Probablemente siempre hayas pensado que a ti no te iba pasar. Que a esa amiga tuya, tan inteligente, feminista, empoderada, no puede ser eso lo que le está pasando. Que se habría dado cuenta enseguida, que nunca habría permitido que le hicieran eso a ella. Pero la violencia machista va mucho más allá de los clichés que te advierten de hacer sonar las alarmas si tu pareja te controla el teléfono móvil o te prohíbe salir de casa con escote o minifalda. En el mundo real, es algo mucho más complejo y, en demasiadas ocasiones, mucho más difícil de identificar. Por eso, en COSMOPOLITAN hemos hablado con varias expertas para que nos ayuden a responder a algunas de las dudas más frecuentes que pueden asaltarte en caso de que sospeches que tú misma o alguna mujer que conozcas pueda estar sufriendo violencia machista.

¿Hay un perfil de víctima y un perfil de agresor?

La respuesta que comparten todas las expertas es, rotundamente, no. La psicóloga Paula Roldán asevera que "es algo que puede atravesar a cualquier mujer por el hecho de serlo, porque ese es el principal factor de vulnerabilidad". Y la también psicóloga Paula Delgado desmiente "la narrativa de la víctima como alguien sumisa, débil, que no entiende lo que está pasando". "Tú puedes estar viéndolo perfectamente a nivel racional, incluso identificarlo cuando ves que le pasa a otra persona, pero en tu relación es mucho más complicado porque entra en juego la dimensión emocional, en la que tenemos respuestas mucho más subconscientes y automáticas que nos acaban arrastrando", desarrolla.

libertad sexual
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Mi cuerpo, mi elección.

Amara Pérez Davila, técnica de igualdad, detalla que en su experiencia "la gente se sorprendería si viese la diversidad de mujeres que acuden a los recursos de atención a víctimas. No todas son migrantes o están en situaciones económicas precarias. Esa es una visión muy estereotipada y, en realidad, hay mujeres jóvenes, con altos niveles de estudios, con trabajos estables y socialmente considerados prestigiosos…". Además, asegura que "lo mismo ocurre con los agresores".

"Yo he estado con agresores en la cárcel y muchos son encantadores, podrías irte perfectamente a tomar una caña con ellos. Muchas veces tienen un discurso muy pensado y muy estudiado para darte confianza; otras, lo que les pasa es que carecen completamente de límites y tienen una gestión terrible de la impulsividad”, añade Delgado. E insiste en que “no existe un perfil claro e intentar establecerlo invisibiliza y dificulta que nos reconozcamos como víctimas de violencia cuando lo somos".

¿Cómo sé que no es simplemente una relación tóxica?

El concepto de ‘relación tóxica’ se ha puesto moda y, en ocasiones, se emplea como concepto comodín, que nos lleva a pensar que quizá ‘violencia machista’ es un término demasiado exagerado. La clave para distinguilo reside en que, como explica Delgado, "las relaciones tóxicas son relaciones de violencia, pero se trata de una violencia que todavía no está asentada, donde se llevan a cabo conductas que dañan a la otra persona, no desde la búsqueda de ganar poder y control, sino desde la desregulación emocional". "Si, por ejemplo, eres una persona insegura y tienes unos ataques de ansiedad horribles cada vez que tu pareja se va de fiesta, haciendo que se acabe quedando contigo, podría ser una dinámica enmarcada dentro de la toxicidad", ilustra. Sin embargo, "esta se puede convertir en violencia en el momento en que pasas a utilizarlo como una estrategia, liándola o enfadándote para limitar a tu pareja y que no salga: la línea entre la toxicidad y la violencia tiene mucho que ver con la intencionalidad", remarca Delgado.

Por su parte, Roldán advierte que debemos tener "cuidado con los eufemismos de las relaciones tóxicas", porque "extrayendo la perspectiva de género y la construcción de la masculinidad, se le puede dar un apellido muy distinto a lo que está pasando: si tú te tienes que apagar para que él brille, y eso es un factor que se repite, estamos cruzando la línea de lo que es una relación tóxica". Y es que, como señala Delgado, "aunque todos y todas podemos ser víctimas y agresores en algún momento de nuestra vida, dependiendo de nuestra jerarquía social vamos a tener más o menos posibilidades de llegar a serlo". "La violencia machista por definición es perpetrada por un hombre hacia una mujer, en el contexto de una sociedad machista, en la que justamente operan la socialización masculina y femenina que llevan a que,por un lado se ejerza y por otro, se soporte", expone Pérez Davila, algo que para las expertas está muy vinculado a los mitos del amor romántico. Así, "la violencia machista es el pico del iceberg, antes existen muchas otras creencias o conductas que vemos como normales pero que realmente están sembrando ese campo en el que más tarde se producirán las conductas violentas", profundiza Delgado.

relación tóxica
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Relación tóxica.

En cualquier caso, como sostiene Pérez Davila, "¿qué más da si, cuando te grita al volver del trabajo, es porque está cansado o por otra cosa? Si a ti te hace sentir una mierda, no tienes porqué quedarte ahí".

Las estrategias de violencia del agresor

Lo primero a tener en cuenta es que no en todas las relaciones de violencia machista el agresor actúa de la misma manera, puesto que no existe un guión cerrado. Bárbara Tardón, experta en violencia sexual y de género, apunta que "las tácticas utilizadas se adaptan a la personalidad del agresor y también a la personalidad y el contexto social de la víctima". "Si yo estoy en una situación de precariedad económica y la otra persona me manipula a través de dejarme o no dinero, o de controlar en qué me lo gasto, la violencia se puede percibir de forma más directa que, si por ejemplo, soy una persona a quien le cuesta poner límites, que tiendo a complacer a los demás, y mi pareja utiliza la pasivo-agresividad para llevarlo al máximo nivel y que yo siempre termine priorizándole a él", completa Delgado.

Tardón insiste en que "cada relación tiene unas características, no todas son iguales cuando existe violencia machista; por eso no se puede utilizar lo que haya vivido otra mujer como ejemplo de lo que nos está pasando a nosotras, porque puede confundirnos". De hecho, Roldán añade que ni siquiera un mismo hombre tiene por qué maltratar a todas las parejas que haya tenido, sino que es algo que puede que haga con unas y con otras no: "el grado de violencia que necesite ejercer depende mucho de la persona que tenga al lado; si es una persona que pone más límites, es posible que esta se recrudezca".

Aun así, existen algunos indicadores que pueden resultar comunes, frecuentes y que se vienen rápidamente a la cabeza al hablar de violencia machista: si te humilla delante de otras personas, te infantiliza, te ridiculiza, te regaña, te grita o incluso te pega. Pero, ¿cómo es posible que una esté con alguien que la trata así de mal? ¿Cómo es posible llegar hasta ese punto?

Las expertas coinciden en señalar que una relación de violencia machista puede empezar -aunque no siempre tiene por qué ser así- con el conocido ‘lovebombing’, a través del cual él te colma de atenciones, de promesas o de un cariño impropio de alguien a quien acabas de conocer. Al tiempo, empieza a mostrar conductas ambivalentes, con cambios en su estado de ánimo que no parecen tener explicación, alternando actitudes de premio y castigo emocional en función de cómo actúas, pero estas no parecen responder a una estructura de causa-consecuencia claras, sino que se presentan de forma completamente aleatoria. Esto forma parte de un ejercicio de control, el cual "no siempre tiene que ver con que te mire el móvil", apuntala Tardón. "El control está asociado al poder y puede ser muy sutil, pero al final es él quien marca los ritmos, usa el castigo del silencio como un arma sin darte ninguna explicación…", enumera. "Todo esto se vuelve desquiciante para la víctima, porque no atiende a un pensamiento lógico y perturba su salud mental", advierte.

Así, una vez ya ha sentado estas primeras bases para el ejercicio de la violencia, "nosotras vamos a estar constantemente preguntándonos qué podemos hacer para conseguir que él se encuentre mejor, a anticipar sus conductas, a monitorizar sus reacciones y sus estados de ánimo para intentar adaptarnos y evitar sus posibles reacciones, aunque realmente no esté en nuestra mano", analiza Delgado.

Al no lograr que esto cese, en la víctima empieza a crecer el sentimiento de culpa, puesto que el agresor le ha generado la falsa creencia de que es ella quien tiene el control, el poder y la responsabilidad de haber evitado que él respondiese con una reacción violenta. "A través de la intermitencia, el agresor me acaba llevando a pensar que soy yo la que no ha tocado la tecla adecuada porque, como de vez en cuando parece que sí que la pulso y vuelve esa verdadera cara agradable de él que yo conozco, debe de ser que está ahí", desentraña Roldán. "Al final, la víctima acaba pensando: si yo me porto lo suficientemente bien, le demostraré que podemos ser una pareja estupenda y como es en sus ratos buenos, va a ser siempre", cuenta Delgado.

Además, es común que en ocasiones nos preguntemos si estamos siendo unas exageradas o si el problema no seremos nosotras, que a veces también hacemos cosas mal. Aquí entran en juego tanto la estrategia de proyección que el agresor tiende a ejecutar sobre la víctima, haciéndola creer que ella es la verdadera agresora, como el rol de cuidadoras que histórica y socialmente se nos ha asignado a las mujeres. "Como nos enfocan tanto a cuidar de los demás, es muy fácil que podamos caer en desactivarnos a nosotras mismas", observa Roldán, algo que el agresor puede instrumentalizar para que, cuando ejerce violencia contra nosotras, terminemos empatizando con él, pensando que "pobrecito, que es que lo ha pasado muy mal en la vida y por eso se comporta así, o que no sabe comunicarse", como señala Delgado, en lugar de empatizar con nosotras mismas y tomar consciencia de lo que estamos sintiendo. Es vital entender que, "cuando tú estás dentro de esa relación, la que sufre su violencia, no puedes ser la que terapice a tu agresor, porque siempre vas a salir perdiendo", advierte Delgado. Por esto, en este tipo de situaciones "es muy importante hacer el ejercicio de volver a centrarnos, porque el mecanismo de una relación de violencia se basa en descentrarnos para que dejemos de ocupar nuestro espacio, ese lugar protagonista de agentes de nuestras propia vida", recomienda Roldán.

miedo a las consecuencias de la violencia de género
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Esto último también entronca con el proceso de aislamiento del que tradicionalmente se ha hablado tanto en relación a la violencia machista, de cómo el agresor consigue que la víctima se vaya quedando sola y esté cada vez más apartada de sus círculos de amistad o de su familia. Este fenómeno, como bien indican las expertas, no tiene por qué partir de una prohibición explícita, de "que nos diga que no podemos ver a nadie más que a él, sino que gestionar la relación nos requiere tanto tiempo y energía que no tenemos tiempo ni fuerzas para nada más, porque todos los esfuerzos los dedicamos a que eso salga bien", expone Delgado.

Incluso, podemos llegar a pensar que "él no puede ser un maltratador, porque de vez en cuando se arrepiente, llora, pide perdón y lo pasa fatal por su conducta", destaca Delgado, "y a ver, es un maltratador, pero no es imbécil. Claro que él se da cuenta de que lo que hace está mal, el problema es que no tiene suficiente motivación para dejar de hacerlo".

¿Cuáles son las frases de la violencia machista?

Otra duda frecuente tiene que ver con cómo es posible que permanezcas al lado de alguien a quien le tienes miedo. Las expertas coinciden en que, en muchas ocasiones, la víctima ni siquiera tiene por qué sentir miedo de su agresor, ya que el ejercicio de la violencia se ejerce de una manera tan progresiva que poco a poco va desplazando los límites de lo que nunca creíste estar dispuesta a tolerar. Y es que en la mayoría de los casos se trata de "un proceso no perceptible, que se va ejerciendo poco a poco", expone Tardón, "siempre, antes de que llegue la violencia física", ha habido todo ese "recorrido de violencia psicológica y de destrucción de la víctima previo".

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Representación del miedo en la pareja.

Tardón cuenta que las profesionales clasifican las distintas fases de la violencia a través del llamado ‘modelo de los estadios de cambio’, que contempla seis posibles etapas en una relación de violencia. Al comienzo, en la precontemplación, una aún no es consciente de estar sufriendo violencia, ni siquiera se la plantea como una posibilidad, y se tienden a justificar los comportamientos extraños que se van dando por parte de su pareja. La contemplación es el periodo durante el cual la mujer empieza a sospechar que lo que le está pasando puede que sea violencia. Durante la preparación, las profesionales empiezan a trabajar junto a ella cómo intentar conseguir que salga de la relación. En el llamado estadio de acción, la víctima por fin toma la decisión de romper con su agresor, aunque no sea de forma definitiva. Esta fase es ‘la más peligrosa y complicada de todas”, pues la mujer se encuentra psicológicamente más fortalecida para hacer frente a lo que le está pasando y, precisamente por eso, el agresor tiende a recrudecer su violencia, con el fin de recuperar el control. La etapa de mantenimiento se focaliza en conseguir que la víctima no vuelva con su agresor, pero este irá "virando sus estrategias para intentar capturarla", desde mostrar arrepentimiento o tratar de volver a conquistarla, hasta amenazarla, chantajearla, e incluso descartarla si sabe que ya no puede seguir ejerciendo esa violencia. De hecho, Tardón avisa de que el descarte "es también una forma de violencia", porque si él desaparece, buscando seguir confundiendo a la víctima y muchas necesitan ‘una reparación’, ya sea que su agresor les pida perdón o, al menos, entender "por qué lo ha hecho". Además, advierte Tardón, no todos los maltratadores utilizan la conocida ‘luna de miel’, sino que pueden estar ejerciendo violencia todo el tiempo. Finalmente, es posible que aparezcan estadios de recaída, en los que el maltratador termina logrando que la víctima regrese con él. Y para evitar que esto suceda, el papel que desempeñan las redes y el entorno cercano, su consciencia, apoyo y colaboración es esencial.

¿Cuándo es el momento de buscar ayuda?

En conclusión, las expertas recomiendan que, ante la más mínima duda, acudas al teléfono 016 u otros recursos destinados a la atención y acompañamiento. "Si estás en una relación de violencia machista, te lo dirán, y si simplemente se trata de una relación complicada, te ayudarán a entender el por qué no es violencia machista", apunta Roldán. Además, allí van a respetar siempre tus decisiones y tus tiempos, ya que "acudir a un recurso no implica tener que poner una denuncia, ni te van a obligar a romper con tu pareja ni a exponerlo: están para resolver todas las dudas que tengas y acompañarte", describe Tardón.

pedir ayuda al 016
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Pedir ayuda al 016.

"Algunas mujeres acuden incluso sin que haya violencia machista de por medio, sino, por ejemplo, porque están en un proceso de separación y sienten que su abogado no está entendiendo del todo su caso y buscan asesoramiento jurídico", relata Pérez Davila, "también hay veces que no tienes por qué estar atravesando ahora una relación de violencia, sino que puede que salieses hace años de ahí y que quieras acompañamiento psicológico ahora". Así, Pérez Davila insiste en ello una y otra vez: "no tienes que estar en una situación de máxima vulnerabilidad, ni de riesgo, ni de desamparo, ni carecer de toda red para acudir. No hay que llegar a esos servicios cuando ya has agotado todas tus posibilidades: son nuestros y están ahí para que podamos usarlos siempre que los necesitemos".