"No entiendo por qué nos deberíamos hacer algo así a nosotros mismos. Sinceramente, tengo la opinión de que hacerte un cortecito por aquí o allá para no dar la impresión de que está pasando lo que de verdad está pasando, que estás envejeciendo, que es algo de lo más natural, es una forma de psicosis colectiva actual. De verdad pienso que es algo muy extraño". Estas palabras son de Emma Thompson, que dio un discurso en la Berlinale, durante la presentación de su última película, ‘Good Luck To You, Leo Grande’, el cual se hizo viral en pocas horas. La obsesión por ceñirnos a unos estándares de belleza determinados en los que el paso del tiempo se erige como el gran enemigo es la responsable de que en España la edad de entrada a la medicina estética fuera hace tiempo de 35 años, mientras que en la actualidad las mujeres comienzan a los 20 años a inyectarse ácido hialurónico para lograr unos labios más carnosos y toxina botulínica para borrar las arrugas.

La toxina botulínica: ¿aliada o enemiga?

El bótox siempre se somete a debate cuando se habla de feminismo, especialmente tras la publicación en 1990 del icónico libro ‘El mito de la belleza’, en el que Naomi Wolf habla del miedo a envejecer y a perder el autocontrol. "Estamos en medio de una violenta reacción contra el feminismo, que utiliza imágenes de belleza femenina como arma política para frenar el progreso de la mujer: es el mito de la belleza", escribía. Aunque podría parecer que todas las feministas batallan contra el bótox, esta creencia no es en absoluto cierta. Kathy Davis y Montse Conill explican que en un ordenamiento social en el que las posibilidades de acción de las mujeres son limitadas y ambivalentes, “la cirugía estética puede, aunque parezca una paradoja, proporcionar un camino para dejar de ser una mujer objeto y convertirse en un sujeto agente".

La presión por mantenernos siempre jóvenes es algo que afecta a toda la sociedad, pero mucho más a las mujeres –afirma Yolanda Domínguez, autora de ‘Maldito estereotipo’ (S.A. EDICIONES B)–. La cultura machista nos infantiliza, porque es una manera de mantenernos en un plano simbólico de debilidad y dependencia. Vernos obligadas a hacernos tratamientos o incluso cirugías es una forma de restarnos libertad, de no poder ser nosotras mismas de manera natural, pero tampoco se puede juzgar a nadie por usarlo, porque cada una gestiona esa presión del entorno como puede. Algunas dirán que es una elección libre, otras que es condición necesaria para seguir trabajando (como actrices, presentadoras, modelos...), pero todo es una respuesta a la presión social”, opina.

"Vernos obligadas a hacernos tratamientos o cirugías es una forma de restarnos libertad". Yolanda Domínguez

Precisamente eso es lo que comenta la Dra. Raquel Sáez, médico estético y cirujana maxilofacial. “La medicina estética ha evolucionado igual que lo ha hecho el feminismo. Creo que el feminismo ya no va de no teñirse las canas, de no depilarse o de no pincharse bótox. Esto ya va de otra cosa. Va de la libertad de hacerlo o no sin que nadie me juzgue, sin que me evalúen o me etiqueten. Va de no tener que esconderme si lo hago o no”, asegura.

botox feminista
Marka//Getty Images
Debatimos sobre si el bótox nos hace menos feministas

Pero entonces… ¿Es una mala feminista la que se preocupa por la belleza? ¿Es el feminismo incompatible con ponerse bótox? María Bastarós, escritora de ‘No era esto a lo que veníamos’ (Candaya), se suma al debate. “Creo que el feminismo es incompatible con el racismo o la transfobia, asuntos que tienen más que ver con un sistema de valores que con el hecho de haber interiorizado las demandas del patriarcado. El mundo nos quiere eternamente jóvenes y bellas, y es natural que nos veamos afectadas por esas expectativas: trastornos alimenticios o desórdenes como el trastorno dismórfico corporal son el producto de esa misma presión”, indica.

"El mundo nos quiere eternamente jóvenes y bellas". María Bastarós

Dana Berkowitz, profesora de estudios de género y autora de ‘Botox Nation’, asegura que como feminista se siente culpable por llevar bótox, pues considera que está siendo partícipe de la opresiva cultura de la belleza. “El uso de bótox siempre ha estado en el centro de esta conversación que se plantea qué es empoderador, qué es feminista, qué es caer en las redes del patriarcado… Intentar construir una argumentación inteligente sobre los confines de este debate no es posible. No podemos pensar a nivel individual, sino en las formas en las que la cultura de la belleza actúan. Quiero cambiar la conversación. De pensar en un problema individual, hemos de pasar a uno en el que hablamos lo que se demanda a las mujeres, pues pese a los logros del feminismo, la apariencia sigue siendo la definición de feminidad”, explica en el 'podcast' ‘What would a feminist do?’.

Por qué hemos de dejar de criticar a quienes apuestan por el bótox

Yolanda Domínguez explica que, de alguna u otra forma, todas intentamos parecer más jóvenes haciendo uso del maquillaje, de la ropa o de los filtros de las redes, y tiene claro cuál sería el escenario al que aspirar. “Lo ideal sería que no hiciese falta y que cumplir años no fuese visto como algo negativo, sino todo lo contrario. Ahora, por ejemplo, se está iniciando un movimiento muy interesante de mujeres que se dejan las canas y en Instagram hay muchas cuentas que promueven la aceptación del paso de la edad en el cabello. Sería estupendo hacer lo mismo con las arrugas”, opina. La doctora Raquel Sáez reconoce que, en cierta parte, coincide con su opinión. “Creo firmemente que esto sí va de aceptarse, pero de aceptarse como una quiera. Si me quiero aceptar con un tatuaje o sin arrugas, son los demás los que también van a tener que aceptarme así. Igual el feminismo va de esto, va de que los demás no juzguemos, va de olvidar los clichés y los estereotipos dentro de los cuales también se ha metido a la medicina estética y no sólo a quien la usa etiquetándola de superficial”, concluye.

bótox feminista
BSIP//Getty Images
El bótox: ¿aliado o enemigo?

Caitlin Moran se ha posicionado durante años en contra del uso de bótox, pero en ‘Más que una mujer’, confiesa haber caído en sus redes. Señala que, como feminista, le aterra confesarlo. Reconoce que en su famoso libro feminista ‘Cómo ser una mujer’, se convirtió en "la policía del bótox" al señalar con desprecio a quienes abrazan su uso, razón por cual, opina, muchas lo ocultan. María Bastarós coincide con la escritora en luchar contra el castigo a las que apuestan por la toxina botulínica. “Machacar o minusvalorar a cualquier mujer por someterse a intervenciones estéticas delata la mala fe de quien lo hace. El deber de ser bellas y deseables es algo que tenemos sumamente integrado, y cada una lidia con la presión estética como quiere y puede. Yo misma tengo numerosos complejos y a menudo me paso revista enumerándolos y pensando en cómo podría cambiarlos, natural o artificialmente”, explica. Entonces, ¿tendríamos que poner el foco en la deconstrucción de la idea de "la belleza"? “No se trata de juzgar a las que tratan de adaptarse a los cánones de belleza, se trata de promover una mirada hacia las mujeres que no se centre en el físico como un valor esencial”, opina la autora.

Si en 1968 las Mujeres Radicales de Nueva York, junto a grupos defensores de los derechos civiles, se manifestaron en contra del concurso de belleza Miss América con carteles en los que se preguntaban si el maquillaje puede cubrir las heridas de la opresión, hoy la pregunta es si el bótox es capaz de cubrir las grietas de la desigualdad o si, por el contrario, las agranda.