1. Busca un lugar en el que ninguna persona (ni el teléfono) pueda interrumpirte; apaga la luz y colócate en una postura cómoda.

2. Cierra los ojos y empieza a respirar profunda y lentamente mientras vas relajando los músculos del cuerpo (empieza por la cara y ve bajando por cuello, espalda, brazos, piernas y pies).

3. Repasa los problemas que en ese momento te preocupan, imagina que los metes en una bolsa y que luego la tiras por la ventana.

4. Céntrate de nuevo en la respiración y recorre mentalmente tu cuerpo para verificar que continúa relajada. 

5. Visualiza una imagen relajante (un jardín, una playa solitaria, la cima de una montaña…) e imagina con todo detalle que estás allí dando un paseo, flotando en el agua, oliendo las flores, disfrutando de la vista o sintiendo la brisa.

6.  ¿Y en momentos de urgencia? Si estás a punto de estallar, gritar o llorar, toma aire por la nariz y expúlsalo con fuerza por la boca mientras empujas el paladar con la punta de la lengua. Además de ventilar los pulmones y aportar oxígeno a tu cuerpo, presionas un punto de acupuntura que te calma. Después, refréscate la frente, la nuca y las muñecas con agua fría para activar la circulación y aliviar la tensión del momento.