

Siempre presente, siempre pendiente, siempre encima. Este tipo de jefe no sabe delegar, y siente la necesidad de estar permanentemente atento a cualquier movimiento. La actitud ideal para con él es sencilla: muéstrate disciplinada, competente y dispuesta en todo momento, inflando esa postura hasta límites insospechados. Si entiende que no eres un foco de problemas seguirá controlándote, sí, pero sabrá en el fondo que jamás vas a suponer un quebradero de cabeza y te dejará desarrollar tus tareas con mayores cotas de libertad.

El creador-adelantado-a-su-tiempo

Este jefe está siempre innovando, alumbrando soluciones locas a problemas muchas veces inexistentes o generando nuevas estrategias para no se sabe muy bien qué. La postura del trabajador es complicada, y pasa por tratar de ponerle los pies en la tierra. Conviene hacerle preguntas cortas, concretas, certeras, para adivinar qué es exactamente lo que quiere hacer y, más tarde, combinar sus líneas con las habituales, las que funcionan. Probablemente, durante el desarrollo del trabajo puntual ya habrá saltado a otra “técnicas revolucionaria” y, finalmente, todo podrá abordarse como ya preveías, aunque con ciertos toques fruto de su “originalidad” para poder arrogarse el mérito.

El incompetente

No sabes de dónde ha salido, pero la coincidencia de apellidos con el presidente de la compañía te da alguna pista. El jefe incompetente está ahí sin merecerlo, sin conjugar en su perfil las competencias y aptitudes necesarias para el puesto. La vida es dura. Y la mejor forma de capearlo es mostrarte cercana, tratando de que no perciba que eres consciente de su incompetencia manifiesta, y dirigiendo sus labores con mano izquierda, mostrándole las salidas y soluciones pero sin imponérselas. Condescendencia camuflada y falsa humildad. O, lo que es lo mismo: teatro, puro teatro; falsedad bien ensayada, estudiado simulacro.

Perfiles tipo, habituales, muy recurrentes en cualquier empresa, pero ya catalogados. Ahora ya sabes cómo enfrentarte a tu jefe, si se encuadra en alguno de estos seis retratos.